†Capitulo 180† Ojos negros, alma roja.

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Coraline no sabía durante cuanto tiempo había escuchado aquella melancólica canción,
al principio pudo tolerarla, pues había aceptado que no había nada que pudiera hacer.

A veces se sumergía en sus pensamientos, tratando de revivir recuerdos, ya fueran de los pequeños momentos célebres que vivió con sus hermanos, o las divertidas batallas que libró desde el principio de su existencia.

Si..esos fueron tiempos gloriosos, claro
..no como los actuales, en donde se mecía en una jaula con una cantante deprimida que hacía apenas un buen par de días intento rostizarla con toda la furia sagrada en su interior.

Diyagore parecía querer ignorar ese tema, a pesar de que podían mantener conversaciones durante horas sumergidas en aquel estado,
(Siempre y cuando una de las dos hubiera salido de su trance o Diyagore no estuviera cantando).

La verdad, preferían coexistir en silencio, ya no eran enemigas por naturaleza, eran compañeras y punto.

Si alguna vez tuvieran la oportunidad de escapar, cada una tomaría su camino no sin antes dejar una masacre tras sus espaldas..en eso sí se parecían.

La guerrera de piel morena y hermosa cabellera dorada, había sido forjada por las tempestuosas condiciones bélicas de su tierra natal.

Y la chica desquiciada de piel gris y pelo negro, bueno.. digamos que había nacido para ser la encarnación del mal, la oscuridad, la corrupción de los demonios enviada a destruir y extinguir todo rastro de resistencia y paz contra sus caprichos.

Coraline siempre terminaba con una sonrisa bobalicona en el rostro, se recargaba junto a los frios barrotes de su celda, y luego estiraba los brazos mientras bostezaba y simplemente miraba a la oscuridad.

Ya ni siquiera recordaba cuántas veces había caído inconsciente por intentar quitar con sus propias manos el collar en su cuello o siquiera estallar de rabia intentando forzar su poder oscuro.

Pero el resultado siempre era el mismo, Diyagore no se cansaba de decírselo una y otra vez, pero su compañera era tan terca como siniestra, por lo que la hija impía de la luz, simplemente vivía con eso.

-¡¡¡ALERTA A TODOS LOS GUARDJJJKIAAJK!!!-.

-¡!-.
Se escuchó un grito ahogado, tan fuerte y desesperado que obviamente pertenecía a la alarma de un soldado silenciado por un poderoso golpe.

Coraline se inclinó para intentar mirar al vacío, pero estar en la cima de aquella torre suponía estar aislada de lo que fuera que estuviera pasando halla abajo.

Diyagore, por su parte,
simplemente trataba de aguzar el oído,
nunca había visto a alguien escapando o al menos intentar salvarla a ella o alguno de los demás salvajes ahí,
por lo que se encontraba realmente curiosa por lo que acontecía.

-¡¡¡Llamen al señor Sheén, den la alarma!!!-.
Bramo un oficial cuya armadura estaba galardonada con cintas rojas y una medalla plateada.

Estaba desesperado, desde que su superior, el jefe de la seguridad de la torre de extracción, había sido suspendido por Shaelonhg y ya no habían vuelto a llamarlo al servicio, era obvio que cualquier intento de escape de la impía salvaje terminaría muy mal para ellos.

El imperial trago saliva, alguien se había infiltrado en la torre y ningún guardia pudo darle respuestas.

La vigilancia era perfecta, fácil,
sin probabilidad de fallos,
y sin embargo ahí estaba.

Sendero primigenio #2Where stories live. Discover now