Cazador [Dracule Mihawk x Lectora]

Capítulo III: La llamada de socorro

   Había pasado un mes desde el traslado de (T/N) al G-6 y las cosas iban mucho mejor de lo esperado. El apoyo del capitán T-Bone le había sido de gran ayuda y, poco a poco, su relación con el resto de sus subordinados había mejorado a pasos agigantados. Incluso Wolf, quien en un principio se había mostrado completamente en contra de la nueva comandante, era ahora uno de sus hombres más fieles. Se comportaba como si de su mano derecha se tratase y siempre se sentaba junto a ella en el comedor. Los primeros días ni (T/N) daba crédito a lo que sucedía. Confiaba en ganarse su respeto, pero desde luego, no a tanta velocidad. Y es que ni una semana había pasado desde el discurso que había pronunciado en el patio cuando Wolf comenzó a mostrar cambios en su actitud. Por supuesto, tras él vinieron otros y, para cuando la vicealmirante había comenzado a asimilarlo, ya se había creado un ambiente de camaradería en toda la división.

   En los cinco años que había servido a la Marina, (T/N) nunca se había sentido tan a gusto con sus compañeros como en aquel momento. Por ello, agradecía de todo corazón aquel golpe de suerte que se había producido en su vida. No obstante, inevitablemente el tema que lo había propiciado la rondaba. Y es que los ataques se habían ido sucediendo y, por los últimos movimientos de Dracule Mihawk de los que había tenido noticia, parecía que el conflicto se acercaba a su base. Eran fuertes, los entrenamientos eran cada día más duros y todos se tomaban muy en serio su trabajo. Sin embargo, se trataba de Ojos de Halcón. El espadachín más fuerte del mundo. Sería un hueso duro de roer... Para mayor preocupación, la mayoría de los marines a los que éste había alcanzado con su espada no habían sobrevivido... Con estos pensamientos en mente, (T/N) no se permitió un sólo respiro. Debía estar a la altura, debía proteger a sus compañeros... No permitiría que les pasase nada y para ello debía ser más fuerte.

   Era hora de la cena y todos se encontraban cómodamente reunidos en el comedor de la base. El ambiente era ameno, bullicioso y alegre. Las carcajadas eran estridentes y los chistes llenaban las mesas. Josh y Marc, dos hermanos la mar de excéntricos, dirigían las risas de la estancia. El humor era su fuerte y no tenían miedo a nada. Para ellos, no existía nada de lo que no se pudiese bromear. Acostumbraban a repartir burlas a diestro y siniestro y, por supuesto, (T/N) no era una excepción para ellos. A Wolf no le hacía mucha gracia, pero había aprendido a contenerse y, en cierta medida, incluso había comenzado a disfrutar la situación. Sin embargo y para desgracia de (T/N), no era a ellos a quiénes tenía sentados en frente.

   —¿Y seguro que no tienes novio? —preguntó por enésima vez Carla, la nueva grumete del cuartel. Había bebido un poco y siempre que se daba el caso, escogía una cuestión aleatoria y la repetía hasta la saciedad—. Estoy segura de que podrías, (T/N).

   La vicealmirante no tenía muchas ganas de volver a contestar a aquella pregunta. Sabía que no serviría de nada, pues Carla continuaría empecinada con el tema. Por otro lado, sentía la curiosidad del resto como una pesada carga. La mayoría trataba de disimular su interés, pero era imposible no percibir las miradas de reojo que lanzaban en su dirección. Otros ni siquiera hacían el esfuerzo, simplemente esperaban. En el fondo, por mucho que se negasen a admitirlo, lo cierto era que la Sexta División estaba llena de cotillas.

   —Carla, ya te lo he dicho —murmuró por lo bajo, (T/N)—. No me ha surgido nada con nadie por el momento...

   Cuando el rostro de la grumete se iluminó, supo que había cometido un error. De repente, Carla pareció emocionarse todavía más y su sonrisa se ensanchó.

