There's a Light That Never Goes Out

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Salgamos esta noche
Donde hay música y hay gente.
Y son jóvenes y vivos
The Smiths

James nunca en toda su vida había sido capaz de distraerse.

Desde que nació, siempre fue el centro de atención para sus padres y su hermano; nunca hubo necesidad de mirar a otros cuando él estaba presente.

Luego llegó a Hogwarts y las cosas siguieron bajo esa estructura. Su actitud animada, junto con su capacidad para alegrar el ambiente, le dieron una reputación que hasta hoy mantiene.

Sin embargo, desde el año pasado, sus ojos no han dejado de seguir a alguien.

Un chico en específico.

Alto y delgado, con cabello rubio como el sol, pómulos marcados y una elegancia que, a pesar de las descripciones superficiales, queda eclipsada por su personalidad.

¿Cómo llegó a odiarlo? Ni él lo entiende. Cree que la primera impresión fue negativa y cómo esa atención que siempre había recibido se le arrebató con tanta rapidez por el extranjero nuevo, que no tuvo tiempo de procesarlo.

Lo conoce y sabe cómo es.

De humor extraño, paciente e inteligente, con reglas estrictas que sigue al pie de la letra en moral y ética, aunque solo se interesa por un grupo selecto de personas.

Pero eso no explica por qué sus ojos no dejan de seguir su ancha espalda y por qué gruñe levemente al verlo reír mientras conversa.

—¿Qué tiene él que no tenga yo? —murmuró, aplastando la tostada con las manos.

—¿Qué dijiste? —preguntó Sirius, frente a él.

La mesa de Gryffindor estaba abarrotada, así que era difícil escuchar bien.

Por eso, James estaba agradecido de no haber sido escuchado por primera vez.

—¿Desde cuándo Crouch es de Ravenclaw? —preguntó, mirando al castaño de nariz torcida.

—Desde siempre —contestó Remus, apartando la mirada de su libro. Estaba al costado de Sirius—. ¿Estás bien, James?

—¿Está enojado conmigo? ¿En serio se puede poner sensible por lo que le dije a Weasley? —volvió a hablar James consigo mismo.

—Le dijiste lamebotas a su única amiga —señaló Remus, con obviedad.

—Es cierto.

—No todos quieren oír verdades, y estoy seguro de que tú estás incluido en esa lista.

—¿Desde cuándo eres tan cruel, Remus?

—Un amigo debe serlo —sonrió sarcástico, pero luego dijo—. Aunque tengo una seria duda.

—Lánzala.

—¿Es en serio lo de las cartas?

Las mejillas de James se encendieron levemente. ¿Por qué se avergonzaba?

También se sorprendió cuando le llegó la lechuza.

Por un momento, ver a Jung pidiéndole su dirección fue una rotunda sorpresa, y recibir una carta explosiva que despertó a sus padres a las cinco de la mañana fue aún más inesperado.

No creyó que fuera así de concurrido. Estaba seguro de que su cajón secreto estaba repleto de sobres.

—Sí —afirmó, volviendo a mirar la cabellera rubia.

—¿Y tú se lo pediste?

—No, fue él.

Sirius se atragantó con el jugo, expulsando todo el líquido sobre James.

CHANGES¹ | James PotterUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum