° Capítulo 2 °

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—¿Ya nos vamos? —pregunto sin poder evitar sentir emoción.

—Es muy temprano para partir, hay un par de cosas que debemos hacer antes de poder irnos —contesta mamá—. Primero come tu desayuno.

Le dedico una mirada inquieta, a lo que ella responde con una sonrisa mientras extiende un vaso de leche con chocolate en mi dirección y deja sobre la mesa un plato de waffles. Espero a que se siente a mi lado antes de empezar a comer. Al terminar el desayuno, recojo mis platos y me acerco al fregadero para lavarlos.

—En verdad tienes prisa por irte. Nunca lavas los platos —replica ella con un tono divertido.

—Haré todo para acelerar nuestra partida.

—¿Tantas ganas tienes de irte y dejarme? —contesta fingiendo estar indignada.

—¡Claro que no! Solo quiero divertirme y hacer nuevos amigos.

Ella se levanta de la silla y se acerca a mí, toma un poco de espuma y la pone sobre mi nariz.

—Harás tantos amigos que tendremos que comprar muchos bombones en San Valentín.

Suelto una pequeña risita y confío plenamente en lo que acaba de decirme.

Tras un tiempo, termino de lavar los platos y subo a mi habitación para arreglar mi cama. Seguidamente, me cambio la pijama por ropa decente y voy al baño para lavarme los dientes.

—¡Nos vamos de compras! —grita mamá desde la sala.

Tomo mi celular y me apresuro a bajar las escaleras, llegando a su lado casi tan rápido como lo haría Flash.

—Deberías tener ésta actitud todos los días —habla mientras abre la puerta.

—¿Pediremos un Uber?

—No, iremos caminando.

—Ay no —suelto un quejido.

—Te quejas como un niño pequeño y berrinchudo. Apresúrate o llegaremos tarde al campamento.

—Eso es chantaje.

Una vez que llegamos a la tienda, mamá me entregó la mitad de la lista del supermercado, la miré de reojo y ajusté las agujetas de mis zapatos, por muy estúpido que parezca, la guerra estaba a punto de comenzar.

—Tenemos la misma cantidad de artículos —dice con lentitud—, ya conoces las reglas, quien terminé primero será el ganador, pero deberá mandar una selfie junto con el carrito lleno de los productos que están anotados en tu pedazo de lista y será enviada al grupo familiar.

—En sus marcas —sostengo mi carrito con más fuerza—, listos... ¡Fuera!

Mamá sale disparada por un pasillo y yo por el contrario. Le doy una leída rápida a mi lista y organizo los productos por categorías. Prácticamente corriendo, me apresuro hasta llegar a la zona de los cereales y tomo las cajas. Después de comprobar que no puse nada incorrecto dentro del carro (me ha pasado antes), sigo caminando apresuradamente con dirección a los inmensos refrigeradores del fondo. 

Al abrir una de sus puertas para sacar un paquete de yogurts, siento una mirada asesina posada en mí. Es mamá. Le devuelvo la mirada con un enojo juguetón y antes de que pueda adelantarse, salgo huyendo de ahí para encaminarme a la sección de los productos para la limpieza.

Tomo los detergentes y las esponjas para más tarde encaminarme hacia las frutas y verduras. Tuve que medir un par de veces las zanahorias y perdí significantes minutos intentando diferenciar el cilantro del perejil. Lo conseguí gracias a que una señora muy amable me vio sufrir y me ayudó a escoger el cilantro.

Chequé lo que quedaba en la lista, solo me faltaba comprar huevos y pan así que me apresuré. Mientras estaba verificando la caducidad en el paquete del pan, mi celular vibró, indicando que tenía una notificación.

—Mierda, por favor, qué no sea mamá.

Prendí mi celular y solté un suspiro exagerado de alivio cuando en la pantalla se leía "Alguien ha guardado tu pin. ¡Tienes buen gusto!" Maldito Pinterest y sus estúpidas notificaciones, pero por primera vez, me alegró leer aquello.

Tomé los huevos y salí corriendo como niño pequeño e inquieto hasta conseguir llegar a la caja. Me formé en una fila y cuando me giré vi a mamá sacando su celular.

Como alma que lleva el diablo, encendí la cámara, me acomodé para que saliera el carrito y extendí la lista en frente, tomé la foto y rápidamente la mandé al grupo familiar, escribiendo en la descripción "Familia, hoy se hace historia. Le he ganado a mamá en las carreras del supermercado".

Envié el mensaje y permanecí quieto, observando la reacción de mi madre. Una sonrisa genuina se extiende en su rostro y a pesar de estar lejos, puedo escuchar la ligera y suave risa que escapa de sus labios.

"Bien jugada, Noah"; responde mi madre seguido de un sticker de gato acostado en el suelo.

"Me sorprende que pudieras superar el peor de los obstáculos: el perejil y el cilantro"; replica mi padre.

"Ya es toda una señora"; contesta la hermana de mamá.

"Soy genial, lo sé"; mando el mensaje junto con un sticker de un pato bailando.

Es mi turno en la caja, ayudo al señor de mediana edad a guardar los productos dentro de una bolsa de tela para finalmente pagar con dinero que me dio mamá apenas entramos. Cargando la bolsa, me aproximo a mamá para ayudarla a cargar la suya. Me agradece mientras termina de pagar y salimos del lugar.

Una vez que estamos de vuelta en la casa, nos entretenemos acomodando las cosas en la alacena. Al finalizar, me tiro rendido sobre un sillón y enciendo mi celular para perder el tiempo en Instagram.

—Venga, pedí un Uber para ir a comer a Ricky's  —dice metiendo las llaves en su bolso.

Mis ojos brillan al escuchar el nombre de mi restaurante favorito.

—¿Ir a comer a un restaurante y aparte llegar ahí en Uber? ¿Qué clase de privilegios estoy gozando hoy? —replico con una ceja arqueada.

—Papá nos alcanzará allá.

—En serio, ¿qué está pasando?

—No actúes tan sorprendido, no es cómo si nunca saliéramos en familia.

—No es muy común, al menos no tan repentinamente.

—Nos vamos, justo ahora —sonríe.

Hago caso a su instrucción, abro la puerta y dejo que salga primero.

—Todo un caballero, te hemos educado bien.

Unos minutos más tarde, estamos arriba del auto rumbo al restaurante. Miro a través de la ventana despreocupadamente sin poder borrar la sonrisa de mi rostro. Al llegar, admiro el letrero de Ricky's  que cuelga con las letras en rojo neón.

Tomamos asiento en una mesa que tiene vista al pequeño pero coqueto jardín que se extiende en frente de nosotros. Tiene algunos pinos y varios tipos de flores plantados, del otro lado, hay un par de juegos para los niños pequeños.

Un mesero llega justo en el instante que papá aparece a un lado de nuestra mesa. Me da una palmada en la espalda a modo de saludo y yo sonrío en su dirección. Pido mi platillo favorito: Medallones de Bogavante acompañados de un plato de Raviolis.

Disfruto de la comida mientras mis padres me preguntan acerca del campamento. Luego nuestra conversación se limita a temas triviales. El ambiente es realmente agradable. Tras terminar y pagar la cuenta, nos subimos al coche de papá, por fin, con destino al campamento.

Amnesia [EN PAUSA]Where stories live. Discover now