Ekaterimburgo

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Dasha

El sol de Ekaterimburgo broncea un poco mi piel mientras estoy acostada en los taburetes que están cerca de la piscina, hoy es uno de esos pocos días en que el sol salió así que debo de aprovechar un poco este clima, reviso mi celular en el cual brillan las noticias que me alegran el día «El AMBAR cada día se distribuye más por el continente lo cual preocupa cada día más a los médicos».

Se supone que estás noticias entristecen al mundo, pero en mi caso es algo que me alegra más el día. Continúe leyendo más artículos hasta que uno de los trabajadores apareció enfrente de mi nublando el día, de seguro Egor me necesita para algo importante, si Egor es mi padre, pero jamás le podré llamar así si jamás fue uno.

—El señor Morozov quiere verla de inmediato—Dijo mirándome—Es algo urgente

Tome la toalla que reposa a mi lado, me la coloco y me levanto de mala gana.

—Dile a Egor que cuando me mande a llamar, me mande a traer con un idiota que no me mire como si me quisiera cogerme con la mirada—le dije de mala manera mientras me ponia de pie, dejando de lado a ese idiota.

Subí a mi habitación y me deshago del bikini para colocarme unas bragas de encaje, unos vaqueros azules y una blusa grande de color blanco, tome mi teléfono, baje a la oficina de Egor en cual entre sin tocar y rodie los ojos de inmediato con la escena que tenia enfrente

—Si ibas a estar cogiendo con una de tus tantas zorras me hubieras avisado para no venir—Le dije molesta.

—No aprendiste a tocar la maldita puerta—Me respondió en el mismo tono mientras se quita a la mojigata esa de encima y se subía los pantalones. —Lárgate de inmediato.

Le dijo a la chica que estaba recogiendo su ropa, así también debería de recoger su dignidad, pero dudo que ella aún tenga un poco de eso

— ¿Para qué me quieres? Habla rápido—Le dije mientras tomo asiento en la silla que está enfrente de su escritorio.

—No me hables en ese maldito tono—Dice casi gritando—Te mandé a llamar para que empaques tu ropa y te largues a una cena con los de la mafia Suiza

—No voy a ir a ningún maldito lugar que tú me mandes—Me impuse ante su maldita decisión, cree que puede elegir sobre de mí y en eso está demasiado equivocado—Ve tu si lo deseas yo me voy a quedar aquí.

Golpeo con fuerza su mesa cuando me niege a acatar sus órdenes y se levanta molesto.

—No es petición ni mucho menos una invitación me oíste, es una maldita orden que vas a tener que acatar lo quieras no

Ríe para mis adentros ante las estupideces que dice

—Y si no quiero ¿qué?

Salió de detrás de su escritorio y me toma de los brazos con fuerza y me acorrala contra la pared

—Te juro que si no me haces caso te voy....

—¿que? a inyectarme AMBAR como tus víctimas o ya se, me vas a matar como lo hiciste con mi madre. —Su agarre se volvio más fuerte antes mi palabra pero yo no voy a ceder ante el—Vamos habla dime qué me vas a hacer Egor

La vista de ambos se encuentra y en ambos se ve la irá y el desprecio, a veces pienso que somos tan parecidos, pero no yo soy muchísimo mejor que el en todos los aspectos.

—Lárgate de mí vista antes de que haga realidad tus palabras—Me suelto de su agarre y me dio la espalda para encaminarse a su escritorio de nuevo. —Y más te vale que cumplas lo que te estoy ordenando.

Sali azotando la puerta de su oficina molesta por lo que acaba de pasar, los brazos me ardian demasiado, la mujer que me cuida desde que tengo memoria me está esperando afuera de la oficina

—Te volvió a hacer daño ¿Verdad? —Me dijo la mujer con lágrimas en los ojos—Ven vamos a que te cure los brazos.

Me niegue al principio, pero al final accedí ante sus peticiones, me lleva hasta mi habitación y se fue al baño tomando el botiquín que tengo ahí, regreso y comienzo a curarme los brazos.

—Dasha debes de obedecer a tu padre, sabes cómo se pone cuando no se hacen las cosas como él lo desea y pierde los estribos—Me afirmo mientras me coloca la pomada en los brazos.

—Jamás voy a ceder antes el, ten algo seguro ninguno de los dos va a estar bien en este planeta hasta que alguno muera. —Fije mi mirada en la nada mientras ella continúa curando mis brazos.

—Listo, ya empaqué tus maletas como me lo ordeno tu padre, para tu viaje.

Cambio el tema de conversación de inmediato ella sabe que no vale la pena seguir pelando por algo que jamás va a tener solución.

—¿A qué hora te dijo Egor que me tengo largar?—Pregunte de mala manera.

—En dos horas un helicóptero te estará esperando en la pista de vuelo.

...

Las dos horas pasaron rápido y en menos de lo que espero ya estoy dentro del helicóptero rumbo al punto intermedio donde será la cena, en la ciudad de Moscú. El helicóptero desciende sobre una plataforma metálica con una gran H en ella justos a las dos de la tarde, el clima aquí es lluvioso así que salgo con un paraguas, mientras los guardaespaldas recogen mi maleta, me encamino a la camioneta que me está esperando para llevarme al hotel el cual está a una hora, al subir recargo mi cabeza en el asiento de cuero de la camioneta y cierro los ojos para poder relajarme, a tal grado que el sueño me invade de inmediato.

De la nada no sé en dónde estoy, me encuentro dentro de una casa y los gritos son lo primero que captan mis oídos, camino hacia ellos y dentro veo aquella escena que me ha perseguido durante toda mi vida, Egor está sobre el cuerpo de mi madre enterrándole un sin fin de ocasiones una daga en el vientre de mi madre, solo veo como mi mamá me mira antes de que él le quite la vida, despierto en cuanto la camioneta se estaciona, tomo un respiro rápido, me limpio el sudor que la pesadilla provocó han pasado quince años cuando esto sucedió y aún sigue persiguiéndome ese maldito recuerdo.

LA HIJA DEL INFIERNOWhere stories live. Discover now