CΛPÍTULO 11

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Antipatros se recostó sobre una de las tumbonas del jardín, disfrutando del aroma de las flores y el canto de los pájaros

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Antipatros se recostó sobre una de las tumbonas del jardín, disfrutando del aroma de las flores y el canto de los pájaros. Su corazón latía con impaciencia y emoción al pensar en el inminente reencuentro con sus hijos, a quienes no veía desde hacía demasiado tiempo.
Con diversión recordó el momento en que su amada había salido corriendo a su encuentro entre gritos de júbilo. No le había dado la oportunidad siquiera de acompañarla, tan ansiosa estaba por abrazarlos y besarlos. Una sonrisa tierna y traviesa se dibujó en su arrugado rostro.

«No importa cuántos años pasen —pensó—, sigue siendo igual de apasionada y espontánea que cuando nos casamos.»
Mientras sus labios exhalaban un suspiro de nostalgia, la puerta del jardín se abrió con estrépito y una voz jovial y familiar lo llamó en la distancia:

—¡Padre, padre!

Su cabeza se alzó hacia el joven de cabellos oscuros que corría hacia él. Levantándose con lentitud, abrió los brazos para recibirlo. Nikias se lanzó a ellos sin dudarlo un instante entre risas de felicidad.

—¡Oh, Nikias! ¡Qué alegría me da volver a verte! —le dijo mientras lo estrechaba con entusiasmo.

—Y a mí verte a ti, padre —le respondió.

Antipatros sintió el calor del cuerpo de su hijo menor, el latido de su corazón, el aliento de su boca. Lo miró con ternura y admiración. Nikias era un muchacho alegre y generoso, siempre dispuesto a ayudar a los demás. Pese al gran parecido físico que compartía con su madre, Antipatros no podía evitar pensar que Nikias se parecía mucho a él cuando era joven. Tenía la misma energía, la misma curiosidad, la misma pasión por la vida que había poseído a su edad.

—¿Cómo te encuentras?

—Maravillosamente bien —le respondió Antipatros con una sonrisa—. El tiempo que he pasado en Laurión ha sido muy beneficioso para mi salud. ¡Siento que he rejuvenecido diez años! —exclamó con entusiasmo.

—Puedo verlo —rio el joven.

—¿Dónde está tu hermano? —le preguntó.

—Aquí, padre —dijo una voz grave.

Antipatros miró tras la espalda de su hijo menor y vio a Andreas, su primogénito, que se acercaba con paso firme pero sin prisa hacia ellos seguido de cerca por su esposa.

En cuanto el joven estuvo a su alcance Antipatros se lanzó a abrazarlo con todo el cariño que le profesaba, igual que había hecho con su hermano. Al instante sintió que Andreas no se dejaba envolver por sus brazos con la misma soltura que Nikias. Su cuerpo estaba tenso y frío, y su rostro serio y distante. Antipatros buscó sus ojos, esperando ver una chispa de alegría, pero solo encontró una mirada vacía y ausente. Antipatros sabía que Andreas era más reservado y taciturno que su hermano menor, pero no podía evitar sentir una punzada de dolor ante su falta de afecto.

—Ya estáis en casa.

—Así es —le dijo su hijo en respuesta.

—¿Qué tal os ha ido el viaje, Andreas? —le preguntó Antipatros tras romper el contacto—. ¿Habéis tenido dificultades tu hermano y tú?

LA FORMA DEL VIENTO {En proceso}Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon