—Está bien. Te desmayaste en el baño. Te traje de vuelta a la cama, estás ardiendo en fiebre —dijo mientras exprimía un paño, el agua en una olla de metal. Parecía cansado, ¿había estado cuidándome toda la noche? Llevaba pantalones cortos y una camiseta blanca. El desorden de su cabello rubio y las ojeras bajo sus ojos parecía señalar que no había dejado mi lado.

—Adriel... —No estaba segura de qué decir. Miré hacia abajo y me di cuenta de que ya no llevaba la bata del hospital. Llevaba un vestido blanco de verano a pesar de que el clima era frígido—. ¿Me cambiaste? —Pregunté sintiéndome un poco avergonzada.

Adriel se rascó la nuca, sonriendo nerviosamente.

—Sí... tu vestido de hospital estaba desgarrado y yo, bueno, no quería molestar a Gina, estaba durmiendo así que, sí, lo hice. —Terminó su explicación mirándome como si estuviera esperando a que me asustara .

—Oh. —No pude evitar sonrojarme.

—Cerré los ojos todo lo que pude mientras te cambiaba —dijo al notar mi incomodidad—. Muy bien, te dejaré descansar un poco más. —Se puso de pie colocando la olla de metal en la mesa de noche.

—No, no te vayas.

Estaba avergonzada, pero no quería estar sola. ¿Y si Madness decidía volver? La expresión de Adriel se suavizó mientras me miraba.

—¿Quieres que me meta en la cama contigo?— Preguntó moviendo las cejas sugestivamente. Reí, sacudiendo la cabeza.

—¿Estás coqueteando conmigo, Adriel? ¿En serio? ¿En estas circunstancias?

—Tal vez.

—¿Tal vez?

—¿Está funcionando? —Se sentó en la cama junto a mí, manteniendo una distancia prudente entre nosotros.

—Tal vez. —Me burlé de él, sonriéndole.

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien, creo.

—¿Estás segura?

—Adriel, necesito preguntarte algo —dije.

—¿Qué? —Inclinó la cabeza hacia un lado curioso, gesto que lamentablemente me hizo recordar a Dagon.

—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Es tu último intento de conquistarme?

Adriel se rió por unos segundos. Su risa resonó alrededor de la habitación silenciosa. No pude evitar sonreír un poco mientras lo observaba porque extrañaba esto, la normalidad de interactuar con otro ser humano, charlar sin el miedo de terminar muerta o herida sin explicación alguna.

—¿Eso es lo que crees?

—No lo sé, pero no entiendo por que irías tan lejos por alguien que apenas conoces como yo.

Adriel suspiró y miró ausentemente a algún lugar de la pared.

—Supongo que debería decírtelo.

—¿Decirme qué?

—Es una larga historia.

Todo rastro del Adriel juguetón desapareció.

—Tengo todo el tiempo de mundo.

—El dueño de este lugar era mi abuelo. —Comenzó—. Él lo era todo para mí. Mis padres nunca estuvieron cerca, ya sabes, la historia típica; los padres siempre están viajando y trabajando, así que estaba solo la mayor parte del tiempo. Mi abuelo se convirtió en un padre para mí; jugaba conmigo, me enseñó a montar a caballo, hicimos todas las cosas divertidas que te puedas imaginar. —Una sonrisa nostálgica se formó en sus labios—. Era mi mejor amigo, sentí que podía contarle todo.

Insania (Pausada hasta julio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora