Capítulo n°34: "Inexplicable suceso ."

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La nave de un gris – blanco, alas puntiagudas extendidas a ambos lados y ojos grandes se ponía en movimiento. En el interior Mejías se acomodaba en el asiento abrochándose su cinturón mientras Adén le servía una copa.

El silencio no le gustaba para nada. Solo se limitaba a pensar lo que se encontraría al llegar también preocupación ya que su madre no estado en contacto con él desde hace varios días.

La realidad era otra en el palacio. El rey Neptuno festejo junto a su esposa el nacimiento de dos hermosas niñas mientras Luna caía en la trampa.

Por orden de Antón se retiraron los guardias de la puerta de sus aposentos, esto facilitaría su fuga, pero nunca vio venir lo que tramaban.

Al abrir las puertas y darse cuenta que nadie la vigilaba tomo un frasco que escondió entre la tela de su vestido. Con el corazón desbocado a mil por segundo avanzaba por los pasillos.

Prácticamente todos los criados estaban en la celebración y no terminaría hasta que el rey se fuera a dormir. Entonces, aprovecho la distracción con grandes zancadas se dirigía a los aposentos de la reina Marte.

Le pareció extraño que la puerta se encontrara sin custodia y entre abierta, introdujo la mitad de su cuerpo para observar. Al no haber nadie ingreso cerro con seguro y camino hacia la cama.

Vio una jarra con agua predispuesta por si la reina tenia sed. Vertió en un vaso tres gotas de un diminuto frasco con un líquido espeso verde agrego agua y fundiéndose se dispuso a dárselo de beber.

Destapo el bulto que yacía en la cama, pero su semblante se desencajo al no ver nada. Consumida por los nervios se paralizo. Reacciono tarde cuando Antón y los guardias venían por ella, Luna se volvió loca tirando las almohadas para cualquier lado menos en huir.

Los guardias intentaron derribar la puerta tantas veces. Ella buscaba opciones por donde escapar, pero la única era la ventana. Aunque se mataría si se lanzaba sin una soga mientras Antón vociferaba que abrieran rápido la puerta, la reina Luna ataba las sábanas y las tiraba por la ventana a una altura de siete metros.

Sin tener tiempo a pensar sino de actuar se lanzó sujetándose de las telas. Por cada tramo bajaba los guardias aporreaban la puerta con el objetivo de derribarla.

Después muchos intentos se vieron obligados en acudir a las bancas apostadas en los pasillos para hacer más presión. Uno, dos y tres intentos seguidos rompieron la madera logrando abrirla.

Pero la suerte corrió a favor de la reina que ya corría por el jardín aprovechando la congregación de la multitud en la plaza. La respiración errática la hizo detenerse para tomar aire.

Debía escapar o seria arrestada para siempre y eso no le ayudaría en nada al príncipe Mejías.

Cubriéndose su cabello y el rostro rodeo el castillo va encaminándose hacia el bosque, que cubre toda la parte trasera también el monopolio, el palacio de reyes.

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Presente.

Rojo no podía contener el llanto. Su corazón y razón no encontraba lógica en lo que acababa de experimentar. El dolor en su espalda es soportable en la medida en que se transformaba en un mar de lágrimas descargando toda desazón de no conocerse a sí misma.

No concebía la idea de ahora tener alas. ¿Qué hará con ellas? La idea la tenía aterrada mientras descendía con la esfera en la mano intentaba procesar lo ocurrido hace unos instantes.

RojoWhere stories live. Discover now