El aroma de la dama era dulce y suave. Y sus labios...sus pequeños labios lo tentaban a probarlos.

Hazlo y distraéla.

—Significa que me cansé de ser su rehén.— dijo, acercándose más.—Desde ahora en adelante seré su confidente.

Damien soltó una risa seca. Odiaba las libertades que se tomaba esa mujer.

—¿Qué le hace pensar que la nombraré mi confidente?

—Porque si no es así, todos en Bleiston House conocerán nuestro secreto.

Eso le perjudicaría más a usted que a mí.—le hizo ver.

—¿Está seguro?—arqueó ambas cejas.—El Código es contundente con respecto a las visitas de "entretenimiento"—Lucy había estado analizando el manuscrito a consciencia en las últimas semanas.—Y usted es un claro infractor.

—¿Infractor?—se mordió el labio reprimiendo un gruñido—¿Por salvar a una jovencita de sí misma?

¡Detenla ahora!

—No.—alzó el mentón.—Por enseñarle a una jovencita lo que es el placer y luego no hacerse responsable.

—Con que eso es...—el caballero la tomó por la cintura de un tirón. Estaba dispuesto a darle una gran lección para que nunca más olvidará sus límites—Si quiere condenarme por algo, merezco por lo menos disfrutarlo.—dicho esto, se abalanzó sobre sus labios sin pudor alguno. No fue suave ni delicado, sino duro y demandante. Con cada intromisión de su lengua las piernas de la joven flaqueaban. 

Lucinda sentía que si seguía así terminaría en el suelo.

—Señor...

El caballero pareció entender sus titubeos y en respuesta la levantó en volandas para sentarla en una mesa de madera cercana. Era su primer beso. Pero se sintió como el último de muchos. Sus labios inexpertos luchaban por seguirle el ritmo mientras sus pulmones rogaban por un poco de aire. Estaba llegando a su límite y necesitaba más.

—Por favor...—Lucy no se reconoció a sí misma cuando lo abrazó por el cuello.

—¿Ansiosa, milady?—susurró contra su oído. Y un quejido brotó de sus labios.

Juega un poco más.

—No lo disfruté tanto como piensa.

—Sus ojos me dicen justo lo contrario.—acarició sus labios hinchados con la yema de sus dedos.—Me pregunto si sabe tan bien como huele.

Su aliento cálido rozó su cuello y todo su cuerpo se estremeció.

—¿Por qué no lo comprueba?—contestó ella por impulso. Sonaba irónico en su mente, pero no cuando lo dijo. Parecía más una invitación.

—Tentadora oferta, milady.—apartó su cabello y delineó con sus labios la curvatura de su cuello mientras sus ágiles manos desataban las últimas cintas de su vestido. La tela de la prenda terminó arremolinada en la cintura de la joven junto a su stay.

—Señor Bleiston yo...—sus mejillas adquirieron un tono carmesí al verse tan desprotegida. Solo su fina camisa de muselina la protegía de sus embites.

—Abre más las piernas.—la instó colocándose en medio de ellas.—Y déjame probarte.

Solo un poco más.

La dama se arqueó y apoyó sus manos sobre la mesa cuando él rodeó sus pechos y empezó a amasarlos con suavidad.

—Relajate ma chère.—su delicado acento fránces le hizo temblar. Y una extraña humedad se esparció por su vientre bajo.

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now