Me quedo unos segundos observando aquella casa en la que probablemente fui más feliz que los meses que compartí con mi madre. Meses que quizá sentí lo que era ser feliz.

Tengo que entrar por la puerta trasera con un viejo truco que Jaden me enseñó, así que me apresuro en dirigirme ahí.

Casi me pongo a llorar de nuevo al recordar cada cosa que Jaden me enseñó, pero no es momento de hacerlo.

El clima del día de hoy no ayuda mucho. Hace demasiado viento y probablemente en un rato más comience a llover.

Cuando logro entrar en la casa sin ningún tipo de lesión, agarro mis maletas y las dejo en un lugar seguro. No puedo tardar tanto si no quiero encontrar a mi madre despierta.

Me dirijo a la habitación que está en el piso de abajo y dejo el sobre por debajo de la puerta haciendo el menor ruido posible.

Solo espero que mi madre se digne a leerla. No espero respuesta, ni mucho menos un cambio de ella. Es cuestión mía. Quería sentirme mejor al decirle que me iba y no volvería con ella.

Ya no voy a volver al lugar donde perdí mi felicidad. No puedes hacerlo si quieres recuperarla.

Me quedo unos minutos más agachada enfrente de su puerta antes de descender al piso de arriba.

Decido ir primero al cuarto de Jaden a dejar sus cosas y que el sentimiento no me gane.

Al entrar me encuentro con el cuarto hecho un completo desastre. Ropa de Jaden tirada por todos lados, papeles y latas de cerveza.

El tan solo entrar aquí me dan ganas de llorar.

Intento grabar su olor como si fuera lo más valioso que tengo y empiezo a recorrer la habitación con pasos lentos.

Paso mis dedos por encima de su escritorio donde solía trabajar por las tardes. Ahí me encuentro con una fotografía algo dañada, como si hubieran intentado romperla.

La agarro con cuidado y en cuanto veo de quienes se trata, mi corazón late de prisa.

Es una foto mía y de Jaden en la fiesta que asistimos con mi abuelita.

Él se ve guapísimo en la foto, me está viendo mientras me agarra de la cintura y me sonríe. Yo también sonrío en la foto, mientras rodeo su cuello.

Mi mandíbula comienza a temblar de la anticipación y mis ojos pican.
Dejo la fotografía con todo el dolor de mi alma y cuando mi mente empieza a martillearme con más ideas decido ir al grano.

Saco el sobre de mi bolso y lo acaricio en mis manos antes de dejarlo en el escritorio a su vista. Voy al lado del closet que me corresponde y saco el dinero ahorrado de la nevería para después ponerlo en una bolsa y dejarlo encima del escritorio.

Mi garganta duele cuando voy directo a la salida y no puedo darme siquiera la vuelta.

Agarro una última bocanada de aire antes de salir de la habitación e ir a la que está frente a la de Jaden.

Cuando estoy frente a la puerta con algunas pegatinas despegadas y con un cartel que dice «Fuck off» sonrío un poco limpiando una lágrima de mi rostro.

Abro la puerta con cuidado y encuentro a Melanie acostada como un angelito abrazando a un peluche. Eso por una extraña razón hace que suelte unas lágrimas más.

Me acerco a la orilla de su cama agarrando aire y limpiando mis lágrimas. Muevo su brazo ligeramente para que se despierte, pero ella no da señales de querer hacerlo.

—Melanie... —la llamo primero en un susurro, después en voz más alta. Ella se despierta asustandome con un «Boooh». Casi me caigo de espaldas y ella se ríe ante mi cara. Yo abro la boca con indignación.

El día que la luna dejó de brillar. Where stories live. Discover now