—¡Una vez!

—También te saludó por tu cumpleaños —continúo—. Creo que también mencionaste que te pasó el manuscrito de su próximo libro.

—¡Llévame a prisión!

Contengo una sonrisa porque no quiero mostrarle lo mucho que disfruto sacarlo de sus casillas. A veces una chica tiene que tener sus secretos.

—¿Sabes con cuántos autores famosos yo he tomado una cerveza?

—¿Considerando que no bebes alcohol?

—Sí.

—Imagino que ninguno. —Sonríe con suficiencia.

—Estás en lo ciento —me lamento— y he intentado ponerme en contacto con muchos de ellos.

—Quizás estás intentando demasiado, deja que la vida te sorprenda, Grace.

Se encoge de hombros y quiero golpearlo solo para decir que tuve el placer de hacerlo. Claro que también tiene un poquito de razón: lo intento mucho y me frustro cuando no obtengo los resultados que quiero.

—Solo digo que estoy celosa.

—No tienes que decirlo en voz alta, tu actitud lo expresa a gritos.

La violencia física no es una opción por lo que le muestro la lengua y me gano una sonrisa de su parte que me irrita porque tiene el efecto que él desea. Esa sonrisa, esa maldita sonrisa.

—Puedo presentártelo —continúa—. Ty es una buena persona y seguro le agradarás.

—Claro que le agradaré, soy estupenda. Tendríamos una muy interesante charla sobre literatura.

—Si tú lo dices.

—¿Por qué de pronto me insultas? —Entrecierro los ojos en su dirección—. Creí que éramos amigos y te he confesado mis celos lo cual no es poco, Tony.

—Primero que nada, ser tu amigo me da el derecho de insultarte —señala con obviedad—. Y segundo, porque es divertido verte celosa y enojada por algo tan extraño. Nunca creí que una persona pudiera envidiarme por conocer a un autor.

—A un excelente autor —lo corrijo.

—Ve esta actividad como algo positivo. Cuando finalice la bendita feria de autores y hayas lamido la suela de todos los agentes, serás la bibliotecaria favorita de todas las casas editoriales.

—Eso suena estupendo —admito.

Asiente con la cabeza.

—Lo sé y te tengo envidia por tu estupendo futuro de emprendedora. Tú estarás teniendo charlas filosóficas con autores y yo estaré explicando a un montón de adolescentes por qué es importante leer el libro y no solo ver la adaptación.

—Ahora estás jugando conmigo.

—No, claro que no. —Sus ojos cafés me miran fijamente dándome a entender que ninguna de sus siguientes palabras será soltada a la ligera—. Tener un trabajo fijo es estupendo porque sabes que podrás pagar las cuentas todos los meses, pero lo que tú quieres hacer es apostar a lo incierto, a un sueño y eso es mil veces más emocionante y admirable.

—Ahora lo entiendo —murmuro.

—¿Entender qué?

—Cómo es que tienes tanto éxito con las chicas, sabes decir las palabras justas.

—Grace, créeme que no tiene nada que ver con mis palabras.

Tiene la audacia de guiñarme un ojo y por un segundo olvido dónde estamos y lo que estamos haciendo. Por un segundo, solo puedo observarlo y recordar cómo me sentí la semana pasada cuando lo vi con otra chica, antes de saber que era una de sus mejores amigas. Por un momento, lo veo como un muchacho y no como un amigo muy apuesto pero prohibido. Él tiene razón, no necesita soltar ni una palabra para tener éxito con las mujeres, pero, sin dudas, sus palabras son lo que hacen la diferencia. Es cuando habla, cuando te enseña que es más que una cara bonita y un cuerpo de infarto. Es cuando sonríe y te suelta alguna frase motivadora que no parece de galleta de la fortuna. Es cuando te presta toda tu atención y te dice que cree en ti.

De un encuentro y otros cuentosWhere stories live. Discover now