—El resto está en clase.—le respondió su primo, Damien.

—Me imagino que les enseñas a pelear.

—No solo a pelear.

Juntos atravesaron el ala norte donde los Sombras entrenaban. Los hombres sudaban y jadeaban exhaustos mientras realizaban su última carrera del día. Comúnmente cada uno de sus entrenamientos empezaba y finalizaba con una carrera.

—Ni mis asesinos son tan entusiastas.—observó divertido. Era evidente que llevaban horas entrenando.

—Eso que aún no haz visto nada.—continuaron con su recorrido hacia la zona este, el área del servicio y también el lugar donde la mayoría de mujeres perfeccionaba sus artes.

—¿Y esa música?—Bastián se detuvo al escuchar una suave melodía proveniente de uno de los salones.

—Es la práctica de arpa, piano y baile.—le dijo Damien.

—¿Podemos entrar?—el vizconde sentía curiosidad por ver una función de ese calibre en primera fila.

—Pero por aquí...—Su primo le señaló una puerta lateral, que conducía a un pequeño pasadizo secreto ubicado cerca del salón de prácticas.—Desde este lugar podemos verlas, pero ellas no nos ven.—le explicó señalando la pared falsa que los cubría.

Admito que es una buena forma de supervisar a tu servicio.

—No lo construí por eso.—Damien agachó la mirada mientras negaba con la cabeza.

—Entonces...—Bastián vió como una de las gráciles señoritas que bailaban caía al piso en medio de un giro.—¿Qué pasó?

Colapsó por la práctica, lleva bailando desde temprano en la mañana.

Eran las seis de la tarde.

—¿Qué?

—Bailan y bailan sin parar y este es el resultado.—le dijo él.

—Pero si lo sabes...¡¿Cómo puedes exigirles que practiquen hasta desfallecer?!—miró mal a su primo.

—¡¿Crees que yo lo exijo?!—su voz le hizo helar la sangre—Gracias a mis constantes reproches he conseguido que no se presionen tanto, pero cuando creen que nadie las observa hacen eso.

—Pero porque...—para el vizconde ese comportamiento no tenía sentido.

—Porque aspiran a ser las mejores.—Bastian abrió los ojos de par en par.—Sienten que me lo deben por darles la oportunidad de aprender.

—Eso es...—Bastián vió como las mujeres conseguían levantar a su compañera y la depositaban con cuidado en uno de los divanes. La mujer se había desmayado.

—Todos en Bleiston House conocen de la extraordinaria deuda que Elise y yo adquirimos con el Consejo para poner este lugar a funcionar. Y se sienten en deuda por eso.

En medio de su ajetreo una de las mujeres al parecer se dió cuenta de su presencia y no dudó en pedirle a la más joven ir a comprobar su sospechas por ella.

—¡Lilibeth revisa si el pasadizo está vacío!—oyó que ordenaba Minerva.

Ya nos encontraron.—Damien aguardó a que la doncella abriera la puerta para salir.

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now