Satang bufó e inclinó su rostro hacia el techo, negando con la cabeza sin apartar su vista de la luz incandescente que los alumbraba.

—Fourth, ¿recuerdas la vez que te dieron en la cabeza con un fierro porque te pillaron de rodillas mamándosela al novio de tu cuñada? Ese con el que se iba a casar.

—Eh. Sí, sí... Algo recuerdo. Menudo problemón, ¿no? —Fourth entornó los ojos recordando como necesitó de unas cuantas puntadas en su cabeza.

La cosa era así, Fourth tenía un apuesto novio, cuya hermana se iba a casar. El problema era que el prometido de su cuñada era un caliente pedazo de carne, además de ser un enfermero.

Maldición, ya estaba comprobado, tenía un puto problema con los enfermeros...

—Ya. Estoy seguro que ahí nació el problema. Estás demente. ¿Cómo cojones se te ocurre caer por un criminal? —Satang hablaba con reproche, con ese acento de padre huraño que Fourth odiaba y es que el muy bastardo lo usaba desde que eran unos adolescentes hormonalmente alterados.

—Fácil. Lo vale, si llegaras a conocerlo, entenderías... O quizá no, pero está bien, no miento. Es el maldito emperador de este lugar y me protege.

Las palabras de Fourth tenían una chispa de orgullo. Sabía en el fondo que no había mucho de lo que jactarse teniendo como amante a un criminal, psicópata, demente, y sádico, sin embargo, era Gemini, su Gemini y que lo llevara la muerte si mentía, pero tenía el pecho pomposo por ser el único para su dueño.

—¿Eres la puta de algún cabecilla?

—Lo soy.

—¡¿Y estás de acuerdo con eso?!

Fourth se encogió de hombros y ladeó una sonrisa apacible.

—La mayor parte del tiempo, sí.

—¿Fue él quien te hizo eso? —Satang señaló el cuello de Fourth donde un cardenal de matices rojizos y violáceos se apreciaba orgulloso a simple vista.

Fourth recordó la discusión que había tenido con Gemini antes de ir a ver a Satang. Los celos no eran algo que Gemini hubiese aprendido a controlar con el paso del tiempo y la firma del emperador en el cuello de Fourth, aquel vestigio de la mordida que Gemini le encajó, era una prueba.

Fourth no podía dejar de comparar a su dueño con un animal salvaje, Gemini actuaba como uno.

—Sí.

—¿Y quieres que no me preocupe? Maldición...

—Lo hizo porque yo se lo permití. Por eso quiero que no te preocupes.

Fourth vio la resignación en los ojos de Satang, seguido por una suave sonrisa. No le quedaba más que creer en su palabra.

—¿Realmente te gusta?

—Sí. Realmente me gusta.

—¿Es guapo al menos?

Las mejillas de Fourth se sombrearon de rosa y una sonrisa traviesa, que Satang conocía bastante bien, apareció perfilada en su pequeña y carmín boca.

—Créeme, es mucho más que guapo. Es caliente. —El brillo en sus ojos lo delató.

—Joder. Realmente te tiene. ¿Y quién es? ¿Por qué está aquí?

—Se llama Gemini y sé que fue militar antes de estar en prisión. No sé por qué está acá.

—¿De verdad no abusa de ti?

—Bien... —Fourth recordó todas las situaciones vividas con Gemini—. Me llevé unos buenos golpes al principio, pero oye... Estamos en una maldita prisión. No pienso ser un llorón, te aseguro que no hay nadie aquí que se libre de tener al menos una paliza.

"P" geminifourthWhere stories live. Discover now