―No sé, ponele que a las diez. ¿A qué hora suelen jugar?

―Depende que club ―su padre era un fanático desde la cuna del fútbol, pero hoy por hoy se había alejado un toque del tema― si queres te llevo a las nueve para asegurarnos.

Micaela miró el reloj que reposaba arriba de la heladera y pensó.

―Son las ocho.

Su papá, resignado, agarro las llaves y salió.

―¿Sabes dónde queda All Boys?, ya no me acuerdo ―le hablaba mientras Pablo, su padre, cerraba la puerta.

―Obvio ―metió la llave en la cerradura y luego la guardo en su bolsillo delantero― ¿no es muy corta y pegada esa remera che?

―Así se usa hoy en día pa, esta bien.

―No me gusta ―la miró de reojo con recelo― al primero que lo veo mirándote lo trompeo.

―¡Ay papá!, ubícate y déjame vivir.

Este se rió.

―Era una broma ―no, no lo era.

Se subieron al auto, comparado a los de la zona, muy bueno y vistoso. Recibían miradas, y eso le encantaba a la rubia.

―¿Te parece que me quede con vos? ―habló con aquel tono sobreprotector que tanto lo caracterizaba.

―Dale ―acepto gustosa, sin verle nada de malo a la sugerencia.

Ambos entraron, después de todo era un club abierto en el que cualquiera podía ingresar con facilidad. Todo esto sin saber que aún no empezaba el partido; los jugadores aún entrenaban, entraban en calor. Corrían de un lado para el otro en la cancha azul y hacían diversos ejercicios.

―Che me parece que todavía no empezó ―le susurró con preocupación a su padre, apagándose inconscientemente a él.

―¿Y tus amiguitos?, capaz podes preguntarles a qué hora empieza.

―Que vergüenzaaa, cómo les voy a preguntar ―lo fulmino con la mirada, cambiando de tema― ya estamos acá. ¿Cuánto más tardarán? ―preguntó retoricamente.

―Si vos decis ―alzó sus hombros― igual anda a saludarlos o algo ya que estamos acá.

―Ya voy ―respondió sin ganas.

―¿Cuáles son tus amigos?

La muchacha los busco con la mirada, cuestionandose porqué había aceptado ir.

―Los de allá ―los señaló sin pudor. Primero a Carlos y luego al castaño, quien ya la estaba mirando con una sonrisa burlesca.

Danilo empujó a su amigo y a su vez señaló a Micaela, dándole a entender que ya había llegado. Temprano, pero lo había hecho.

La rubia, sin más remedio, los saludo desde la puerta, sin atreverse a sentarse aún en las gradas.

―El de rulitos ―lo analizó― tiene cara de buenito. El otro parece más pillo...

―Ni los conoces ―miró hacia otro lado, estando totalmente de acuerdo con las predicciones de su padre pero negándose a afirmarlo.

―Bueeno Mica, solo trato de socializar más con vos ―gesticuló de más con sus manos.

―Perdón por hacerte venir, y todavía más sabiendo que es sábado y vinimos re temprano ―se disculpo de repente.

―¡E' rubia, vení! ―el de pelo canela la llamo, ignorando que ella esté con su padre.

BARDERA  𝒇𝒕. danilo sánchezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora