[ U s. ]

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El primer concierto de la gira debería ser un buen momento, debería ser eufórico y todos deberían estar corriendo por todas partes ansiosos por salir al escenario a tocar luego de meses sin tocar sus instrumentos para una audiencia. Deberían estar gritando y brindando como si eso les fuera a traer mayor suerte para el resto de la gira. Deberían estar felices.

Pero para Terzo no se siente así.

Está feliz de salir del Ministerio, por supuesto, pero conoce el precio de esa gira. Sus días están contados en el calendario y cada segundo que pasa está más cerca de su final. Quiere disfrutar el momento pero el saber que eso acabará tan pronto corta todas sus energías y en su lugar lo lanza un pozo de desesperación.

Satán sabrá cuánto tiempo lleva encerrado en su camerino para ese momento, el Papa ciertamente no ha contado el tiempo, sólo divaga nervioso pensando que ahora no sólo tiene las expectativas de los fans en él sino también las del Clero, que si esa gira no sale bien su última oportunidad fue derrochada y él perderá todo; dando vueltas en su camerino todavía con la ropa informal y sin su pintura.

El cardenal lo encuentra por casualidad a decir verdad. Lo habían enviado junto al Papa en esa gira y todavía no dejaba de fascinarse por todo el mundo que era estar de gira. Así que se había entretenido viendo la prueba de sonido y la banda que estaba teloneando pero ahora queda menos de media hora para el show y Papa debe estar listo para salir, así que le va a desear buena suerte para ese concierto. No cree la necesite porque el hombre es un gran frontman pero siempre es un lindo detalle.

Ni siquiera sabe bien qué hacer cuando lo encuentra. Cualquier discurso de ánimo salta por la borda para dar paso a la confusión. Terzo, a su vez, se queda quieto en su lugar como un niño sorprendido haciendo algo que no debería. No es extraño que Copia lo vea sin su maquillaje pero sabe que es algo que, de hecho, no debería suceder. Mientras él sea Papa está obligado a usar la pintura, en especial cuando está fuera del Ministerio. Sin embargo ahí está, siendo observado por Copia sintiéndose en una situación cazador/presa. Copia resopla en una risa por el puchero que tiene Terzo y al menos eso sirve para quebrar el hielo.

— ¿Ansioso, Papa? — le pregunta Copia mientras se acerca con cuidado a él, sin querer alterarlo más de lo que ya parece. La pregunta es únicamente para entrar en confianza con Terzo, han pasado tanto tiempo juntos que reconoce la mayoría de los estados anímicos en el Papa y más allá de eso reconoce en Terzo esas señales ansiosas que él mismo tiene, también sabe cómo tratarlas —. Sabe que lo van a amar incluso si los insulta, ¿no?

— ¿Por qué haría eso? Ellos dieron su tiempo y dinero para verme, no puedo ser tan idiota — Terzo lo mira inclinando su cabeza hacia un lado. Sus hombros antes rígidos ahora caen un poco.

— Es sólo por decir. Va a hacerlo genial ahí fuera, Terzo, pero ciertamente no así —. Copia señala su ropa con una sonrisa, que si bien le gustan esos pantalones ligeramente ajustados y la remera de ABBA que usa no son outfits dignos de un Papa —. ¿Necesita que lo ayude a prepararse?

Terzo suspira pero asiente. No confiaría en nadie más para ayudarlo cuando se siente así de todas maneras.

Y Copia lo hace, buscando en el armario el conjunto de ropa formal que usa debajo del traje para acercárselo mientras Terzo lanza su ropa al suelo de la forma más descuidada posible al desvestirse, haciendo que el cardenal haga de toda su voluntad para no verlo de frente ni a través del reflejo en el espejo del tocador. Entretanto toma la túnica cuidadosamente planchada (lo cual cree es un desperdicio porque en la oscuridad no se notan las arrugas sin embargo le parece entrañable que Terzo cuide tan minuciosamente su apariencia en el escenario) y se la entrega para que termine de alistarse. Aparta la otra ropa a un lado bien consciente de que la tendrá que doblar eventualmente no obstante esos son problemas para el Copia de futuro.

Before we left;; CopiiiaWhere stories live. Discover now