— Ya vuelvo. —soltó la chica mientras se levantaba.

Feli se quedó confundido al ver cómo tan de golpe se fue para hacer quien sabe que. Aprovecho el momento, acomodándose en el sillón, pensando en que podría estar haciendo la rubia para que estuviera tanto tiempo encerrada en el baño, pero sus preguntas se aclararon, viendo cómo la puerta del baño se abría, dejando ver a una Mar.

No pudo evitarlo, largó una carcajada al ver cómo se acercaba ahora vestida con una remera que traía la cara de Homero Simpson, junto a un pantalón amarillo con pequeñas donas rosas. El pantalón era de "peluchito", según ella, es por eso que no sentía tanto frío.

¿Con que más va a sorprenderme? Pensó él.

— ¿En serio?. —preguntó, mirando como ella volvía a acostarse a su lado con una sonrisa—. Tenés los pies helados.

Se encogió de hombros sin importarle. — No importa.

— Si importa.

— No.

— ¿Cuánta rabia acumulas en ese cuerpo tan pequeño?.

Lo miró mal. — Habló el poste de luz.

Con enojo, se intentó levantar del sillón, pero antes de que pudiera hacerlo, Feli la tomó del brazo con suavidad y, con un tirón delicado, la hizo volver a acostarse junto a él. Sin intenciones, sus miradas se encontraron, el silencio reinó el aire; no era incómodo, era agradable, solo eran ellos mirándose cara a cara.

El silencio, siendo cómplice en la situación, causó un mar de emociones en ella, desde sentir cariño, hasta la incomodidad de reconocer la conexión que crecía entre ambos. Él, por su parte, se vió perdido en esos ojos que escondían un universo propio, que expresaban todo lo que ella no podía decir.
Admiró todo lo que pudo de Marina, quedando grabado en su mente, como una fotografía de las que tanto ama ella, de las que moriría por ser el primero en verlas.

La proximidad entre ellos se volvía palpable, y la atmósfera sugería un magnetismo irrefrenable. En ese instante, ambos parecían envueltos en un hechizo, donde la distancia entre sus labios se reducía lentamente, como si el universo conspirara para que el beso perfecto floreciera en ese momento único.
En la penumbra de la habitación, las sombras delineaban sus perfiles, creando un escenario propicio para que el delicado ballet de sus corazones los guiara hacia el encuentro que parecía inevitable, las emociones se volvían más intensas, como una sinfonía de susurros que solo ellos podían escuchar.

Cautos pero decididos, se encontraban a un paso de explorar lo que se estaba gestando entre ellos; el brillo en sus ojos más notables que nunca indicaban el deseo acumulado de que la situación llegara.

(•••)

— Y eso fue lo que pasó. —dijo en voz baja, mirando el piso por la vergüenza.

Juani miró a sus amigos sin creerlo. — ¿Nos estás jodiendo?.

— ¿Sabés lo que va a provocar todo esto?. —preguntó Fran.

El castaño negó con la cabeza, sintiéndose un nene de cinco años que estaba siendo castigado por su madre. Sus amigos estaban parados frente a él, con los brazos cruzados y caras de perros rabiosos.

Largó un suspiro, recordando como hace unos minutos estaba con la rubia, a solo unos pocos centímetros de besarla, decirle todo lo que sintió este tiempo, pero la cobardía se apoderó de su cuerpo y fue así como el momento se terminó arruinando. Sin embargo, lo arruinó más al decir que..

— ¿Cómo le vas a decir que ella no está a la altura de lo que buscas?. —se le notaba de acá a la china el enojo de Matías—. ¿Sos tarado?.

— No es para tanto.

𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗔𝗖𝗛 ━━━ Felipe OtañoWhere stories live. Discover now