Con cada disparo Bleiston terminaba con una vida. Realizó seis disparos antes de desenvainar su espada. Las pistolas más comunes tenían un total de dos balas y luego debías recargarlas.

Eso implicaba mucho tiempo. Por lo que todos sus hombres llevaban tres o cuatro pistolas consigo y una vez descargadas se valían de su don con la espada. Damien bloqueó el ataque de su siguiente enemigo y luego se encargó de atravesarlo por el estómago. La sangre aún brillaba en la hoja de su arma cuando cortó el brazo de otro y traspasó el corazón de un tercero.

Su frente sudaba por el esfuerzo y sus manos ardían, pero una vez en la batalla no podía pensar en otra cosa que no fuera en la precisión de sus ataques. Cada vez que blandía su espada esta debía arrebatar una vida.

En una de sus últimas peleas su oponente consiguió cortar la manga de su traje y rozar la piel de su brazo antes de terminar muerto por la espada del teniente Walker. El hombre había acudido a su encuentro y juntos empezaron a zigzagear por el campo de batalla con la intención de apoyar a sus subordinados. La coordinación que ambos habían ido adquiriendo en las últimas semanas les facilitó mucho el trabajo. Bastaba una mirada para que él otro actuará.

Eran uno.

—Por aquí mi señor.—una vez que derrotaron a unos diez hombres se unieron a Jean Pierre y al escuadrón dos en el reconocimiento del terreno. Sus soldados habían conseguido someter a los Carlistas y ahora los superaban en número.

La pelea estaba en su punto más álgido.

El metal chocando resonaba en aquel improvisado campo de batalla mientras la luna vanidosa los observaba discreta desde lo alto.

***
Rose House
Londres

—Mi señora todo está listo.—le avisó Portia. Habían pasado unas tres semanas desde que anunció su deseo de convertir Rose House en una casa de acogida. Durante todo ese tiempo sus sirvientes se habían encargado de realizar la debida convocatoria—Han sido unas veinte mujeres las que han decidido acompañarnos.

—¿Y niños?

—Son unos siete contando con Rowan y su hermana.

—Bien.

La mujer miró el anillo que llevaba en su mano y esbozó una sonrisa. Desde que Damien se marchó a la guerra siempre lo usaba. Era la forma que tenía de llevar a su compañero consigo. Cada vez que empuñaba una espada, sostenía una pistola o brindaba en voz alta, él estaba con ella. Y su gloria la cubría.

Mis victorias son tus victorias, mi león. Acabaremos con todos nuestros enemigos para cuando salga el sol.

—Vamos.—Portia la acompañó hasta el salón principal y luego ordenó que las presentarán.

—¡Atención la señorita Volsano está aquí!

Todas las mujeres la regresaron a ver. Estaban realmente admiradas con su porte y elegancia, pero sobretodo con su gran belleza. No tenía los ojos claros, ni la piel blanca, pero había algo en su mirada que llamaba poderosamente la atención. Y su andar...
Espalda recta, pasos firmes y brazos a sus costados con los puños semicerrados. Esa mujer avanzaba con una seguridad que intimidaba a cualquiera. Definitivamente era alguien especial, podían sentirlo con solo verla.

—Un gusto tenerlas aquí.

—El gusto es nuestro, señora.—contestaron al unísono como si lo hubiesen ensayado.

—Este banquete que ven frente a ustedes es por su llegada. Adelante coman cuánto quieran. Todo esto es suyo.

—¿En serio señora?—exclamó una de ellas. Era la primera vez en toda su vida que veía tanta comida.

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now