—Dijiste que no querías ir, y ya avisé que iba solo.

No respondí, pero asentí con la cabeza y me seguí maquillando.

—¿Y para que te maquillas?

—Porque quiero.

Ahora fue él quien se quedó callado, no tardó mucho hasta que escuché el ruido del spray del perfume y su olor llenó la habitación. Él salió y escuché cómo abría y cerraba la puerta de entrada, se había ido.

Me miré en el espejo y dejé de maquillarme, solo me faltaba el labial. Sentía que mis ojos me picaban y el pecho me dolía, agarré el labial y empecé a pintarme los labios, de un momento al otro empecé a llenarme la cara de ese cremoso y suave color rojo clásico.

Ni siquiera me di cuenta del momento en el que empecé a llorar, pero ya tenía mis manos tapando mi cara y el dolor en el pecho no hacía más que intensificarse. Me repugnaba lo que me mostraba el espejo; una mujer rota.

¿En qué momento había empezado a mendigar amor?, ¿En qué momento lo había empezado a amar más que a mi misma? Era como si me gustara sufrir, como si me estuviera quemando con las llamas más grandes y él las hubiera provocado.

Me metí al baño para lavarme la cara, me saqué todo el maquillaje y fui al living. Me senté en el piso frente a las enormes ventanas que antes me dejaban ver el brillante atardecer e iluminaban toda la casa.

Ahora estaba todo oscuro, el cielo brillaba con los truenos y las gotas de lluvia empapaban las ventanas. La habitación estaba oscura, parecía vacia. Puse mi cara entre mis rodillas y mis rodillas contra mi pecho.

¿En qué momento mi vida se había convertido en una de las canciones tristes que tanto solía amar?

Mi teléfono vibró en mi bolsillo y atendí solo al ver que era una llamada de Carolina.

—Vicky, ¿Estás lista?

—¿Para?

—la fiesta...¿Estás llorando?

—No, no estoy llorando y no voy a ir a la fiesta. No tengo ganas.

—Bueno dale, ahora voy a tu casa y de ahí vamos a la fiesta.

—Te dije que n-

Ya había cortado, suspiré y dejé escapar un grito que me quemó la garganta.

Había pasado un rato cuando Caro ya estaba en casa y me había arrastrado a mi habitación para que empiece a maquillarme. Ella mientras, revisaba mi ropero y tiraba toda la ropa encima de la cama.

—Este —finalizó después de lo que parecía una eternidad. Gire mi cabeza para verla y sostenía un vestido rojo de satén en sus manos mientras agarraba un par de zapatos negros.

—No me gusta ese vestido.

—No te pregunté. Cambiate —me tiró el vestido a la cara básicamente, y se sentó en el borde de la cama.

Me obligué a no decirle lo que estaba pensando y me empecé a cambiar, ella abrochó mis zapatos y me pintó los labios con ese mismo rojo.

—Estás hermosa amiga, ni pareciera que hubieras estado llorando.

—No estaba llorando.

—Da, y yo soy Luisana Lopilato.

—Una Luisana medio baqueteada.

La escuché reír y también lo hice.

—No te voy a preguntar qué pasó, pero quiero que las dos disfrutemos de esta noche sin dramas.

Y tras decir eso, me tiró el bolso y me empezó a empujar para salir de casa y meternos en el Uber. Dijo que no quería llevar auto por si nos poníamos en pedo, lo cuál me pareció bastante responsable y exagerado a la vez, porque yo no planeaba ponerme en pedo.

Cuando llegamos a la fiesta notamos que en el lugar no había tanta gente, claro, nos habían dicho que era una fiesta privada pero no que era tan privada. A penas cruzamos la puerta ya teníamos a Nico abrazándonos y besuqueando a Caro.

—Yo sabía que no nos ibas a fallar Vicky —comentó burlón y me dió un golpecito en el hombro.

—La futura señora tagliafico me obligó.

—Y por eso va a ser la futura señora tagliafico —respondió Nico abrazando a Caro y no pude evitar sonreír—. Bueno señorita, las dejo que disfruten de la noche y procedo a emborracharme con Fernet.

Nico se fue y Caro me arrastró hasta la barra, muchas personas se habían acercando para halagarnos o hacernos cumplidos, también para felicitar a Caro por su compromiso.

—Dos tequilas —pidió la rubia.

—Yo no quiero.

—Vas a tomar igual, no sos conductora designada asi que no acepto excusas.

Nos pusimos sal en el dorso de la mano y la lamimos antes de tomar el tequila, después exprimimos una lima para cortar el alcohol e hice una mueca de asquito, porque me habia quemado la garganta.

—¡Vicky! —Sentí unos brazos en mis hombros y de inmediato reconocí la voz.

—Hola Enzo.

El riverplatense esbozó una de sus sonrisas y me dió un beso en el cachete como saludo.

—Hace cuánto que no te veía, te queda re lindo el rojo —halagó y yo sonreí agradecida—. El juli dijo que no ibas a venir.

Reí incómoda.

—Cambio de planes.

—Bueno, te dejo que se me perdió Valen. Julián anda por allá.

Lo ví señalar a una dirección y después irse, suspiré y me di media vuelta para volver a mis shots con Caro. La escuchaba hablar sobre su boda y veía con ternura cómo se le iluminaban los ojitos de ilusión, estar emocionada la hacía ser más expresiva y naturalmente, más linda.

—Mirá, ahí viene tu Romeo.

Y tras decir eso, se alejó.

—¿Qué haces acá? —Lo escuché decir atrás mío y no necesité darme vuelta.

—Vine con Caro —respondí tranquila y seguí tomando mi trago.

—Dijiste que no ibas a venir —murmuró y parecía molesto—. Mirame cuando te hablo Victoria.

—No vine con vos, no sé en qué te afecta.

—Me afecta saber que mi novia prefiere estar con sus amigas antes que conmigo.

—Entonces deberías buscarte una novia nueva.

—¿Qué?

Espinas de rosa|| Julián Álvarez Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang