Prólogo

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01 de Febrero 1994

París, Francia


Marie Colville junto a su esposo, Evan Baker, se encontraban en la sala de emergencias de un hospital de la ciudad París, donde habían decidido pasar sus vacaciones de verano mientras se acercaba el nacimiento de su primera hija, la cual había sido concebida también en uno de sus viajes y la esperaban con mucho cariño y anhelo.


— Vamos Marie, inhala y exhala,vale,de nuevo—le repetía el doctor, qué gracias a todos los cielos hablaba ingles, ya que Evan era el que dominaba el Francés y en ese momento se encontraba en estado de shock.

Comprensible, ya que sería padre por primera vez.


Un grito desgarrador salió de la boca de Marie la cual sudaba a más no poder, la pequeña estaba presentando algunas complicaciones.


— ¡Evan! ¡Maldita sea deja de mirar a la nada y haz algo! —gritaba Marie mientras al mismo tiempo pujaba para que la pequeña saliera


Evan seguía en su estado de shock, algo que no ayudaba mucho a Marie ,este solo le tendió su mano a la susodicha, la cual tomo su mano y la apretó ,tanto que hasta podría oírse el crujir de los huesos de Evan, pero en esos momentos lo que menos importaba eran los dedos de Evan, solo importaba que la pequeña saliera.


Más gritos se escucharon por las siguientes cuatro horas, horas en las que Evan solo le tendió la mano a Marie y murmuraba muy bajo "voy a ser papá" o "ella viene en camino".


Después de eso se escucho un suspiro muy grande de parte Marie y un llanto provenía de una parte no muy lejos, el matrimonio busco aquel llanto y por primera vez vieron a su pequeña hija, la cual ahora estaba cubierta por unas mantita rosa que tenía un pequeño estampado de oso. Se la entregaron en brazos a Marie,la cual con lagrimas en los ojos y una sonrisa de oreja la vio a esa pequeña criatura que junto a Evan había procreado.


Evan aun no podía creer que el amor de dos personas pudiera haber creado tal pequeñez y para si acabara tan bella y tierna.


—Evan, acércate, vamos— hablo bajo una Marie ya cansada de tantas horas de parto en el cual su esposo se había mantenido en silencio y en ocasiones murmurando cosas que solo él se escuchaba y en rara ocasión Marie había escuchado. —Es tan pequeña, tan inocente y privilegiada—suspiro.

— Nuestra pequeña—susurro Evan

— Si...nuestra pequeña— Marie muy apenas podía hablar, era tanto el cansancio que había obtenido que su piel ya no era normal ahora parecía más pálida que un helado de coco.


Fueron tan solo unos minutos que bastaron y quitaron de los brazos a la pequeña para darle, ahora sí, su chequeo correspondiente.


—Evan

— Si, Marie

— Cuida de nuestra hija—la voz de Marie a pesar de ser baja ahora se oía como si agonizara

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