—¡Hora de irse tortolitos! Yo los llevo a donde me pidan.

Jaden pone los ojos en blanco y se dirige al asiento de conductor.

El viaje se pasa algo lento. Entre comer, detenernos para hacer del baño o comprar más reservas de comida, se nos hace algo tarde.

—¿Alguna vez se han preguntado qué harían si quedara poco tiempo para que el mundo se acabe? —pregunta Melanie dentro de sus mil preguntas que ha hecho durante el viaje.

Yo volteo a ver hacia atrás, que es donde ella está.

—Realmente no lo sé... ¿tú qué harías?

—Decirle al guapote que me gusta que...

Se interrumpe de inmediato cuando abro mucho los ojos.

—¡¿Qué?! —pregunto, casi saltando de la emoción.

—No... yo quería decir que...

—¡Te gusta alguien! —la señalo.

Ella bufa.

—No, claro que no.

—¿Cómo se llama?

Melanie me mira con desconfianza.

—¿Quién?

—El amor de tu vida.

—No estoy segura de que exista, la verdad —enarca una ceja.

Yo sonrío, pero sigo atacandola con preguntas constantes. Así pasamos el resto del viaje, entre preguntas y acusaciones.

En menos de lo esperado, llegamos al pequeño bosque en el que se encuentran las cabañas.

Hannah me ha mandando un mensaje avisándome que están dentro del lugar donde nos rentaron las cabañas, así que, nos estacionamos cerca del establecimiento y empezamos a bajar el equipaje. Cuando llegamos vemos a Hannah e Isair, pero mi vista se dirige inevitablemente a una parejita que está a lado de ellos.

Una chica de cabello castaño claro está articulando algo con sus manos, y el chico, que es bastante alto, se mantiene al margen. Parece estar acostumbrado.

—... ya cállate, gorilón —escucho decir a la chica cuando llegamos a su lado.

El chico oculta una sonrisa en su rostro, pero la castaña no da señales de darse cuenta.

—Entonces ¿no conocen ninguna tienda de ropa cerca? —pregunta la chica, con una cara de preocupación.

Hannah, la experta en eso, niega con la cabeza lentamente.

—Pero... igualmente puedes pedirle a tu novio que te preste su ropa un momento —sugiere. 

A ella casi se le salen los ojos.

—¡¿Qué?! ¿Disculpa? —Ya hasta roja se puso la pobre. Voltea a ver al chico para señalarlo—. Él no es mi...

—Claro —la interrumpe agarrando a la chica de la cintura con cuidado y ella parece eternamente indignada—. Eso es lo que haremos. Mi novia y yo debemos estar tan agobiados que se me pasó ofrecerle parte de mi ropa. Muchas gracias, de todas formas. Pasen una bonita tarde.

Y entonces el chico la agarra de la mano para guiarla a la cabaña. Ella reprocha, pero terminan desapareciendo por el pasillo de recepción.

Hannah e Isair parecen desconcertados, pero voltean a vernos cuando llegamos a su lado. No puedo evitar pasar el detalle que una niña pequeña con cabello dorado y dos coletas bien hechas nos observa con atención.

El día que la luna dejó de brillar. जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें