Caminamos juntos, nuestros pasos sincronizados como un suave compás, mientras la ciudad dormía a nuestro alrededor. La luna, testigo silencioso de este encuentro, derramaba su luz sobre nosotros, como si bendijera el nacimiento de algo nuevo.

Bajo el manto celestial, el abrazo de él se volvió un susurro de amistad en mi alma, una melodía que resonaría en los días por venir. La oscuridad de mis inquietudes se disipaba, dejando espacio para la belleza sutil de la conexión humana, y me encontré agradeciendo por este abrazo que trajo consigo la promesa de un capítulo por descubrir.

De repente, en la cadencia de nuestras conversaciones compartidas, noté un gesto de Feli que capturó mi atención. Mientras hablaba con los chicos, su mano, de manera inadvertida o quizás intencionada, encontró la mía. Aunque sumido en su charla animada, su contacto inadvertido provocó un latido acelerado en mi pecho.

Me pregunté si él estaba consciente de este juego sutil de conexiones físicas o si, en su mundo de bromas y risas, era simplemente un gesto sin significado. Su energía vibrante se entrelazaba con la mía, y mientras mi mente se sumía en la contemplación, me di cuenta de que cada momento compartido, cada roce casual, era una extraña sensación que crecía en mi.
Aun así, él continuaba hablando, ajeno al efecto de su presencia en mí. Su risa resonaba como una sinfonía agradable, mientras yo me dejaba envolver por la magia de la noche y las posibilidades que se desplegaban ante nosotros.

En ese instante, el tiempo parecía detenerse, dejándonos suspendidos en un universo propio donde las miradas y los gestos hablaban un lenguaje silencioso. ¿Él notaría este delicado juego de conexiones o continuaría su charla ajeno a las emociones que despertaba en mí? En este escenario de sutilezas, solo el tiempo tendría la respuesta, pero por ahora, me dejé llevar por la poesía de la noche y la danza de los destinos entrelazados.

Los chicos, inmersos en sus diálogos despreocupados, continuaban creando una sinfonía de risas y bromas que flotaba en el aire. Entre ellos, Felipe, ajeno a su mano entrelazada con la mía, seguía compartiendo anécdotas divertidas como un narrador entusiasta de historias cotidianas.

Mientras caminábamos, el bullicio de la ciudad quedaba atrás, y nos adentramos en un rincón más tranquilo, bajo la luz tenue de farolas que pintaban destellos dorados en la acera. La armonía de nuestros pasos resonaba en la quietud de la noche, como si cada uno de ellos fuera un verso en una composición única.

Él, con su risa contagiosa, compartía sus sueños y anhelos, pintando un paisaje de posibilidades ante nosotros. Aunque la trama de este capítulo era incierta, me dejé llevar por la magia de la amistad que se gestaba, como una sinfonía de notas suaves que acariciaban el alma.

Los chicos continuaban su charla animada, yo me sumergí en la melodía de la noche, donde cada palabra y gesto resonaban como acordes que componían una conexión más profunda.
Mis pensamientos flotaban en la noche, una sinfonía de emociones que danzaban en silencio. Observaba el paisaje nocturno, donde las luces parpadeantes se entrelazaban con las sombras, creando un escenario mágico bajo el manto estrellado.

Mi mirada, perdida en el horizonte desconocido, se detuvo en un local que aún mantenía sus puertas abiertas, emitiendo destellos acogedores en medio de la oscuridad.
Entonces, la idea de compartir una comida improvisada surgió en mi mente. Un gesto espontáneo que podría sumar una nota más a esta noche inesperada.

Volteé hacia los chicos y expresé mi intención. — Si quieren vayan yendo, yo voy a comprar algo para comer.

Antes de que pudiera articular palabra alguna, él apretó el agarre en mi mano con un gesto protector. — Es muy tarde para que andes sola por las calles, vamos con vos. —dijo Feli, su voz resonando con una mezcla de preocupación y determinación. Asentí con una sonrisa agradecida, sintiendo que esta noche aún guardaba secretos por desvelar bajo su manto estrellado.

𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗔𝗖𝗛 ━━━ Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora