—¿Por qué me mientes, Killian? —le cuestiono enojada —. Pensé que podía confiar en ti.

—Tal vez podrías refrescarme la memoria, porque no suelo mentir a las bonitas como tú —se distrae un momento observando mis pechos apretados por el corsé, me moja el labio inferior.

—Mentira.

Me atrapa la muñeca, se interpone en mi camino empujándome. Sus soldados nos están mirando, han parado de ejercitarse y ahora nos observan en silencio con la cabeza baja. Le deben tener mucho respeto, o miedo, porque nadie dice nada solo esperan instrucciones y se mantienen quietos.

—Vamos a un lugar más alejado —no lo pide, lo ordena.

—¿Crees que puedes darme órdenes después de tirarme más que mentiras a la cara? —le preguntó rabiosa.

—No me hables así delante de mis hombres, Stella —aprieta los dientes mientras lo dice.

No me muevo un solo centímetro cuando me empuja, solo me tambaleo, porque su cuerpo es enorme, el mío diminuto. Me aprieta los dedos de su mano en la cadera para agarrarme, creo que le encanta tenerme entre sus brazos para dominar mi cuerpo, para salvarme y consolarme.

—Yo te hablo como me da la gana.

Error.

Su expresión molesta se descompone en pedazos afilados que hacen que sus facciones se contraigan, su rostro se vuelve más aterrador y sus ojos más malvados. Killian quiere hacerme creer que es un buen chico, pero su verdadera naturaleza sale cuando eres valiente para alterarlo.

Me agarra posesivamente de las caderas para levantarme al cielo, caigo en sus hombros fuertes, me lleva sobre ellos mientras emito gritos de molestia y temor. Aprieta su agarre en uno de los muslos de mis piernas, mientras introduce sus manos en el vestido para que el agarre sea efectivo. Siento sus dedos en mi piel, lo siento con tanta intensidad, que me arde la sangre que corre por mis venas.

—Jamás vuelvas a hablarme de esa manera —amenaza con frialdad —. Jamas delante de gente que me respeta y teme.

Me transporta hasta un lugar más alejado, los soldados salen huyendo de la escena, algunos me lanzan miradas de compasión, otras de odio. Killian me baja de sus hombros, mi cuerpo se proyecta contra un árbol y se me escapa un gemido.

Noto sus dedos acariciarle la piel sensible de mi cuello, me está ahorcando mientras me inmoviliza contra un tronco lleno de hiedra que lo rodea. Mis pechos se inflan, quedan más visibles a su vista y más turgentes. Se le escapa un vistazo hasta ahí, vuelve a mirarme con esos ojos aún más furioso. Aprieta más el agarre de mi cuello.

—¿En que mentí? —masculla.

—Ya tienes una esposa con la que te casarás. ¿Por qué te burlas de mi y dices que será el padre de mi hijo? Pensaba que serías un hombre distinto, pensaba que podría confiar en ti. En serio lo pensaba, pero solo eres igual que los demás, Killian. No mereces nada de lo puedo darte.

—Tu vas a ser mi esposa —sube el agarre del cuello hasta mi quijada, me acaricia con su gran mano y se acerca con la boca entreabierta para dejar un beso en mi barbilla—. Y el bebé, nuestro hijo.

—No.

Con la mano que tiene libre, me levanta y me sube una pierna a su cadera. Me tambaleo, así que subí mi brazo a su cuello para sostenerme y acercarme más a él. Mis pechos chocan contra su pecho, están a punto de salirse del vestido y la piel le roza el torso desnudo. Puedo sentir su piel dura contra la mía, quiero morirme.

Luna MalditaWhere stories live. Discover now