   —¡Así que sí te interesa! —chilló, provocando que más de uno saltase de su silla—. ¿No crees que haya alguien interesante en la base?

   (T/N) ya no sabía que hacer. ¡Ahora sí que sentía una presión abrumadora! Incluso Wolf, quien no había prestado ni la más mínima atención a la conversación la fulminaba ahora con sus ojos rojos. No acababa de entender el cómo se había metido en aquel lío. Desde luego, hubiese sido preferible que Josh y Marc la hubiesen tomado con ella. Al menos, podría reírse y escurrir el bulto. Por fortuna para ella, en el momento en que había empezado a sucumbir a las miradas y se disponía a contestar, el den den mushi sonó. Algo poco habitual. Por ello, se levantó lo antes que pudo y descolgó sin dar tiempo a que otro marine se le adelantase.

   —Aquí, la comandante del G-6 (T/A) (T/N). ¿Qué ocurre?

   «Sargento del G-7, Honda Kentaro. ¡Tenemos una emergencia! Solicitamos refuerzos, el Cazador de Piratas está aquí».

   —Entendido. ¿Cuál es la situación? —Todo el comedor había dirigido su atención a aquella conversación. La vicealmirante trató de aparentar calma, pero un suspiro inconsciente la delató.

   «El comandante ha caído, la base está en ruinas... Oh, no. Ya viene. ¡CORRED!»

   —¿¡Sargento!? —preguntó, con la voz algo inestable, (T/N).

   El silencio reinaba en el comedor. El ambiente alegre había llegado a su fin. Los rostros eran serios, e incluso aquellos algo borrachos habían parecido recuperar su sobriedad. La vicealmirante había palidecido y parecía negarse a soltar el auricular. Hizo un par de intentos más por tener más noticias del marine que había contactado, pero no tuvo éxito. Finalmente, colgó la llamada y se dirigió a sus hombres. No hizo falta que dijese nada. Al momento, aquellos que debían partir junto a ella, se pusieron en pie y no escatimaron tiempo alguno en preparar lo necesario para socorrer a sus compañeros.

   Por fortuna, la base del G-7 no se encontraba lejos de la suya, pues era también modesta y apenas cubría cierto territorio. De hecho, ambas solían cooperar la una con la otra en gran cantidad de ocasiones. Muchos de los soldados habían creado un vínculo de amistad, más allá del compañerismo propio del cuerpo. Y se notaba. Los nervios se habían apoderado del barco y, ahora que comenzaban a vislumbrar la base, se habían acrecentado todavía más. (T/N) se había aproximado a la popa y había tratado de permanecer calmada, algo que parecía haber fortalecido el espíritu de los demás. 

   Sin embargo, el estado del cuartel era insospechado. El edificio había sido partido en dos por un limpio tajazo. Seguramente bajo el filo de Yoru, la espada que portaba Dracule Mihawk. Una humareda de polvo cubría la costa, apenas se veía nada. Cuando ya estuvieron a unos pocos metros y la vicealmirante dio la orden de atracar, ésta comenzó a disiparse y a dejar vislumbrar a los marines caídos. 

   En medio de toda aquella destrucción que horrorizó e inquietó a más de uno, se encontraba un hombre de postura firme y elegante. Sus ojos amarillos brillaban intensamente aun bajo su gran sombrero de ala ancha y su espada se encontraba desenvainada. Alzó la mirada hacia ellos y, tras familiarizarse con los rostros de sus nuevos enemigos, fijó su vista en (T/N) y sonrió con desdén. Era evidente que la había reconocido como la líder por el abrigo que ésta llevaba sobre sus hombros, aquel que clarificaba su rango. No obstante, algo dentro de ella se removió. Ojos de Halcón había logrado impresionarla más de lo que hubiese previsto. Su mirada le había provocado un nerviosismo que jamás había experimentado. No obstante, trató de serenarse y se dispuso a descender a tierra donde se produciría la inevitable confrontación.