025: White flower.

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— Luego de la muerte de mis padres — comenzó —. Me enfoqué en culpar a Do-hee como si ella tuviera la culpa de algo — negó —. No volveré a ser así de inmadura nunca más —.

— ¿Aunque quizás fue un asesinato? — ella suspiró.

— No le tires más sal a la herida — susurró —. La señora Joo vivió su vida como quiso, así que me alegro de que haya podido hacer lo que le gustaba hasta el último momento — una lágrima cayó por su mejilla, pero rápidamente fue limpiada —. Así que no quiero adentrarme más a lo que pasó, porque entonces sí sería jodido todo —.

Jeong Gu-won abrió la botella de vino con habilidad, sirviendo un poco en las copas que llevaba consigo. Mientras bebían, la atmósfera se volvía más relajada, como si el amargo sabor del vino diluyera las tensiones del momento.

— Entiendo — dijo Gu-won, mirando a Seo-ri con comprensión —. Cada uno lleva su carga, pero eso no significa que debamos aferrarnos a ella para siempre. A veces, simplemente necesitamos dejar que las cosas fluyan y aceptar que no podemos controlar todo —.

Mientras compartían sus pensamientos, el vino los envolvía en un cálido consuelo. La risa eventualmente remplazó las lágrimas, y Seo-ri, junto a sus inusuales acompañantes, encontró un atisbo de paz en medio de la tormenta emocional.

— Aún así... — se quedó en silencio —. Desearía haberme despedido — suspiró tomando el vino.

El dudo en hablar, miro a las plantas y después a la muchacha. Esperando que volviera a hablar, pero no lo hizo.

— ¿No sabes por qué... — comenzó — la gente usa negro en los funerales? —.

— No... — ella volteó a verlo —. Jamás lo había pensado —.

— Porque el alma del difunto... podría reconocerte — informó —. Usas negro para cubrirte y... que el alma no pueda reconocerte —.

— Entonces hice una mala elección del color — suspiró, mirando al piso —. La señora Joo se debe sentir muy sola. Aunque sea su funeral, hay más desconocidos que amigos... — recogió su cabello —. Ella no tenía amigos —.

Jeong Gu-won la observó con empatía, sentía su tristeza, era como si la desilusión se le traspasara a él y sintiera el peso sobre sus hombros. Se levantó y se acercó a ella, sentándose a un lado suyo.

Con cuidado tomo el brazo de la pelinegra y su ropa cambio al color blanco, ella sorprendida y no acostumbrada a tal poder la observó para después sonreír un poco.

— Ahora te reconocerá — susurró —. Despídete —.

— ¿Tú crees que ella esté aquí? — murmuró mirándolo —. ¿Me podría despedir bien? —.

— Inténtalo — sonrió levemente —. Tú puedes —.

Ella se levantó, dirigiéndose a dónde la velaban, solo para despedirse una última vez. Frente a aquella foto tan falsa.

Do Seo-ri se encontraba ante el delicado lecho de la señora Joo, con una flor en sus manos, sus pétalos frescos contrastaban con la palidez de las flores blancas que reposaban a los lados. Aunque el aroma floral llenaba el espacio, también se mezclaba con la pesadez del adiós. Seo-ri miró a la señora Joo, cuyos ojos cerrados transmitían serenidad.

La flor temblaba ligeramente en las manos de Seo-ri mientras sus ojos se posaban en el rostro apacible de la señora que la educó . Era la primera vez que aceptaba la realidad de la muerte, y la experiencia se anudaba en su pecho. Respiró profundamente, permitiendo que los recuerdos compartidos con la señora Joo fluyeran en su mente, como pétalos que danzan en la brisa.

— Señora Joo — murmuró Seo-ri, su voz apenas un susurro, como si temiera perturbar el silencio que abrazaba la habitación —. Me enseñaste a amar las flores, a ver la belleza en cada petalo y a entender que, aunque se marchiten, dejan su huella en nuestra memoria —.

La flor en sus manos adquiría un simbolismo más profundo; era un vínculo entre la vida efímera de las flores y la eternidad de los recuerdos. Seo-ri comprendía que la señora Joo había florecido en su vida de la misma manera en que las flores llenan de color un jardín.

— Aceptar que las flores mueren es aceptar el ciclo natural de la vida, pero... — Seo-ri se detuvo un momento, luchando contra las lágrimas que amenazaban con empañar sus ojos —, pero nunca pensé que tendría que aceptarlo con alguien tan cercano —.

Observó la flor con atención, como buscando consuelo en sus delicados pétalos. Aceptar la pérdida, dejar ir a alguien tan especial, era un proceso nuevo para Seo-ri. La señora Joo había sido su guía en este viaje, pero ahora, debía caminar sola en la aceptación y el duelo.

— Gracias por enseñarme a amar, a florecer y a aceptar que, al igual que las flores, cada uno de nosotros deja una huella única. Señora Joo, su espíritu florecerá siempre en mi corazón — concluyó Seo-ri, depositando la flor con ternura en la mano de su amiga.

El silencio se hizo más profundo mientras Seo-ri se despedía de la señora Joo, y una mezcla de tristeza y gratitud se reflejaba en sus ojos. Era un paso doloroso, pero también una celebración de la vida que ambas compartieron.

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Hola, perdón por no actualizar. En fin, si perdí lectores ya fué, perdón otv.

Medio choto el cap, perdón.

©fivfics.

MY PERSONAL DEMON | Jeong Gu-won Where stories live. Discover now