En ese abrazo prolongado, nuestros mundos se entrelazaron en un momento íntimo, dejando que el tiempo se disolviera ante la conexión palpable entre nosotros.

—Me había preocupado mucho.— Le digo sin separarme.

—Lo siento, yo no pod-.

—No hace falta que me des explicaciones, Enzo. Yo entiendo.

Al oír mis palabras comprensivas, aquel se apartó de mí, permitiendo que la distancia física reflejara la brecha emocional que había entre nosotros en ese momento.

Sin embargo, en un giro repentino, sus manos buscaron mi rostro, envolviéndolo con una ternura inesperada. Sus dedos, con cuidado, sostuvieron mi cara, y sus ojos se encontraron con los míos, transmitiendo una delicadeza que trascendía las palabras.

En ese instante de contacto visual, percibí un intento de conexión más profunda, como si sus manos sostuvieran no solo mi rostro, sino también la posibilidad de comprender y compartir algo más allá de las expresiones verbales.

—Digo tantas cosas tratando de negar lo que siento, pero cuando te veo... Cumplir mi promesa se me hace imposible.

Al escucharlo susurrar esas palabras en un tono cálido, mi cuerpo se llenó de confusión. No conseguía comprender completamente a qué se refería, pero de alguna manera, un escalofrío ascendió por mi espina dorsal, creando una intriga que me envolvía. El trasfondo de su mensaje se me escapaba, pero algo en esas palabras sugería una profundidad de sentimiento que capturó mi atención.

Aunque la confusión persistía, había algo en la manera en que lo dijo que resonó en mí, generando un atractivo inexplicable. No entendía completamente, pero el matiz de sus emociones parecía tener una resonancia profunda.

Aquel me observó, escudriñando cada rasgo de mi rostro, y en ese intercambio de miradas, logró arrancarme una sonrisa. En ese momento, la confusión se diluyó frente a la conexión visual, y pude percibir que, aunque las palabras eran un enigma, la esencia de su expresión ocultaba un significado que superaba las barreras de la comprensión verbal.

En un acto rápido pero cálido dejo un beso en mi frente para luego alejarse de mí dejándome conmovida.

Trago grueso tratando de alejarme de mis pensamientos para después seguirlo hasta la cocina y preguntar.— ¿Tenes hambre?

—Demasiada.— Dice mirándome con sus hermosos ojos que aún se encontraban rojos de tanto llorar.

—Fíjate lo que cocine, está en la heladera.

—¿Cocinaste?, ¿vos?— Pregunta en un intento de molestarme logrando que ponga mis ojos en blanco.

—Tonto.— Digo con gracia.

El ambiente se tornó tranquilo, adquiriendo un matiz cálido que parecía envolver la estancia. Al abrir la heladera, Enzo se topó con unas suculentas milanesas de berenjena con puré que había preparado esa misma mañana. Su sonrisa al descubrir la comida fue contagiosa, y sin dudarlo, decidió calentarla. Con una mirada cómplice, me preguntó si ya había comido.

Con sinceridad, admití que no, que aún no había comido. La verdad era que la angustia de no saber dónde estaba, me había dejado sin apetito.

Aunque, reflexionando un poco más, me di cuenta de que tal vez esa era simplemente una excusa, una pantalla que ocultaba la verdadera razón detrás de mi falta de hambre. El silencio entre nosotros revelaba más de lo que las palabras podían expresar, y en ese momento, la comida se convirtió en una especie de refugio temporal en medio de la incertidumbre.

—Come conmigo.— Me dice logrando que yo niegue con rapidez.

—No tengo hambre, en serio.— Digo con una sonrisa.

—Florencia no comes desde que te levantaste, tenes que comer algo.

Su tono, con un matiz algo exigente, provocó un revuelo en mi interior. Mientras sopesaba sus palabras, la verdad se filtró en mi conciencia: no había probado bocado desde que me levanté. La falta de alimentación comenzaba a dejar su huella, con mareos que se insinuaban de vez en cuando, recordándome la necesidad de cuidar de mí mismo.

Aunque inicialmente resistí la sugerencia, al final, al aceptar la realidad, reconocí que tenía razón. Mis reservas se vieron afectadas y, con renuencia, decidí atender a la lógica y a su genuina preocupación. Así, a regañadientes, accedí a comer, entendiendo que mi bienestar exigía más que una simple negativa.

—Esta bien, pero un poquito. Realmente no tengo hambre.

—Lo que vos digas, Flor.

Y así, sin más, compartimos una cena a las siete y media de la tarde. Aunque era bastante temprano, no iba a rechazar su compañía ni su pregunta. Accedí, y la noche nos envolvió con rapidez: miradas cómplices, risas espontáneas y tactos ligeros crearon un ambiente distendido.

Sabía que la mañana siguiente sería complicada; nos esperaban escenas íntimas y una larga charla con la coordinadora de intimidad.

Aunque sentía cierto temor, ya que era la primera vez que me enfrentaba a un desnudo en una película, al mismo tiempo, me sentía segura, especialmente con él como coprotagonista. La confianza compartida en ese momento dejaba entrever que, a pesar de los desafíos por venir, había una conexión sólida que nos respaldaba en esta nueva y emocionante experiencia cinematográfica.


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𝗦𝗛𝗘 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄ [𝐏𝐀𝐔𝐒𝐀𝐃𝐀]Where stories live. Discover now