I. Reborn

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Algo corto, pero mi cabeza no dió para más 😅













Algo corto, pero mi cabeza no dió para más 😅

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Capítulo 1


El mundo que rodeaba a Rhaenyra estaba sumido en la oscuridad, un eco lejano de las batallas que habían marcado su vida y su muerte. Había esperado el tormento, el dolor, el castigo por sus pecados, pero en cambio, encontró un abrazo cálido, reconfortante, que la sostenía en la penumbra.

Al principio, todo era borroso, como si estuviera viendo a través de una niebla densa. Las formas se desdibujaban, los sonidos se mezclaban en un murmullo confuso. Pero a medida que los minutos pasaban, la niebla comenzaba a disiparse, revelando la figura que la sostenía en sus brazos.

Era un hombre, alto y musculoso, con cabello plateado y ojos intensos que la observaban con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Rhaenyra parpadeó, tratando de comprender lo que veía. ¿Era acaso una alucinación, un sueño inducido por el dolor y la agonía de la muerte?.

Pero no, este hombre era real, palpable, tangible. Y a medida que su mente se aclaraba, los recuerdos empezaron a inundarla, trayendo consigo el reconocimiento y la comprensión.

Maegor Targaryen. Recordaba la imagen del hombre que había visto en los retratos ocultos de la fortaleza roja. Ahora, ante ella, se erguía el mismo hombre, vivo y poderoso.

Maegor la observaba con una expresión impenetrable, sus ojos escudriñando los suyos en busca de algo que Rhaenyra apenas podía comprender. Había tanto que quería preguntar, tanto que necesitaba entender, pero el único sonido que salió de su boca fue un quejido seguido del llanto.

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La cámara se llenó de un silencio reverencial mientras el rey Maegor sostenía con ternura a su hija recién nacida. La pequeña princesa, envuelta en mantas rojas y negras como un tributo a su legado, yacía serena en los brazos de su padre.

Rhaena observaba con ojos brillantes y el corazón rebosante de orgullo mientras Maegor acunaba a su hija con devoción. El llanto de la recién nacida había sido como una melodía divina, anunciando la llegada de una nueva era para la Casa Targaryen.

"Rhaenyra Targaryen", repitió Maegor con reverencia, dejando que el nombre resonara en el aire como un juramento sagrado. Era un tributo a su madre fallecida, Rhaenys, una mujer que había sido un faro de valentía y determinación en tiempos de conflicto y tribulación. Ahora, su legado viviría a través de su nieta, una princesa destinada a dejar su propia marca en la historia de Westeros.

Rhaena sonrió con orgullo ante las palabras de su esposo, sintiendo el peso del honor que se le confería a su hija al llevar un nombre similar de la legendaria Rhaenys Targaryen. Sabía que su pequeña heredera crecería con la fuerza y la determinación de sus antepasados, lista para enfrentar los desafíos que el destino le deparaba.

Mientras la noticia se extendía por toda la fortaleza de King's Landing, una sensación de esperanza y renovación llenaba el aire. La llegada de la princesa Rhaenyra marcaba el comienzo de una nueva era para la Casa Targaryen, una era de poder, propósito y, sobre todo, unión familiar.

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Mientras Maegor intentaba calmar a su hija, un suave golpeteo resonó en la puerta de la cámara real. Rhaena levantó la mirada, aún con una sonrisa radiante en los labios.

La puerta se abrió con suavidad, y en el umbral apareció una figura conocida, Visenya Targaryen, Sus ojos violeta brillaban con emoción contenida mientras contemplaba a su hijo y a su nuevo descendiente.

"Madre", dijo Maegor con una mezcla de alegría y emoción al ver a Visenya. "Has llegado justo a tiempo para conocer a tu nieta, Rhaenyra".

Visenya avanzó con pasos firmes hacia la cama donde su hijo aún sostenía a la pequeña Rhaenyra en sus brazos. La emoción se reflejaba en su rostro mientras observaba con admiración a la recién nacida.

"Es hermosa", murmuró Visenya con voz suave pero llena de emoción. "Una verdadera Targaryen".

Maegor le ofreció a Visenya la oportunidad de sostener a su nieta, y con cuidado ella aceptó, sosteniendo a la pequeña con ternura y admiración. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras contemplaba el rostro tranquilo de la niña, viendo en ella los vestigios de su amada Rhaenys.

"Rhaenyra", murmuró Visenya con reverencia, dejando que el nombre resonara en el aire "Que tu nombre traiga honor y gloria a nuestra casa".

Rhaena observaba con amor y gratitud mientras su suegra y su hija compartían ese momento especial. Sabía que la llegada de Rhaenyra había acabado con la incertidumbre sobre el futuro del linaje de su marido,

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Una vez que Visenya y Maegor se retiraron de la cámara real, dejando a Rhaena a solas con su recién nacida, una sensación de calma y satisfacción llenó la habitación. Rhaena contemplaba a su hija con amor mientras la pequeña Rhaenyra se aferraba a su pecho, alimentándose con avidez del néctar materno.

El vínculo entre madre e hija se fortalecía con cada instante que pasaban juntas, y Rhaena encontraba un profundo sentido de propósito y realización en el acto de amamantar a su pequeña princesa. Había logrado lo que las otras cinco esposas de Maegor no habían podido hacer, le había dado a su tío-esposo una digna heredera al trono, una niña con sangre valyria que encarnaba la grandeza y el poder de la Casa Targaryen.

Rhaena se regocijaba en el pensamiento, sabiendo que había cumplido con su deber como esposa. Las sombras de las otras esposas de Maegor, Ceryse, Tyanna, Alys, Elinor y Jeyne, palidecían en comparación con el brillo de su propio logro. Ellas nunca podrían igualar lo que ella había conseguido: asegurar el futuro de su hija y garantizar la continuidad del linaje Targaryen.

Pero la felicidad de Rhaena estaba teñida de determinación y astucia. Sabía que su trabajo aún no había terminado. Para asegurar el legado de su hija, debía deshacerse de las otras esposas de Maegor y eliminar cualquier amenaza que pudiera poner en peligro el reinado de Rhaenyra.

Con determinación implacable, Rhaena trazó los planes en su mente, ideando estrategias para eliminar a sus rivales y proteger el futuro de su hija. Había sacrificado mucho para llegar hasta aquí, y no permitiría que nada ni nadie se interpusiera en el camino de la grandeza de su familia.

Mientras acunaba a su preciosa hija en sus brazos, Rhaena juró protegerla con todas sus fuerzas, asegurándose de que Rhaenyra Targaryen se convirtiera en la reina que estaba destinada a ser, reinando con poder y gloria sobre los Siete Reinos.

Mientras acunaba a su preciosa hija en sus brazos, Rhaena juró protegerla con todas sus fuerzas, asegurándose de que Rhaenyra Targaryen se convirtiera en la reina que estaba destinada a ser, reinando con poder y gloria sobre los Siete Reinos

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Y que comienzen los juegos del hambre jsjsjsjs.

Heir of the Dragon Où les histoires vivent. Découvrez maintenant