prólogo

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𝓣odos creían que el nacimiento de Ada Cordelia Anne Mary Crowley sería la señal para que el duque de Drummond pensara en engendrar más de un vástago; un heredero varón y digno

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𝓣odos creían que el nacimiento de Ada Cordelia Anne Mary Crowley sería la señal para que el duque de Drummond pensara en engendrar más de un vástago; un heredero varón y digno. Era una hija, no era lo que esperaba, su mujer había hecho un excelente trabajo, pero... Pensó que, si podía traer al mundo una niña, ¿qué problema habría con un niño? Todos sus amigos tenían la línea de sangre sucesora asegurada, sus legados continuarían una vez fuera de este mundo. Una niña no podía brindarle el mismo orgullo y prospectivo a sus títulos.

Esperaría el tiempo correspondiente para ir en la búsqueda de un hijo. No podía ser tan difícil, ¿no? La duquesa gozaba de buena salud, era radiante y energética, nada como él, cosa que agradecía que tomara la iniciativa de abrir las puertas del dormitorio y cumplir con su papel.

Lamentablemente, el doctor Stein explicó con sumo cuidado, como si el duque fuera un niño de cinco años, pero era así cómo lucía a sus ojos, que el cuerpo de la duquesa no funcionaba como antes: no le ofrecía la bienvenida a otro hijo.

La notica le había golpeado como la peor de sus pesadillas. ¿Quién era él para decirle que no podía tener hijos? ¿Dónde había obtenido el título de doctor? Los de baja estirpe conseguían sus objetivos con atajos y...

Fue cuando al duque cayó en cuenta que no podía ser completamente su culpa. Por supuesto, él no tenía ningún problema. Acababa de tener un bebé, había salido de su semilla. Por lo que, si lo pensaba bien, la responsabilidad sólo podía recaer en la duquesa. Aquella mujer tan sonriente y que repartía palabras de amor hacia él, sin faltar un día que esperaba que le fuera devuelta las mismas palabras, era débil, no había otra explicación de porque tenía una hija y no un hijo.

Entró al dormitorio de su esposa, debía saber la verdad de su inutilidad al ducado. En cuanto entró, postrada se encontraba la mujer, pero la fuerza de sus esfuerzos no se vino abajo para brindarle otra de sus sonrisas.

—Oberon... —musitó débil y vio a sus brazos—. Es perfecta, ¿no es así?

No es un varón, quiso decir. Quería que se diera por su cuenta el error que él sostenía, que no podría hacer nada con ella por ser niña. El ducado de Drummond estaba perdido por tener solamente una hija como línea de sangre.

Pero ella tenía razón. Incluso los criados lo pensaban al celebrarlo. Una vez la comadrona la había limpiado y por fin la viera, el duque miró a la bebé con una hipnotizante mirada. Era perfecta; tenía todos sus dedos en cada extremidad, se mantenía quieta y, para su sorpresa, su pequeñita mano tomó un dedo de él, apretándolo con fuerza.

¿Temía que fuera a soltarla, acaso? Para su imaginación fue horrible un sentimiento. Eso no pasará. Podría querer a un niño con todas sus fuerzas, pero... nunca lastimaría a su hija.

—Sí. Es perfecta, Lisa. Buen trabajo.

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𝐋𝐀𝐕𝐄𝐍𝐃𝐄𝐑 ──── bridgertonWhere stories live. Discover now