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ELA

La sensación de calidad me invadió cuando la hermanita menor de Demian me abrazo las piernas, el corazón se me apachurro al escuchar decir a aquella niñita de coletas rubias lo mucho que me extrañaba y que ya quería jugar conmigo. Le sonreí y la separé un poco para luego alzarla y abrazarla como se debe, ella me apretó mucho más y escondió su cabeza en mi cuello.

—Yo también te he extrañado mucho mi princesita. ¿Le has hecho mucho caso a mami?.

Camine rumbo al interior de la propiedad con ella en brazos.

—Sipi tía Ela, ¿Me compras un helado?— preguntó mientras me miraba con sus ojitos de corderito.

Le di una sonrisa antes de asentir.

Ella estaba a nada de hablar pero el grito de entusiasmo proveniente de la madre de la pequeña en brazos me hizo brincar en mi lugar. Marie Blad una mujer dulce, amable y atenta, apesar de estar en sus cincuentas sigues luciendo igual de bella que hace muchos años cuando la conocí. Venía enfundada en un vestido blanco ajustado de la parte de arriba y suelto de abajo, reconocí el vestido como uno de mi colección pasada. Le sonreí cuando se acercó para darme dos besos en las mejillas tratando de esquivar a su pequeño terromoto.

—Cariño, me emociona tanto verte por aquí. Te me desapareciste más de tres meses.

Hice una mueca de disculpa mientras íbamos caminando hacia la sala para estar más cómodas. Deje a Sol en uno de los sofas del cual no tardo nada en bajarse y desaparecer con rumbo desconocido, su madre negó divertida y yo me reí. Me senté en uno de los sillones individuales y suspire.

—Disculpame, Marie. He estado bastante ocupada con el trabajo, ¿Demian no te comento nada?.

Ella negó y se pasó las manos por el rostro.

—No, ese escuincle parece que no lo pari por qué cada día me deja de visitar más, ya ni siquiera me cuenta sus cosas, ya no me puedo reír de sus desgracias— Suspiro con un toque melancólico.

Yo solté una risita. A Demian le costaba convivir con la gente durante mucho tiempo, por eso mismo casi no tenía amigos, todos lo hartaban y exasperan, por eso se aleja un tiempo y luego regresa. Las únicas que no pasamos por eso somos Rebeca y yo. La muchacha de la servidumbre deja dos vasos uno con limonada y el otro con jugo de manzana el cual es para mí.

—Sabes como es, se va pero luego regresa con la cola entre las patas dijeran por ahí.

Todas estas frases las he escuchado en mis viajes a México, ese país me encantaba y más la forma en la que se expresan, es tan único. Ella río por mi comentario y termino asintiendo para después darle un sorbo a su limonada.

Nos sumergimos en un agradable silencio, mientras disfrutábamos de la presencia de la otra. Las risas provenientes del patio me hicieron sonreír, al parecer Sol se la estaba pasando de maravilla jugando con alguna de las empleadas. Eso era lo que más me gustaba de Marie, que no viviera de los perjuicios y que no le impidiera a su pequeña jugar con quién fuera. Si Solecito era feliz ella también lo era.

—Supe lo que le sucedió a tu padre— Murmuró Marie.

Me vista inmediatamente se instaló en ella y fruncí el seño.

Noches sabor a vino +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora