Capítulo 16.- Deseos y Contradicciones

Mulai dari awal
                                    

—Toda esta ceremoniosidad duró demasiado. Necesito un trago. ¿Vienes? —Myles le preguntó a sus espaldas, había aparecido de la nada. A su lado venía Richard Lonmouth, ambos aún tenían los ojos hinchados y el rostro desencajado.

—¿Acaso no fueron suficientes los que compartieron ayer con el tarado de Robert Baratheon? —Jon les dedicó una sonrisa burlona.

—Si recuerdas que tu casa es vasalla de la suya, ¿verdad? —señaló Myles, se tocó el hombro adolorido e hizo una mueca—. Deberías tratar con más respeto a tu señor, podría oírte —Jon no estaba seguro de si se trataba de una advertencia o una burla. La multitud comenzaba a disiparse a su alrededor.

—¿Es señor de una tierra un hombre que no la ha pisado en años? —respondió Jon—. Los Baratheon se irán a la ruina bajo su mando, lord Steffon debe estar revolcándose en su tumba al ver a su hijo acostarse con prostitutas y beber hasta perder el conocimiento.

—¿De qué estás hablando? ¿Acaso lo viste? —le preguntó Richard con el ceño fruncido—. Ese hombre es un animal, tomó el doble que nosotros y míralo, luce tan fresco como una lechuga —se quejó llevándose la mano a los ojos para cubrirse del sol. Parecía estar al borde del vómito, la mirada perdida en la nada.

Era cierto, cualquiera que viera al imbécil que ostentaba el título de señor de Bastión de tormentas jamás se imaginaria la cantidad de alcohol que había ingerido la noche anterior durante el banquete. Reía a carcajadas con Eddard Stark a su lado.

—Sea como sea, necesito tomar algo o me explotará la cabeza —Myles aseguró—. Puedes seguir despotricando el nombre de tu señor en la taberna, los siete saben que necesito un trago para seguir soportando tus malditas quejas, ¿vienes o no? —Jon asintió, a él tampoco le vendría mal tomar algo, los siguió hasta una de las tabernas.

El sol del atardecer bañaba el campamento en tonos dorados, proyectando sombras alargadas y creando un espectáculo de luces y sombras entre las tiendas y los estandartes.

El aroma del fuego de campamento y la carne asada se entrelazaba en el aire, mezclado con la fragancia fresca de las flores silvestres que crecían en los alrededores. Los caballos relinchaban en sus cercados, mientras los caballeros y escuderos se ocupaban de preparar sus armaduras y monturas para las justas del día siguiente.

La taberna a la que se dirigían estaba enclavada en el corazón del campamento, un refugio rústico y acogedor con los muros de madera gastados por los años y cubiertos de una capa de hollín. El interior estaba lleno de actividad. Las mesas de madera estaban ocupadas por caballeros y escuderos de todos los rincones de Poniente, algunos aún en sus armaduras, otros ya relajados en sus asientos. El aire cargado de risas, conversaciones animadas y canciones entonadas por un juglar que tocaba una vieja lira en un rincón.

Se sentaron y ordenaron una jarra de cerveza cada uno. El joven mozo que atendía las mesas se apiadó de ellos y se ofreció para conseguirles un poco estofado de rábanos y pimientos calientes, por un par de monedas. Jon pagó por ellos, era lo menos que podía hacer ya que no podía evitar reírse de los gruñidos de queja que emitían cada vez que alguien alzaba la voz para ordenar un trago más.

—Lucen ridículos, ¿qué clase de honor puede tener un hombre que bebe hasta terminar en este estado? —dijo Jon, contemplándolos con repugnancia. Le dio un sorbo a su bebida.

—Ya cállate, Jon —se quejó Richard recargando su cabeza sobre el tarro de cerveza, cerró los ojos y por un momento creyó que se había quedado dormido en esa posición, pero la mueca que hizo al escuchar un hombre gritar le demostró lo contrario—. ¿Sabes qué clase de honor tenemos? El honor del deleite. —Richard levantó los brazos en señal de victoria, pero acto seguido se arrepintió volviendo a apretarse las sienes por el dolor—. ¿Cuándo fue la última vez que te divertiste? Aún eres joven y has logrado esquivar los planes de tu padre para comprometerte, disfruta. No todo en la vida es el honor. Dime, cuando estés en tu lecho de muerte y tu maestre te de la leche de amapola, ¿qué extrañarás más, las caricias de una mujer o tu estúpido honor?

Los Últimos DragonesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang