He tenido que viajar en metro para asegurarme que su pastel llegue en buen estado y, por lo mismo, he salido antes de casa. Como siempre, llevo más bolsos y cosas de los que puedo manejar y me tambaleo todo el camino hacia el instituto procurando no botar nada en el camino. No es fácil ser bibliotecaria, por todos los cielos. Cargar libros a todas partes es una tarea titánica y, aun así, me encanta.

Hoy, a diferencia de ayer, paso por mi oficina y luego me dirijo hacia la sala de profesores. No voy a evitar a Tony, sería pésimo de mi parte hacerlo considerando que es su cumpleaños. No se lo he dicho a nadie, como el pidió, y aun así nos ha llegado a todos un correo minutos atrás invitándonos a la hora del almuerzo a comer juntos para celebrar el nacimiento de nuestro nuevo profesor de literatura.

Lo espero en mi asiento de siempre, sabiendo que he llegado temprano, e intento no pensar en la otra muchacha. Milan. Hasta su nombre es bonito, inspirado en una de las capitales de la moda. Bufo, procurando no comparar mi nombre con el de alguien a quien no conozco. Además, yo no elegí cómo me llamó.

Algunos profesores comienzan a llegar y a pasar el tiempo en la sala. Saludos a todos con una sonrisa y algunas palabras, pero los grupos siguen sin mezclarse mucho y cada uno se queda en su mesa. Por fin, Tony llega y se apresura hacia su asiento como si estuviera escapando de algo o alguien.

—¿Estás bien? —le pregunto, preocupada.

—Sí, solo estoy escapando de los saludos de cumpleaños. —Sonríe tenso y parece dejar caer todo su peso en la silla—. Creí que mentías con lo del correo electrónico al personal. ¿Uno ya no puede decidir si quiere compartir o no información privada con el resto de sus compañeros?

—No sé si el cumpleaños es información privada.

—Lo es —asegura—. No me quejo con recursos humanos porque me han dado un buen regalo.

—Ah, ¿sí? —Arqueo una ceja con curiosidad—. ¿Y qué es?

—Una gift card para una aerolínea low cost. —Sonríe—. Tengo que pensar dónde pasaré mis próximos días libres. Me gustaría ir al parque de Marvel en Disney.

—Ese es un muy buen regalo —admito con un poquito de celos porque evidentemente ya no sé controlarme—. Por cierto... feliz cumpleaños, Tony.

Me observa en silencio por unos segundos, de verdad me presta atención como si su escape hubiera ocupado todo su cerebro por unos minutos. Sus ojos se posan en mi sonrisa, luego bajan hasta mis manos y observan la cajita blanca, así como la bolsa a su lado. Frunce el ceño y luego sonríe lo cual es divertido y desconcertante a la vez.

—¿Eso es para mí?

—Primero que nada, se dice «gracias» —lo reprendo y no puedo evitar sonreír todavía más—. Y sí, es para ti.

—¿Qué es?

—Un regalo —contesto con obviedad.

—Sí, pero qué tipo de regalo es.

Abro la caja y la deslizo hacia él prestando atención al resto de nuestros compañeros que parecen haberse percatado de que Tony está aquí. En cualquier momento vendrán a saludarlo y se acabará nuestro pequeño momento privado. No quiero que me vean dándole un regalo, no porque me avergüence, sino porque no haré lo mismo con todos ellos.

—Es un pastel —susurra y sus labios se curvan hacia arriba.

—Espero que te guste.

—Tiene mi nombre escrito con las letras de Spiderman —señala, su sonrisa bien amplia.

—Creí que era un detallito simpático. —Me encojo de hombros—. No sabía muy bien qué tipo de pasteles te gustan, así que elegí los rellenos basándome en mis propios gustos.

De un encuentro y otros cuentosWhere stories live. Discover now