ℂ𝕝𝕒𝕤𝕤 𝔽𝕚𝕘𝕙𝕥

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Los salones, pasillos y cualquier parte interna de aquel colegio privado de Japón, estaban limpios, en el sentido de que: los azulejos estaban pulidos y sin ninguna quebradura en ninguna esquina, parte del mismo material, simulando con su diseño, madera de caoba, que era protegido con un brillante barniz que le daba un tono perlado al suelo. Perfectamente, lavados y barridos todos los días de la semana, incluyendo sábados y domingo, días que eran de descanso normalmente para estudiantes y a veces los profesores, pero no para los conserjes.

Las paredes pintadas de blanco, sin ningún rayón o suciedad en ellas, reflejando limpieza y refinamiento en el lugar; las grandes y bastantes, ventanas que había en el sitio, totalmente pulidas, que hasta parecía que no había nada en aquellos grandes cuadros vacíos de las paredes, como si aquellos cristales que mostraban el magnífico y verde exterior, no estuvieran y los estudiantes pudieran salir y entrar por ahí.

La luz del Sol alumbraba perfectamente cada esquina del instituto, perfecta para que un artista pintara su fondo o algún joven fotógrafo tomara una esencia del paraje tranquilo e inspirador, en el sentido artístico.

Los estudiantes ahora mismo reposaban en sus pupitres, cada uno en sus aulas correspondientes a la materia que les tocaba; ningún estudiante estaba afuera de sus salones, jugando o perdiendo el tiempo, todos eran vigilados por su profesor, y aparte, de que había un prefecto fuera de los pasillos, cuidando a que ningún alumno se intentara escapar o burlarse de las clases.

Solo salían los alumnos que pedían permiso para ir a los sanitarios, o si tenían un accidente los llevaban a la enfermería, pero no más.

Muchos jóvenes discípulos y discípulas esperaban impacientemente el fin de clases de aquel viernes tan deseado, teniendo planes de salir con amigos o regresar a casa para descansar de la semana tan agitada y pesada que tuvieron.

Otros, o en este caso, otras, la mayoría solo querían escuchar el timbre de fin de clases para poder ir a perseguir y admirar a un estudiante modelo, el crush de todas las niñas del colegio; querían verlo meciendo y presumiendo aquel largo y hermoso cabello largo de color negro, que siempre lo llevaba amarrado, ya fuera en una coleta o un chongo.

Muchas jóvenes quedaban atrapadas en sus iris verdes, tales como dos pares de esmeraldas pulidas y perfectas; su mirada profunda, seria y seductora, como si con ellos demostrara su superioridad y poder que tenía sobre los demás. Su mandíbula varonil y forma de su cara, eran perfectamente simétricos, no tenía ninguna imperfección en su piel limpia y perfecta, ni una cicatriz o arruga.

Su sonrisa, que rara vez le regalaba a las chicas o a las personas, parecían un collar de perlas perfectas, cuando mostraba sus colmillos en su sonrisa o al hablar, sus colmillos causaban fetiches de sadismo en las jóvenes.

Queriendo que las mordiera y dejara la marca de sus dientes en sus pieles, en especial aquellos finos colmillos, para demostrarle a todos que tenían dueño o pasaron una buena noche o aventura con él.

Su tamaño, me refiero en la altura, era aceptable, no tan alto, pero tampoco tan bajo, medía casi 1.70 y tantos centímetros, llegando quizás a los 1.80 cm. Sus manos gruesas y grandes, mostrando su gran masculinidad y fuerza, también habilidad en sus dedos; sus venas sobresalían un poco cuando las movía o hacía movimientos con estas, serían un hermoso collar si lo piensan bien...

Sus brazos y cuerpo no se quedaban atrás, sus brazos, quizás no tan trabajados como una supone, pero si se veían apetitosos, tanto que todas querían que las abrazaran con fuerza, hasta quitarles el aliento.

Su cuello y manzana de Adán eran la fruta prohibida del paraíso e imposible para todas las chicas y los chicos; su voz ronca y masculina, provocaban un orgasmo en los salones cada vez que el de ojos verdes participaba en clases, y pues así era.

Class FightWhere stories live. Discover now