Reflejos en un Mundo Sintético

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Las luminosas y deslumbrantes ráfagas de los rascacielos hienden el horizonte de una ciudad perdida entre la oscura maraña tecnológica. En su día, este lugar fue la punta de lanza en la danza entre el futuro y la humanidad. Suffer City, el reflejo distorsionado del porvenir, una canción electrónica de una era incierta. Una tarde resplandeciente prepararía la antesala de una era por llegar, un martes que encendería las llamas de una gran controversia global. El alumbramiento del primer replicante, una criatura carente de emociones y sentimientos, el primer modelo de la serie LK, LK prototipo#001. Nadie pudo prever cómo tal evento desencadenaría una serie de acontecimientos que reconfiguraría el tejido de la historia.

Año 2025, el punto de partida de una nueva Revolución Industrial, una ola de cambio que arrasaría con todo a su paso. Un cataclismo asombroso para algunos, una tragedia insalvable para otros. Fábricas se activaron con un propósito desenfrenado, marchando al compás de la producción de autómatas. Cada iteración superaba a la anterior en diseño y funcionalidad. Las megaempresas industriales competían en la carrera por materializar la encarnación de la excelencia. Seres destinados a emular cada gesto humano, marionetas que obedecían sin cuestionar, ejecutando la perfección a la perfección.

Tres décadas habían cedido desde aquel incidente, y la tecnología había asestado un golpe devastador a otros esfuerzos. Naciones enteras se derrumbaban ante este prodigio tecnológico. Emergía una era nueva, donde las ciudades se elevaban con luces rosas y violetas de intensidad deslumbrante, y un océano de neón pintaba un trasfondo para un porvenir tenebroso.

Año 2056, 19:30 horas, día lunes.

Gotas de lluvia inesperada golpeaban la palma de una criatura recién nacida, una aberración antinatural esculpida por la mano humana, modelada según su semejanza. ¿Era el humano un dios, invocando vida en lo inanimado, o una mera extravagancia en la carrera por la grandeza? Era un duplicado, en apariencia humano. Respondía al nombre de Bill, la última creación metálica surgida de la fábrica, una entidad saturada de información, programada para una misión: descubrir los hilos detrás de los asesinatos envueltos en misterio que ensombrecían la ciudad. Una etiqueta en la nuca exponía su naturaleza ajena a lo humano. Bill era uno más en un mundo ahora vacío, donde humanos y máquinas coexistían en una armonía no tan armoniosa.

Este ser, incapaz de cavilar sobre dilemas filosóficos, conceptos de vida y muerte o incluso la propia emoción, observaba las gotas de la lluvia repentina resbalar por la manga de su gabardina, marcado como LK3#3500. Se paseaba entre tiendas operadas por máquinas, una fachada tan impecable y humana que podría engañar incluso a las mentes más perspicaces. Así era ahora, un mundo transmutado. Solo los ingeniosos habían sabido aprovechar la apertura. La miseria empapaba las calles, y seres de carne y hueso se desmoronaban sobre el pavimento gélido, clamando por monedas para subsistir un día más en este universo desgraciado.

A medida que este ser avanzaba, adentrándose en el vecindario del crimen más reciente, figuras humanas surgían en su camino, seres que lo observaban con miradas de desdén. No era bienvenido en un mundo que había sacrificado todo debido a su creación.

Con cada paso, se aproximaba al epicentro del último asesinato. La proximidad de su objetivo crecía con cada zancada. Este ser, inmune a la tristeza, la ansiedad o el carisma, dirigía su mirada al frente, la mandíbula en posición elevada. Sus ojos eran implacables, dos orbes azules que contrastaban con su rostro. Su cabello castaño imitaba la realidad, mientras que su piel clara camuflaba con maestría los circuitos y el reluciente metal alojados en su interior. Había sido programado para emular diversos comportamientos, todo en aras de cumplir su propósito.

Los pasos resonaban con determinación en una calle desolada y envuelta en sombras. La lluvia, antes serena, se había desatado en una tormenta, pero este detalle no alteraba el rumbo de su atención. Solo le importaba el sendero que lo llevaría a alcanzar su cometido: descubrir respuestas y exponer al culpable.

Mascara de Metal Y sueñosOnde as histórias ganham vida. Descobre agora