Capitulo 1

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La Luz del sol que se filtra entre mis cortinas, es de color amarillo con un ligero toque de naranja.

Observo mis manos, las cobijas y el techo. Levanto mi teléfono y veo la hora, las ocho de la mañana.

Otra ves faltare a la universidad.
Ningún mensaje, ninguna llamada, solo notificaciones del clima y las noticias matutinas.

Decido levantarme y dirigirme al baño. Lavar mi cuerpo en las mañanas es un ritual que nunca olvido. El agua tibia y el olor a shampoo de supermercado, el jabón con olor artificial y el estropajo deshilado acomodados de acuerdo al orden que necesito que estén.

Soy meticulosa, pues en el orden oculto la maraña de pensamientos que me abruman, me refugio en mis obsesiones más productivas para compensar el desastre de mis adicciones más dañinas.
Al terminar, sujeto firmemente la toalla contra mi pecho y me seco lo más rápido posible para evitar ver mi reflejo en el espejo empañado que nunca limpio y nunca limpiare.

Regreso a mi habitación aún con la toalla alrededor de todo mi cuerpo, me aferró fielmente a cubrirme todo lo posible en mi trayecto, aunque viva sola, pues la sensación de ser observada y juzgada nunca me ha de abandonar, incluso en soledad.

El primer cajón contiene mi ropa interior, seccionada por las bragas y mis sostenes, no tiene caso usar sostén si no saldré.

El segundo cajón contiene mis playeras, la mayoría son de tallas más grandes y con colores apagados. Visualizo mi favorita, la que siempre uso y la que más desgaste tiene. Me llega a los muslos y es agradable al tacto, con real desespero me la coloco y siento la familiaridad y la sensación de protección que tanto amo.

El tercer cajón contiene mis pantalones y pijamas. Este cajón es el que más odio y me incómoda. Ver y tocar pantalones que no uso, ver y tocar telas que aborrezco, aceptar a regaña dientes su uso y no lo digo por qué sea una maniática enemiga de los pantalones, sino por la sensación de estar limitada en mis movimientos y por la intriga de saber si me veo bien en ellos, supongo es mi complejo de inferioridad hacia las piernas delgadas en contraste con mis piernas anchas y largas.

Cierro el tercer cajón sin sacar nada y decido estar comoda dentro de mi propia casa.

Emprendo mi camino hacia el largo pasillo sombrío que da hacia la cocina y la sala de estar.

Planeo mi desayuno: ¿Huevos?, ¿Café? O ¿fruta? Y ¿Jugo?. Pareciera una descisión simple pero este momento del día y los demás momentos que conlleven ingerir alimentos es de suma importancia y preocupación, por mi antecedente de anorexia y bulimia.

Mis normas son estas: si comes ligero en la mañana, te aguantas a comer poco, si por el contrario comes pesado o mucho te atienes a las consecuencias de una posible carga de culpa y arrepentimiento durante todo el día.

Las barras de avena y mi licuado de manzana me ayudan a sopesar y de alguna forma balancear estos pensamientos destructivos e intrusivos.

Después de una hora desayunando y viendo redes sociales, me dirijo a la sala de estar en donde contempló el retrato hecho a mano y a lápiz de la persona que más curiosidad me genera.

Con café en mano, sorbo a sorbo observo las facciones que componen el rostro, el cabello, los labios, las orejas, las cejas y los ojos.

Sebastián, tan enigmático y tan lejano de ti mismo.


Para ti con amor, o lo que haya sido.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin