— Sí... fue muy extraño. — secundo Alexandra Cooper, una chica bastante amable perteneciente a la casa de los leones.

Todas alzaron los hombros manifestando su desconcierto y prefirieron seguir avanzando hacía el castillo mientras se ponían al día sobre sus vidas en vacaciones.

Fue cuando estuvieron cerca al gran comedor que se dieron cuenta de la multitud apiñada en la parte superior, sin tener muchas opciones se unieron a ella, pasando a través de las gigantescas puertas de roble, y por el interior del vestíbulo, que estaba iluminado por antorchas y acogía una magnífica escalera de mármol que conducía a los pisos superiores.

A la derecha, abierta, estaba la puerta que daba al Gran Comedor. Las cuatro siguieron la multitud, vislumbraron el techo encantado, que aquella noche estaba negro y nublado y partieron hacía sus respectivas mesas.

Giselle agradeció internamente que la ceremonia de selección no durará tanto, sin embargo, la emoción le duró tanto que apenas pudo alcanzar a sonreír, pues entonces el director se puso de pie para dar su ya habitual discurso de inicio de año.

— ¡Bienvenidos! — dijo Dumbledore, con la luz de las velas reflejándose en su barba —. Bienvenidos a un nuevo curso de Hogwarts. Tengo algunas cosas que decirles a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete los aturda. — Dumbledore se aclaró la garganta y continuó —. Como todos saben después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el ministerio de Magia. — se hizo una pausa —. Están apostados en las entradas de los terrenos del colegio. — Giselle negó en un gesto claro de desaprobación hacía aquella medida —, y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí, nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles. — añadió como quien no quiere la cosa. Giselle solo opto por recostarse en una de sus palmas mientras el director continuaba —. No esta en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, los advierto a todos y cada uno de ustedes que no deben darles ningún motivo para que les haga daño. Confío en que los prefectos y los nuevos delegados se aseguren de que ningún alumno intente burlarse los dementores.

Dumbledore hizo otra pausa, recorrió la sala con una mirada y finalmente pareció detener sus ojos en Giselle. Ella no había sentido nunca aquella necesidad de quitar la mirada, la forma en que el profesor Dumbledore la observó la incomodaron, la hizo sentir analizada.

— Por hablar de algo más alegre — continuó —, este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro colegio a dos nuevos profesores. En primer lugar, el profesor Remus Lupin, que amablemente ha accedido a enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.

Hubo algún aplauso aislado y carente de emoción, Giselle no había prestado una verdadera atención a eso, pues en cuanto su mirada chocó con la de su nuevo profesor, Giselle tuvo la sensación de que ya se conocían de algún lado, y una extraña emoción se apoderó de ella. Ella jamás lo había visto, al menos no que lo recordará, y eso fue lo que más la extraño. El profesor Lupin frunció el entrecejo, dandolé la misma mirada que anteriormente le había brindado Dumbledore. Athena no sabía que había sucedido en ese momento, pero tampoco le quizó brindar demasiada atención, por lo que simplemente aparto la mirada para seguir escuchando lo que decía el director, al parecer, Hagrid, el guardabosques, sería su nuevo profesor de Cuidado de las criaturas mágicas. Dumbledore volvió ha hablar.

𝐷𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 - R.L.Where stories live. Discover now