u n i q u e

73 11 0
                                    

Yun Kalahari era un ser descerebrado. Nunca pensaba en las consecuencias de sus actos y lo único que tenía en la cabeza durante el día eran las carreras ilegales que iba a realizar. Tenía el carpe diem prácticamente tatuado en su frente, sin preocuparse de absolutamente nada más que ganar dinero. Una sonrisa pícara siempre decoraba sus tan exóticos rasgos.

Por eso mismo, Armando no entendía que coño podría haberle ocurrido en ese trato con los verdes. Llevaba encerrado en su habitación tres días consecutivos, sin salir de esta para algo más que comprar alcohol. Y, lo más frustrante de todo, era que por mucho que preguntase a los demás siempre se encontraba con la misma respuesta: "Eso debes de preguntárselo tú mismo a Ramen".

¿De verdad creían que no lo había intentado? Puede ser que el primer día no le diese importancia y preguntase a los demás por encima, pensando que estaría de resaca o que se le habría ido la hora en una de sus visitas al Vanilla. Pero, por mucho que le costase demostrar sus sentimientos a los demás, la preocupación ya le había vencido al segundo día y se encontró llamando a la puerta de su habitación a las 8 de la mañana. Evidentemente sin respuesta. Igual que las siguientes seis veces.

De verdad que ya no sabía qué hacer, su preocupación por él era constante. Diría que no sabía la razón, pero realmente si la sabía. Por mucho que lo llevase negando años, 5 para ser exactos.

Una voz le sacó de sus pensamientos.

— ¿Mecánico? — observó a la persona que tenía a su lado, el cliente al que estaba atendiendo. Tenía una mirada interrogativa dirigida hacia él.— Le he dicho que me cambiase la suspensión, no que me revisase el motor.

Por primera vez su visión se enfocó en lo que sus manos se encontraban haciendo. Toqueteaba el motor, sin realmente hacer nada útil siquiera. Agradecía que el pobre cliente no supiese sobre esas cosas, porque si fuese así ya habría salido por la puerta del local hace un rato. Sacudió su cabeza inconscientemente.

— Disculpe, me pongo con ello ahora mismo — hizo un gran esfuerzo en centrarse en lo que estaba haciendo, sin divagar al problema que tenía en casa. Cerró el capó del coche y se acercó a las zonas laterales del coche.

Con Yun todavía en la cabeza, decidió cumplir la solicitud del hombre antes de acabar totalmente envuelto en ese ambiente de preocupación que llevaba alrededor de él desde el día anterior. Con una velocidad digna de un hombre que lleva dedicándose a ello desde los 15 años, colocó las piezas necesarias para una mayor suspensión en un tiempo récord y comenzó a redactar el recibo de la modificación. Una vez este fue pagado, el cliente salió por la puerta con una sonrisa agradecida totalmente opuesta a la de Armando, que mostraba una disculpa silenciosa.

— Jefe, es la primera vez que te veo tardar lo mismo que Matías en poner una simple suspensión — bromeó Hunter a uno de sus lados con una suave sonrisa en sus finos labios. Armando rodó los ojos antes de dirigirse hacia el despacho, no estaba de humor para sacar la llave inglesa.

Una vez subió las escaleras y se adentró en su pequeño despacho, suspiró cansado. No tardó mucho en sentarse en su escritorio y sacar de uno de los cajones varios documentos.

Prefiero perderme en mis pensamientos con un documento delante que con un cliente, pensó comenzando a hojear la primera hoja del bloque de folios escritos que había dejado sobre su escritorio.

Los minutos pasaron excesivamente lentos para el de sombrero de pescadero. Solo se le pasaban por la cabeza posibles opciones para lograr hablar con el chino y, sobre todo, en las ganas que tenía de estar en su casa. No era un gran fan de pasar el día en algún lugar que no fuese el taller. Pero, en ese preciso instante, solo quería estar al lado del pelirrojo y apoyarle de la forma que pudiese.

algo está mal | os yunandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora