Capítulo 8: Problemas

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-¿Y no puedo hablar con él?-pregunto jugando con mis manos nerviosa.

-Ah, sí puedes, ven sígueme-responde y se levanta de un salto de la silla para guiarme.

Y sin decir nada comienzo a seguirlo por los pasillos de la comisaría hasta que llegamos a la zona de las cárceles.

Jamás pensé que leería algo así.

¿Qué dices tú de leer?

¿yo? Nada, nada. Como si no hubiera hablado.

Vaaale... cada día estoy peor.

Y antes de que me de cuenta estamos frente a la única cárcel que hay alguien dentro. El policía va a sentarse lo suficientemente cerca por si tiene que intervenir, pero al igual lo suficientemente lejos para darnos intimidad.

En cuanto Erik me ve se levanta de un salto y se acerca con pasos apresurados. Cuando Diego me ha dicho que fue a darle una paliza me había imaginado que Erik tendría algún signo de pelea, un moratón o alguna herida, sin embargo está perfectamente.

-Por fin, pensé que no vendrías nunca-dice con ese tono de broma que ahora mismo lo único que hace es enfadarme más todavía.

-Pero...¡¿A tí que te pasa?!- espeto cabreada.

-Eh...- Erik se queda paralizado ante mi arrebato.

-¡¿En qué momento has pensado que ir a darle una paliza a alguien era una buena idea?!

-Yo... no sé...

-Espera, ¡¿Eso eran las cosas que tenías que hacer ayer?!-No sé cómo no se me había ocurrido antes. Erik agacha la cabeza, lo que confirma que es verdad-Joder Erik, ¿ No se te ha ocurrido otra forma de desahogarte?

-No, no se me ocurrió otra forma.

-Y claro hablar conmigo no era una opción ¿no?

-Eh... la verdad es que no lo había pensado.

-Mira déjalo, porque al final voy a terminar matándote.

Erik se ríe, y cuando parece que va a responder el agente de policía aparece y me dice que me tengo que ir, me despido de Erik y salgo de la comisaría.

La verdad, lo último que he pensado esta mañana al levantarme es que tendría que venir a ver a Erik en la cárcel, pero la vida no es siempre lo que pensamos.

Empiezo a andar porque he descubierto que la comisaría no queda tan lejos de casa. Llevo un par de minutos andando cuando mi móvil suena en el bolsillo por la llegada de un nuevo mensaje. El simple echo de que pueda ser Daniel hace que un escalofrío me recorra el cuerpo, sin embargo no es él, sino Derek preguntándome si me apetece quedar con él para tomar algo. Le respondo que sí y quedamos en vernos dentro de diez minutos en frente del bar en el que trabaja.

Al llegar a la puerta, Derek todavía no ha llegado, así que me siento en un banco que hay al lado de la entrada, porque el simple pensamiento de tener que esperable de pie hace que me quiera morir de pereza.
Por suerte Derek no tarda mucho en aparecer, ya me estaba empezando a congelar. Me levanto del banco y me acerco a él, que me recibe con un pequeño abrazo.

-Bueno, y ¿a dónde vamos?- pregunto cuando nos separamos.

-Donde tú quieras- responde.

-Si dependemos de mí, terminamos en una librería-digo bajito.

-La verdad es que prefería desayunar algo que no fueran libros, pero si te hace ilusión.

Me echo a reír, -y cuando digo a reír, es a reír como una desquiciada que debería estar ingresada en un hospital psiquiátrico-. Consigo calmarme antes de que me de un ataque de algo y respondo a Derek, el cual me estaba mirando con diversión.

El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Where stories live. Discover now