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Sí. Estaba siendo dramático y horriblemente catastrófico, pero considerando que en su vida había estado en la cárcel, que el desquiciado emperador de esta lo había reclamado como su propiedad y que el tipo, que era condenadamente caliente, se las había arreglado para provocarle más de una erección; estaba justificado.

—... ¿Alguien te drogó?

La expresión apabullada de Gemini le demostraba que su confesión estaba completamente fuera de lugar. Fourth tragó y negó con la cabeza.

—Eh, no. Creo que... no. No lo sé. ¿Cómo se siente cuando te drogan?

Gemini enarcó ambas cejas y con un perezoso parpadeo recorrió a Fourth con la mirada.

—Pues... ¿Qué ves?

—A ti. —El convicto asintió y lentamente comenzó a alejarse. Se acomodó su erección dentro de la ropa, sin quitarle la vista al desmoronado castaño.

Fourth agradeció mentalmente cuando Gemini salió de la cama. El aroma corporal del hombre prácticamente le daba arcadas. ¿Podría pedirle que se bañara?

—¿Acabas de decir que te gusto? —preguntó con brazos cruzados y el entrecejo arrugado. Se inclinó nuevamente en dirección al más bajo. No había más que una acusación férrea en la voz de Gemini.

Las mejillas de Fourth se amoscaron en un tentador y acusador matiz sonrosado.

—No. —Sacudió su cabeza en negación incontables veces. Necesitaba que Gemini tomara distancia o el demente podría escuchar las feroces pulsaciones de su corazón.

—Sí. Dijiste que mis besos te saben a puta gloria.

¡Venga! Que no era su culpa. Fourth no era la persona más racional del mundo. Si lo fuera, no estaría en esa situación en ese preciso instante. Lamentablemente a veces su boca trabajaba demasiado rápido.

—No. No... Yo no...

Gemini lo tomó de la barbilla, relamiéndose una esquina de su labio inferior donde una pequeña cortada reciente se dejaba ver como una medalla de combate.

—¿Me estás diciendo mentiroso?

—Uh. ¿No? Pero yo no, es decir... Sí dije, pero... —Mierda.

Gemini entornó los ojos y ambos permanecieron en silencio unos agonizantes y eternos segundos. Finalmente, el hombre salió de la litera y se colocó de pie. Miró a Fourth por sobre el hombro y chasqueó con la lengua.

—Zorro astuto —gruñó antes de salir de la celda.

Fourth se sentó en la cama de golpe. Llevándose una mano al pecho y exhalando una profunda bocanada de aire.

Demonios, eso había estado cerca... Y nuevamente Gemini no se lo había follado. Lo cual era muy bueno y a su vez, lo hacía sentir incómodo. ¿Por qué Gemini no podía ser un criminal normal? De esos abusivos y malditos, feos, sucios y con cicatrices en la cara. ¡Como en las películas! Así Fourth podría odiarlo.

Arrugó la nariz y se tiró de espaldas, quejándose por la dura consistencia de lo que se suponía, era un colchón. Bien, al menos ya había sobrevivido veinticuatro horas más. Solo le quedaban cuatro años y más de trescientos días en North Collan.

...

Increíblemente, ese día se cumplían dos semanas desde su llegada a prisión y no, no estaba bien. Sentía que se quebraría en cualquier momento. Ford le decía que debía dejar de preocuparse de lo que ocurría a su alrededor y enfocarse en mantener su propio pellejo a salvo. Fourth lo intentaba, pero era su vocación ayudar a las personas y tener que ignorar los constantes abusos cometidos en aquella penitenciaría, estaba consumiéndole el alma.

"P" geminifourthWhere stories live. Discover now