—Comprendo, la princesa es un poco pudorosa.

Me encojo de hombros.

Si de verdad supiera la razón por la que no quiero que un hombre me veas jamás desnuda, creo que lo comprendería de verdad.

—No es solo eso, es que...—desvió mi mirada hacia el ventanal, da hacia el exterior a un espeso jardín, pero la ventana está ubicada lejos de la bañera —. Da igual.

—No da igual. No creas que quiero abusar de tu confianza. No voy a hacerte daño, Stella. Jamás haría daño a mi mujer...a una mujer —carraspea por la confusión —. Solo quiero hacer que todo sea más fácil, esas manchas que tienes son difíciles de quitar y vas a necesitar ayuda. Por eso me ofrecí a bañarte.

Frunzo el ceño.

Estoy un poco nerviosa, pero es que este hombre hace que mis nervios se multipliquen y colapsen por mi cordura.

—Podré bañarme sola, gracias por preocuparte.

Una sonrisa de lado aparece en su rostro, mientras se levanta y avanza hacia la puerta.

—Te daré el espacio que necesites, y después vendré a molestarte un rato. Tenemos cosas importantes que conversar, y otras que debes saber antes de vivir aquí.

Asiento en silencio.

Abre la puerta y da un paso para abandonar el aseo, el sentimiento de temor vuelve a azotarme la conciencia. Tengo miedo de que me deje sola, y que empiecen a pasarme más desgracias que me hieran más. No estoy en condiciones de tener más problemas, porque tengo que superar unos que son horribles y no tienen solución.

Me siento confundida porque no quiero que se vaya, ni tampoco que me vea desnuda. ¿Pero que puedo hacer? El terror se filtra por mi cuerpo como si fuera veneno.

—Espera, ¡no te vayas! —le susurro histérica—. Puedes quedarte pero no mires, si necesito tu ayuda te la pediré.

Vuelve a cerrar la puerta.

—Cómo lo desees, princesa.

Él sabe que ese apodo me molesta, pero me sigue llamando así solo para molestarme. Creo que es hora de seguir su mismo juego y molestarlo un poco también.

—No hagas ruido, ogro, que necesito tranquilidad.

—¿Qué mierda acabas de llamarme? —suena y me mira incrédulo.

—Silencio, ogro. Y date la vuelta que me voy a desnudar.

La sonrisa traviesa de su rostro me llama la atención, se aparta un mechón corto de color negro de su frente y se da media vuelta para observar la bonita pared de mármol blanco. No objeta ni dice nada. Aprovecho que no está mirando para quitarme su chaqueta, meterme en el agua tibia. Suspiro cuando la humedad caliente abraza los músculos tensos de mi cuerpo.

Creo que voy a disfrutar demasiado de este baño.


KILLIAN

Maldita humana.

¿De verdad que me está dando órdenes? ¿A mí? Qué he liderado los grupos más sanguinarios de guerreros licántropos en las guerras más importantes del país, que nadie se atreve a mirarme por encima del hombro, alterar mi humor o ni siquiera, objetar nada de lo que le digo. Todos me temen, por el pasado que cargo a mis espaldas y por mi maldito humor aterrador.

Luna MalditaWhere stories live. Discover now