—Mejor leche —contesta tomando una mantecada.

Le doy el vaso de leche, y me siento a su lado.

Lo miro, devora la comida como si pasará años sin comer.

Dios mio ¿Pues a que hora comen los hombres? ¿O nunca comen? Edwin se devora las mantecadas como si fuera la última vez que come.

—Edwin, come mas despacio, nadie te las va a quitar —pido acariciando su brazo.

—¿Y si aparece tu hermano? —pregunta con la boca llena.

—Entonces se desata la tercera guerra mundial.

—¡Que! —dice escupiendo lo que tenia en la boca.

—Ya escuchaste, no pienso volver a repetirlo.

—¿No te importa que me mate, o si?
—toma un trago de leche, lo miro como una boba, viendo como baja la leche por su garganta.

—¿Arzul te pregunte algo? —exige una respuesta.

Salgo de donde estaba, contestó su pregunta.

—No lo va a hacer, si no lo hago yo primero —contesto tomando un poco de la leche que esta en su vaso.

—¡Ay! Eso dolió —contesta llevando una mano al corazón.

—Mejor apurate —ordeno de manera apresurada.

Una vez terminado, lavo los trastos sucios, por qué no quiero que Grace me mate.

—¿A donde vamos a ir? —pregunto ansiosa.

—A la playa.

—Pero... Esa esta a dos horas —digo dudando. Por que es la verdad.

—No solo es una hora —explica jugando con las llaves de su auto.

—Si claro, es así por que conduces como un loco —respondí cruzando los brazos.

—Deberías verte Arzul.

—Ni de coña, mejor vámonos.

Me monto en su coche, un Ferrari F8 Spider, lo admiró cada parte, yo siempre he soñado en construir uno, aunque mis hermanos dicen que estoy loca.

—¿Es tuyo? —pregunto asombrada, ya que visto como diez en su garaje.

—Mmm no es de mi hermano —contesta frunciendo sus labios.

—Ooo vaya.

—Me parece que te gusta mas el coche que yo —dice achicando sus ojos.

—Yo no dije eso —respondo cruzando mis brazos.

—Tu no, pero tus ojos si —y solo eso basto para que mi rubor sea visible, él se colocaba el cinturón de seguridad.

—Edwin —digo dándole una manotazo en el hombro, se carcajea.

—Me gusta tus ojos, también tus labios y esos hoyuelos que tienes —comenta acariciando mi mejilla donde se marcan esos hoyuelos.

Toda mi vida he evitado mis hoyuelos, y no es que me guste pero los herede de mi padre, eso fue lo único, que me lo dijera Edwin, fue como si me dieran una bofetada. Pero no se lo dije claro, frunce el ceño y yo me río.

—Me gusta como se sonrojan tus mejillas, cuando sonríes.

Joder, mis mejillas hacen que mi rubor aumente, y siento que me arden ¿Como es posible que tan solo con una frase me lleve al sexto cielo?

—Eres todo un poeta —digo recuperando el poco aliento que Edwin me arrebata cada vez, que sale alguna palabra de sus labios.

—No me alegues a mi, mejor diselo a mi padre —dijo con las manos en el volante.

Cuando todo termineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora