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El bullicio de la gente en el aeropuerto de la Isla Quesadilla era demasiado fuerte, no solo era un lugar turístico, también era la capital donde el arte renacía en cada instante, pero, sobre todo, era el lugar donde los sueños se hacían realidad. O al menos ese era el slogan que manejaban para que los visitantes se animaran a extender su visita. 

Roier cargaba su equipaje mientras recorría la multitud de gente que venía descendiendo del mismo avión que él, la combinación de olores le calaba en la punta de la nariz, pero era algo de lo que debía acostumbrarse si deseaba encajar en una sociedad donde la jerarquía de especies predominaba en la cima. Era consciente de que este ambiente era el comienzo de su nueva vida, renuncio a todo y a todos para emprender camino hacia la cima de sus sueños, esto debía funcionar. Claro que debía. 

La sensación de hormigueo en el estómago estaba presente desde el momento en el que su avión despegó, debía admitir que estaba muy nervioso y varios pensamientos pesimistas intentaban instalarse en su corazón, pero no debía hacerles caso si quería triunfar en la pantalla grande. Recién estaba empezando, no quería hacerlo con el pie izquierdo. '

Cruzó las puertas de salida del recinto, su plan era sencillo y consistía en unos breves pasos que tenía anotado en la servilleta del sándwich que le ofrecieron en el avión. Llegar, instalarse en su nuevo departamento, comer, hacer un par de audiciones, actuar en una película y recoger su premio al mejor actor del mundo. Demasiado fácil, pero por el momento debía cumplir el segundo paso: instalarse. 

 Tomo sus maletas y esperó pacientemente a que un taxi se detuviera para llevarlo a su destino, tarareo una melodía mirando a todos lados para hacer la espera más corta; por primera vez en su vida, veía a Alfas, betas y omegas conviviendo en armonía. En su ciudad natal, todo era demasiado rígido y no se podían dirigir la palabra si eran de desconocidos de diferentes especies, las cosas aún estaban demasiado atrasadas para su gusto.

Este nuevo aire le lleno el corazón de esperanza, las cosas aquí eran diferentes, modernas y abiertas, algo que anhelaba en su búsqueda de nuevas oportunidades. Finalmente, un taxi se detuvo frente a él y después de intercambiar unas palabras para indicar el destino, el omega subió sus maletas y se sentó en la parte trasera del vehículo. Su mirada se perdió en la ventanilla, tratando de memorizar las nuevas calles que se presentaban frente a sus ojos, no quería perderse en la inmensidad de la Isla, debía ser precavido, al fin y al cabo, seguía siendo omega. 

El trayecto fue relativamente corto, o eso le pareció al estar tan distraído en sus pensamientos. El taxista, respetando el silencio que parecía envolver al joven omega, lo llevó hasta el 457 de la Avenida Principal, como había solicitado Roier. Al detenerse frente a su destino, agradeció al taxista y descendió del vehículo con las conocidas mariposas revoloteando en su estómago. 

— Chico, una única cosa, no todo es tan bueno como lo parece, los omegas no duran mucho en esta ciudad y menos los lindos como tú. — Abrió los ojos como platos al escuchar lo que el taxista tuvo para decirle. — Bienvenido a la Isla.

— ¿A qué se refiere? —fue la única pregunta coherente que salió de sus labios, por el contrario, el taxista solo se rio de forma burlesca y acelero el coche dispuesto a seguir con su trabajo. No llevaba una hora en la Isla y ya había tenido una mala experiencia, esperaba que eso solo fuera una broma del hombre para asustarlo. Como sea, él no era débil. 

Resopló, soltando la tensión que había aparecido en sus hombros, dio media vuelta, encontrándose con un edificio de tres plantas, su nuevo hogar durante algunos meses. Admitía que no era lo mejor de la zona, la fachada estaba desgastada y las ventanas se veían opacas. Sin embargo, encontraba una belleza que lo cautivo desde el minuto uno que lo encontró mientras navegaba por internet. 

— Muy bien, aquí voy, ya no hay vuelta atrás. —  Se dijo para sí mismo mientras tomaba sus cosas y se adentraba al interior del edificio, donde se encontró con otra sorpresa, el elevador estaba fuera de servicio. Eso significaba que tenía que subir todo por las escaleras, dios mío, cuestionó internamente en qué momento se le ocurrió que rentar el departamento del último piso era una buena idea. — Nadie dijo que sería fácil. 

Ya estaba demasiado cansado del viaje como para tener que subir todo cargando, pero quería demostrarle a la gente que, si podía ser un omega independiente, liberándose de un apellido poderoso y no necesitaba de un alfa que le resolviera toda la vida en segundos. Su padre siempre decía que le gustaba la vida difícil, estaba decidido a demostrarle que podía enfrentar los desafíos por sí mismo.

Cada escalera subida era un peso extra sobre sus hombros, no era para nada lo que había esperado de su primer día en la Isla. "Vamos, yo puedo" y así continuo por varios largos minutos, arrastrando como podía sus pertenencias hasta llegar a la entrada de su departamento. Una sonrisita de triunfo se instaló en su rostro, abriendo la puerta con satisfacción, se sentía victorioso. 

Ante sus ojos, se presentó un lugar con un encanto sencillo. En el centro de la sala, un sillón desgastado por el tiempo, frente a él, una antigua televisión ocupaba un modesto mueble de madera, probablemente nunca la usaría. 

En una esquina, un librero aguardaba expectante, aunque irónicamente sin ningún libro. La cocina, básica pero funcional, ofrecía lo necesario para satisfacer las necesidades de Roier, al fondo podía percibir las puertas que lo conducían al baño y a la habitación, respectivamente. 

Sin embargo, lo que realmente había cautivado a Roier no era la simplicidad de los muebles o la antigua televisión, sino un detalle que convertía ese lugar en algo especial: un gran ventanal que se extendía desde el suelo hasta el techo. Este ventanal revelaba la Isla Quesadilla en todo su esplendor, inundando el espacio con una cascada de luz natural.

La vista desde el ventanal era un lienzo en constante cambio: las luces de la ciudad destellaban en la distancia, el ir y venir de la gente en las calles, y el horizonte que se perdía en el azul del mar. Era un recordatorio constante de que, a pesar de la modestia del lugar, estaba inmerso en la belleza y la vida vibrante de la Isla Quesadilla.

Fue cuando permitió que las lágrimas brotaran de sus ojos, deshaciendo el nudo que llevaba en la garganta desde que salió de casa de sus padres, se dejó caer en el suelo y lloró, no podía creer que estaba cumpliendo su sueño, al fin era libre de decidir su vida y de conseguir trabajo de su verdadera y única pasión, la actuación. 

 En ese pequeño departamento, con el ventanal como testigo y la ciudad parpadeando más allá, Roier se encontró a sí mismo en un momento de pura autenticidad. Se sentía vulnerable, pero al mismo tiempo, invencible en su libertad recién descubierta.

Se limpió cualquier rastro de llanto en su rostro y alzó la vista, perdiéndose en la inmensidad de la Isla. — Tengo mucha hambre. — Suficiente llanto por hoy necesitaba recuperar sus fuerzas para poder desempacar. Bajo por un momento la vista y vio una cafetería justo en frente del edificio, que conveniente. 

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Primer capñitulo terminado, gracias por iniciar esta nueva aventura conmigo. 

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⏰ Last updated: Dec 20, 2023 ⏰

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Cuerdas de poderWhere stories live. Discover now