🪷 Capítulo 39 🪷

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Recientemente, algunos nobles de la corte comenzaron a hacerle varias preguntas.


—Hmm, Vizconde. ¿Mencionaste que tu hijo es el Comandante de los Caballeros Negros? Entonces, ¿puedes reunirte con la Princesa?

—Envidio a los Caballeros Negros. Mis hijos necesitan renacer para convertirse en caballeros.


Su tono de voz y ojos celosos eran prueba de que el Vizconde Gray tenía una oportunidad.

El Vizconde quería de alguna manera atraer la atención de la Princesa hacia su primer hijo, Benjamín, o hacia su segundo hijo, Bradley.

Cualquiera de los dos estaría bien.

—¿Por qué no hay respuesta? Después de todo, es tu subordinada directa, ¿así que ni siquiera puedes manejar eso?

Ante la insistencia del Vizconde, Kaylo levantó la mirada.

Cuando Kaylo hizo contacto visual, el Vizconde se estremeció por un momento.

Quizás porque tuvo una vida dura como mercenario y pasó mucho tiempo en el campo de batalla, Kaylo a menudo exudaba una energía siniestra e indescriptible.

El Vizconde Gray sabía mejor que nadie lo infame que fue durante la guerra porque fui él quien deliberadamente hizo más grande los rumores.

Los nobles criticaron a Kaylo por ser vulgar, pero a medida que su notoriedad se extendió, no pudieron tratar al Vizconde Gray descuidadamente.

En pocas palabras, el Vizconde usó a Kaylo como un zorro detrás de un tigre.

—Hmm, si tienes algo que decir, dilo —dijo el Vizconde tratando de disimular que estaba asustado.

—No entiendo, ¿por qué quiere que la Princesa los salude? —preguntó Kaylo sin comprender.

—¡No tienes que entender, solo obedece lo que digo!

—...

Kaylo se sintió ofendido por la forma en que lo trataron como a un sirviente, pero no lo demostró por fuera.

«Debo ser lo más calmado y silencioso posible.»

Kaylo debía agachar la cabeza hasta lograr poder pisotear al Vizconde Gray con todas sus fuerzas.

—Mmm...

Había pasado un tiempo desde que lo vio y parecía tener demasiada confianza en controlar a Kaylo, ​​quien acudió hacia él tan pronto como completó su misión. Por ahora, era mejor ser amable hasta que lograra lo que quería.

—Has estado fuera de la capital por un tiempo, así que no lo sabes. Hay rumores sobre que la Princesa Agnes ha renunciado a casarse con Raymond Spencer —dijo el Vizconde Gray enojado y se aclaró la garganta.

—...

—Deseo convertir a uno de tus hermanos en yerno del Emperador.

Sólo entonces Kaylo comprendió las verdaderas intenciones del Vizconde y estuvo a punto de reír.

El Vizconde no sabía mucho sobre la Princesa Agnes, y ella no era una mujer que se rendiría fácilmente con Raymond Spencer.

Todos parecían tener una ilusión grande porque la Princesa había reprendido a Raymond delante de los demás solo una vez. Sin embargo, en lugar de señalar eso, Kaylo asintió obedientemente.

—Está bien.

Y no importaba cuánto renunciara la Princesa Agnes a Raymond Spencer, no había manera de que los medios hermanos de Kaylo llamaran su atención.

«Sueñas en grande.»

La Princesa Agnes era una mujer que nunca había tenido nada más que lo mejor desde que nació. Y los medios hermanos de Kaylo, Benjamín y Bradley, eran cosas terribles.

Esos tipos no tenían encanto humano, y mucho menos atractivo masculino.

Estaba claro que el Vizconde no podía ver a sus hijos objetivamente.

—¿Hay algo más que quieras que haga? —preguntó Kaylo.

A Kaylo le molestó tener que recorrer todo el camino hasta la mansión con su cuerpo cansado sólo para escuchar tanta mierda inútil. Todo lo que quería hacer era darse prisa en terminar el asunto y dormir como si estuviera muerto.

Sin embargo, el Vizconde habló como si estuviera siendo generoso.

—Mientras estés aquí, ven a comer con tu familia. Es hora de cenar.

—... Está bien.

Aunque solo quería irse y dormir profundamente, Kaylo una vez más respondió obedientemente.

Si comían juntos, la Vizcondesa y sus hijos estarían todos presentes.

Kaylo sabía muy bien que su sola presencia les causaba un gran estrés, así que contuvo su fatiga y se levantó para dirigirse al comedor.

Una comida en la que observaría cómo se arrugaban los rostros de las personas que tanto lo despreciaban... Sí, sería muy agradable verlos.


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La cena fue tan buena como Kaylo esperaba.

El rostro de la Vizcondesa se endureció tan pronto como lo vio aparecer de la nada.

«¡Cómo te atreves...!»

Internamente quiso armar un escándalo, preguntando por qué apareció, pero la Vizcondesa se contuvo y perseveró porque no había manera de que Kaylo pudiera entrar en la mansión sin el permiso del Vizconde Gray.

No había podido decir una palabra de queja desde que su esposo comenzó a ayudar a sus padres, que se habían vuelto pobres.

La Vizcondesa simplemente bajó la mirada y se sentó en silencio frente a la mesa. Por otra parte, los hijos del Vizconde, que bajaron tarde al comedor, fruncieron el ceño mientras miraban a Kaylo.

—¡... !

—¿Qué están haciendo? ¡Siéntense!

Cuando el Vizconde habló en tono severo, los medios hermanos de Kaylo se sentaron en silencio frente a la mesa.

Y así comenzó la incómoda comida.

La Vizcondesa ignoró por completo a Kaylo, ​​como si fuera invisible. Ni siquiera miró en su dirección a pesar de estar sentada frente a él.

Esa aparente indiferencia puso de los nervios al Vizconde Gray.

Normalmente, el Vizconde Gray habría tolerado la actitud de su esposa, pero ahora la situación era diferente.

«Esta mujer...»

Tal vez, gracias a Kaylo, ​​podría convertirse en la suegra del Emperador.

«Deberías mirar el bosque, no los árboles. Pareces una mujer tonta y de mente estrecha.»


La Princesa otaku trabaja duro hoyKde žijí příběhy. Začni objevovat