⚠️SINOPSIS EN CONSTRUCCIÓN⚠️
La princesa ha estado alejada del palacio por varios años ya. Mientras tanto, su madrastra se ha ocupado de la política del reino satisfactoriamente, pero guarda el pronóstico de la princesa con celosía.
Se rumorea que...
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Hace mucho tiempo, en un pequeño reino de Europa (porque estas historias siempre pasan en Europa), ocurrió que los nobles de la corte habían dividido su lealtad frente a las dos opciones que tenían para que ocupasen el trono. Por un lado estaba la reina regente, Roxelana, viuda del rey Ferdinand y representante de la heredera al trono, la princesa Blancanieves, por entonces menor de edad. Bajo el mandato de Roxelana, los nobles habían prosperado, los campesinos mejoraron su calidad de vida y los enemigos del reino aceptaron una beneficiosa tregua gracias a sus habilidades de negociación. Y, sin embargo, en el otro bando había quienes pedían que la princesa volviera a la corte real y actuara según su rango, sin importar que no estuviera preparada o que en secreto quisieran que se casara para coronar a su futuro esposo. Esto llevó al reino a una oscura y terrible crisis.
El malestar se debía a que la princesa abandonó misteriosamente la corte hacía algunos años atrás y nunca más se supo de ella, por lo que el chisme frecuente entre los pasillos del castillo era que algo malo le había sucedido. Si bien no había pruebas que confirmaran las habladurías, estas se apoyaban en las sospechas que caían sobre los hombros de la reina Roxelana, de que era practicante de las artes oscuras y de que atrajo al difunto rey con hechizos para luego matarlo y quedarse con su trono. No ayudaba a su imagen el hecho de que otros monarcas en los reinos vecinos tuvieran fama de ser crueles contra la competencia, y de hacer hasta lo impensable para mantenerse en el poder, como encerrar a sus familiares en torres o inventar conspiraciones para ejecutar a sus propios herederos.
Esto contrasta mucho con las habilidades de la regente que sí se podían comprobar a través de sus relaciones políticas: justa, inteligente, preocupada por su pueblo, recta en todo sentido, y sin la menor intención de volver a casarse por respeto a la memoria de su amado esposo.
Pero, antes de meternos en la historia que todos conocemos (con la salvedad de que prometimos contar los hechos como realmente ocurrieron), debemos volver al principio, cuando todo comenzó, para sumergirnos en los acontecimientos y así poder entender su desenlace.
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Había una vez un rey y una reina que esperaban con ansias a su primer heredero. Ellos gobernaban sobre un pequeño reino escondido por las montañas, llamado Catalia, y todos sus nobles y súbditos estaban pendientes de cada noticia del embarazo. A falta de buenas nuevas, también tenían lugar los chismes y las habladurías que deformaban la realidad: que si sería varón, que si ya tenían el nombre, que si tendría los atributos de la familia del rey Ferdinand, o si traería la posibilidad de calmar la enemistad con tal o cual reino por medio de su matrimonio cuando creciera...
