―¿Te dije ya que te amo? ―pregunto, agarrándola de la nuca. Ella ríe, risueña, robándose lo que queda de mi corazón. 

―Me lo dijiste hace menos de cinco minutos. ―responde y junta sus labios sonrientes.

―Bueno, te lo voy a decir toda la vida. ―digo, y sé con certeza que no miento. ―Te amo, Julia. Te amo como nunca amé ni voy a amar a nadie en este mundo. ―su mirada arde sobre mí.

―Te amo. ―murmura con dulzura. ―Tengo muchos "te amo" guardados para vos. ―y eso termina de enloquecer a mi corazón.

―Ojalá tengas muchísimos así nunca se terminan. ―guardo la foto en el bolsillo trasero de mi pantalón, teniendo en mente que tendré que ser cuidadoso para no arruinarla, pero mis manos tienen un único propósito esta tarde: abrazarla tanto y con tanta fuerza que sienta que nadie en el mundo va a volver a abrazarla así.

Junto mis manos detrás de su espalda, haciendo que nuestros torsos queden pegados y nuestros pecho al borde del contacto. Maldigo a la poca distancia que nos separa porque me gustaría sentir su corazón latir contra mi pecho y que ella sienta el mío, que está volviéndose loco ante su presencia.

―Nunca se van a terminar. ―me dice. El tono meloso que usa para hablar solo conmigo me arruina. Sé que es sólo para mí, porque presto mucha atención cuando la escucho hablar con los demás; pone ese tono amiguero, divertido, distinto a la forma que tiene de hablar conmigo.

A mí me habla con amor.

―¿Del uno al diez cuánto me amas? ―le pregunto. Ella tira la cabeza para atrás, riéndose con aquella carcajada tan única, capaz de revivir mis recuerdos más felices a su lado.

―Mirá las preguntas básicas que haces, Enzo. ―dice. Yo hago un chasquido con la lengua.

―Dale, es un número nada más, decime. ―insisto. Julia revolea los ojos.

―Nueve. ―dice segura. ―Porque si te digo diez te la vas a creer y yo quiero que me sigas trayendo chocolates con notitas todas las mañanas para que te ame hasta el diez. ―su ingenio me hace reír.

―Sos una viva bárbara vos. Mirá las cosas que haces por un chocolate...

―Lo hago por las notitas. ―dice, cruzando sus brazos detrás de mi cuello y acercándose un poco más a mí. ―Me gustan tus corazoncitos disparejos y tu letra indescifrable.

Me muero de amor ante esa confesión y pienso en la importancia de los detalles. Es increíble como pueden cambiarle el día a una persona. Pienso en la importancia que tiene el café matutino para Agustín, o los caramelitos de miel para Fran que suele sufrir mucho el dolor de garganta, o los abrazos esporádicos a Felipe...

―¿Te gustó la foto? ―pregunta, entrometiéndose en mis pensamientos y adueñándose de ellos como hace desde que la conozco. 

―Si, hermosa. Es preciosa, muy linda, como todo lo que haces. ―respondo. ―¿Cuando me la sacaste?

―La noche que se olvidaron de nosotros. ―murmura, acomodándome el pelo atrás de la oreja. ―Pasé, te vi y el atardecer estaba hermosísimo. No me resistí. Aparte sentía que iba a tener una oportunidad para dártela.

―Oportunidades no van a faltarte, amor mío. ―digo. ―Cuando llegue a casa voy a ponerla en un cuadrito...

―¿Tenés? ―pregunta.

―No, pero hay un par con fotos que ya no me gustan... ―murmuro, pero al instante me arrepiento de haber dicho eso. No quiero que piense que no me importa. ―No... mejor vayamos a comprar otro. Uno más lindo. Los que tengo son todos feos, no se merecen una foto tan bonita.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 30 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

solo por vos ; enzo vogrincic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora