Arreglo mi cabello con mis dedos como puedo intentando quitar el aspecto a escoba usada de mi pelo, pero tengo varios nudos en este.

Bajo rápidamente las escaleras despidiéndome de Melanie dando saltitos poniéndome los zapatos.

Casi me caigo de cara al suelo al ver a Jaden frente mío, el cual, por cierto, me observa con curiosidad.

—Oh, hola, amor —digo adelantandome a darle un beso rápido en los labios y él responde de inmediato colocando sus manos en mi cintura.

Me separo rápidamente antes de que se alargue y lo miro confundida.

—Llegaste muy rápido —digo frunciendo el ceño. Que yo recuerde había dicho que quizá le llevaría tiempo darle a entender a la rubia sus límites de amistad.

—Eh... sí. Es que ya quería verte —dice sonriéndome. Le devuelvo el gesto y antes de irme corriendo a la puerta él vuelve a hablar—. ¿Crees que podamos hablar? —pregunta en un tono nervioso. Lo miro confundida y casi me pongo a maldecir al ver la hora.

—Me vas a matar, pero necesito llegar a la nevería lo más rápido posible. Se me hizo tarde y ya debería estar ahí. ¿Te parece si hablamos más tarde? —pregunto, avergonzada.

—No te apures, yo te llevo. Ya cuando tengamos tiempo, esta tarde tenemos que ir a proseguir con la demanda, no va a estar nadie en la casa más que tu madre.

Yo abro y cierro la boca.

—Claro, con tanta prisa ya hasta se me había olvidado. Perdón.

Él me sonríe y se adelanta poniendo una mano en mi cintura para guiarme a la salida.

—Vamos.

Le sonrío y lo sigo a la salida. Por suerte y gracias a que Jaden por primera vez condujo como loco, en menos de dos minutos ya estamos ahí.

Casi salgo volando de la camioneta, hasta que Jaden me detiene por la muñeca antes de poder bajarme.

—Ashley...

—¿Sí? —contesto confundida. Ha estado muy raro desde que llegó.

Él se lo piensa unos segundos en los que la duda cruza por sus ojos y después niega con la cabeza. Sonríe un poco antes de que pueda pensar en algo más.

—Nunca olvides que te amo —dice mientras me mira fijamente.

Sus palabras me sorprenden por un instante en los que siento que algo está mal. Sin embargo, no me dejo llevar por mis pensamientos y no tardo en contestarle.

—Tú tampoco olvides que te amo —le sonrío. Quizá no está teniendo un buen día. Aún así lo atraigo para besarlo, pero, en esta ocasión, me besa lentamente. Es un beso... ¿triste?. Tiene incluso cuidado al tocarme.

Lo relaciono con el tema de que irán con su padre y eso no le sienta bien. No me gusta verlo mal, así que le aseguro que estoy ahí para él

—Sabes que estoy aquí para lo que necesites, ¿cierto? —le pregunto dando breves caricias en su mano.

Él asiente con la cabeza y cuando comienzan a llamarme de la nevería le doy un último beso más corto saliendo de la camioneta.

Llego sin aire en los pulmones a la nevería y me amarrro el cabello en una coleta despeinada entrando por la puerta principal haciendo que unas campanitas suenen.

Me encuentro de frente con una chica morena que voltea a verme de inmediato y parece eternamente aliviada.

Con todo este relajo de que se me hizo tarde hasta se me olvidó contestarle.

El día que la luna dejó de brillar. Where stories live. Discover now