「✦」Arrodíllate

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Aziraphale seguía atento a la fotografía entre sus dedos, mirando la imagen con el rostro más sereno que podía tener, e indiferente. Un truquito de manos y simplemente la imagen había acabado en su bolsillo, cuando aparentaba meterla nuevamente en el sobre y entregarla al demonio que tenía frente a él. Buscó de reojo la mirada de Crowley, quien ahora parecía ocultarse bajo su sombrero.

— Así que os conocéis. — murmuró el ángel con una pasividad que ocultaba mucho más.

— Estáis condenados, tú y ese demonio de ahí. — Furfur parloteaba señalando a Crowley. — Tanto tiempo invertido en...

— ¿En qué? — le cortó Aziraphale cuando notó la duda en su voz, frunciendo el ceño mientras taladraba con la mirada a Furfur.

— Tuvimos nuestros momentos. Cuando aún se dejaba llamar Crawley.

— Ah, ya... — Aziraphale pasó su lengua por la cara interna de su mejilla, rascándose luego aquel bigote falso pintado mientras se acercaba al demonio. Palmeó su espalda y le susurró al oído mientras señalaba a Crowley con el dedo. — Él y yo ahora si vamos a tener nuestro momento, y si no quieres ver como le hago de rogar conmigo dentro, mejor largate.

Crowley alzó el ala de su sombrero con los ojos como platos al oirle hablar de aquel modo, un escalofrío recorriendo todo su organismo a la par que la temperatura de su cuerpo se le agolpaba en el rostro. No era arriesgado decir que jamás había visto a Aziraphale de aquella forma, reclamándole tan abiertamente. Probablemente se debiera a que pocas veces se había enfurecido verdaderamente frente a él. Sabía que su poder no era moco de pavo, tampoco su rango o su autoridad, pero aquello estaba fuera de toda expectativa por su parte.

El semblante de Furfur se decoró con un ceño fruncido mientras le plantaba los ojos encima, siguiendo la señal del rubio. Crowley torció un poco la boca, en la misma postura que hace unos segundos, como una figura de mármol.

— ¿Quién dice que no quiero verlo? — El otro demonio resopló por la nariz con una sonrisa amenazando con tirarle de la boca y se encaró a Aziraphale. La serpiente reaccionó con aquello y exhaló con fuerza, levantándose del sofá.

Aziraphale dio un paso al frente ante la respuesta, encarándose al demonio cuando respondió con altanería. No fue hasta que escuchó a Crowley que tensó la mandíbula y simplemente le mantuvo la mirada desafiante.

— Se acabó el puto espectáculo — se colocó bien la chaqueta al aproximarse, clavándole sus orbes amarillos tras aquellas gafas a Furfur. Podía permitir posesividad de alguien como su ángel, por quien, hablando claro, se moría de hace milenios. Sin embargo, no continuaría observando aquel estúpido enfrentamiento, como si él fuese alguna especie de premio sin ninguna opinión.

Con un pensamiento, el demonio intruso había desaparecido de la sala y los hombros de Crowley se destensaron, sin saber bien qué decir después de las palabras de Aziraphale.

El ángel relajó sus músculos cuando Furfuro desapareció, acercándose al espejo para limpiarse el bigote pintado. Observó su rostro en el reflejo, no reconociéndose a sí mismo de aquella manera; con tanta rabia, ira.. Tan celoso. Su mirada fue directa al reflejo de Crowley y frunció el ceño para luego golpear la superficie con sus manos.

— ¿¡Se puede saber qué fue eso!? — Aziraphale alzó la voz, por primera vez en milenios. Se giró y buscó enfrentar la mirada del demonio. Alzó su mano hacia donde quedaba el recuerdo de Furfur. — ¿¡De verdad te estuviste con ese imbécil!? Y no trates de negar lo que estaba diciendo ese demonio, porque no he notado ni una sola mentira en él.

Crowley mantuvo los labios sellados, y alzó las cejas tras sus gafas de sol, guardando silenció por unos instantes, a la par que decidiendo no desviar la mirada de aquellos orbes desafiantes. Estaba perplejo ante semejante comportamiento, aunque también reflejaba un brillo extraño, como ofendido y orgulloso a partes iguales.

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