Capítulo 1

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Tocó el timbre, estaba nervioso porque todavía no se acostumbraba a la intimidad reciente que estaba formando con su ex rival de la secundaria, las palmas de sus manos estaban sudorosas así que las limpió rápidamente frotándolas en su chaqueta.

Hacia un poco de frío, el invierno estaba próximo a comenzar y sentía los pies tan fríos como carámbanos de hielo.

Atsumu-san no estaba abriendo la puerta y en su mente lo maldijo con todos los insultos que había aprendido a lo largo de los años, que no eran muchos. Impaciente volvió a tocar el timbre, se sentía incómodo allí de pie esperando a que el alfa mayor le abriera la puerta, vivía en un complejo de departamentos y ya podía sentirse observado por los vecinos cotillas del edificio.

Justo cuando sacó su celular del bolsillo se abrió la puerta, un Atsumu con el pelo empapado y la ropa arrugada le devolvió la mirada.

-Lo siento Tobio-kun, estaba en la ducha -le dijo, riéndose nerviosamente, como si Tobio no hubiese llegado por sí mismo a esa conclusión.

Se limitó a asentir con la cabeza en señal de reconocimiento y se removió incómodo en su lugar, la pequeña glándula odorífera en su cuello comenzó a picar y a molestarle, como si tuviera mente propia y fuese consciente de lo que iba a suceder en unos minutos más.

-Tranquilo Miya-san, lamento interrumpir tu tiempo en la ducha -respondió, fijando su vista en los calcetines del Alfa que tenían un patrón de pizzas.

-¡Tobio! ¿Cuántas veces debo decirte que dejes de llamarme Miya-san? Un día de estos me vas a terminar confundiendo con mi tonto hermano -hizo una mueca de desagrado-Pasa, está helando afuera -se movió a un lado invitándolo a entrar.

Kageyama asintió, murmuró un pequeño permiso y entró al departamento. Lo primero que vio fue el pequeño armario de los zapatos, se sentó en la entrada y comenzó a quitarse sus zapatillas, Atsumu quien estaba de pie a su lado le pasó un par de pantuflas grises, como es costumbre para los invitados en el hogar.

-¿Tuviste muchos problemas para llegar aquí? Sé que aún no puedes ubicarte muy bien en la ciudad, Tokio puede ser un desafío a veces ¿Te perdiste? -preguntó el rubio.

Las orejas de Kageyama se tiñeron de rojo, porque efectivamente tenía un mal sentido de la orientación y porque sí, se había perdido. Gracias a Dios que la anciana que le abrió la puerta le indicó el camino correcto para llegar al departamento de Atsumu o de lo contrario todavía estaría dando vueltas por las calles tratando de encontrar la residencia del rubio.

Atsumu se rió al ver las orejas rojas de Kageyama.

-Hinata tenía razón, eres un tonto cuando se trata de direcciones Tobio-kun -soltó otra risita mientras Kageyama trataba de preservar la poca dignidad que aún conservaba.

-Hinata no es quien para hablar, terminaba siempre perdido al principio cuando tenía que hacer entregas por las calles de Brasil, ahora al menos se ubica mejor -gruñó.

Atsumu lo guió a la pequeña salita y le indicó que se sentara en el sofá más grande, mientras él iba a la cocina para preparar algo de té para que pudieran compartir cómodamente.

-¿Es acaso una competencia, Kageyama? -dijo desde la cocina, el ruido de las tazas y el grifo parecieron calmar un poco los nervios del beta.

-No -respondió pero no estaba seguro de que Atsumu lo hubiese escuchado.

Observó atentamente el espacio y se dio cuenta de que era mucho más acojedor que su propio departamento, había una manta naranja en el sofá del frente, un par de plantas que parecían estar bien cuidadas con sus hojas brillantes y verdes, un televisor de pantalla plana ocupando gran parte de la pared, objetos alusivos al voleibol por todas partes y por supuesto muchas fotografías de Atsumu con su equipo, familia y amigos.

Dale a un hombre un poco de misericordia »AtsuKageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora