En silencio ayudé a los chicos a calentar las brasas para poner el fuego, hacer asado era un arte que llevaba práctica.
Había comprado kilos de carne de vaca, tripa rellena, chinchulín y chorizos, le había comprado morcilla a Andrea solo porque insistió, yo no era muy fan.
Una vez el fuego estaba en proceso me metí a la casa y en una bandeja tiré la carne, me puse manos a la obra.

— Necesito alguno que esté al pedo para que me ayude.— Grité.

— Mihail ve tu que yo tengo que ir a comprar para la ensalada.— Habló Álvaro.

— ¿Y no puede ir Andrea y yo voy a comprar?— Otra vez quejándose.

— No sabes manejar, Andrea si.— De mala gana el rubio se levantó y se acercó a donde yo estaba, como si quisiera romperme las pelotas se puso atrás mío donde lo podía sentir respirarme por encima de la nuca.
De bracitos cruzados me miraba desde arriba como si tuviera un poder sobre mi, en otras ocasiones me hubiera gustado la posición, ahora no hacía más que tenerme inquieta.

— Salime de atrá', ¿Que te me queré' apoyá'?— El acento se me marcaba aún más cuando estaba nerviosa. El no pareció entender la referencia hasta unos segundos después que se alejó de mí como si la simple idea de el apoyando sus "partes íntimas" en mi se le hiciera desagradable.

Me reí en silencio sabiendo que había logrado lo que él intentaba hacer, lo había puesto incómodo, se paró a mi lado con las manos en las caderas viendo cómo tiraba la carne a unas bandejas.

— Agarrá la sal gruesa y mandale nomás.— Dije agarrando un puñado de sal y tirándola sobre la carne, el pareció copiarme mientras yo restregaba la carne en sal gruesa, sonreí contenta manoseando la carne con las manos limpias llenas de sal.

— Eso parece otra cosa.— Dijo, yo casi me ahogo con saliva.

— Sos un degenerado Mihail.— La sangre se me subió a la cabeza, la escena era incómodamente graciosa.— Lavate las manos antes de mandarle sal.—

— No me digas Mihail, pareces mi madre.—  Dijo mientras se lavaba las manos, cuando se las enjuagó agarró un puñado de sal y me copió el procedimiento.

— Curioso que hace unos años prácticamente rogabas para que diga tu nombre.— Dije alzando las cejas con la mejor cara de culo recordándo parte de la razón por la que ya no le hablaba, el pareció pensar en otra cosa puesto que me miró con los ojos sacados, daba miedo que tuviese los ojos tan azules.— Ayy, por qué me mirás así...— Me quejé, luego caí.— No dios, que mal que sonó eso, como me regalé.

El rompió a llorar entre risas, tenía la cara rojísima, me recordaba un poco a cuando era joven, una parte de mi corazón se encogió de recordar los buenos momentos, la otra me recordó la razón por la que estaba enojada.

" No significan nada, te quiero." Me había dicho cuando lo confronté, mentiras.

Volví a lo mío en silencio mientras el recuperaba el aliento, pareció darse cuenta de mi cambio de humor porque no dijo nada, terminé de salar la carne y abrí la bolsa para sacar unos limones y mandarle jugo.

Los corté y se los entregué.— Vos que estás fuerte, exprimí.— Él hizo lo que le pedí en silencio, luego agarré las bandejas y sin sacarle las semillitas me dirigí al patio, la casa estaba vacía.

¿Nos habían dejado solos a propósito?— Si, nos dejaron solos a propósito.— Habló Mihail como si pudiera leerme la mente, yo solo asentí en entendimiento.

Tiré la carne al fuego y agarré una cerveza que había sobre la mesita del patio.
Mihail sacó lo que creía eran las llaves de la casa quinta y abrió una de las botellas, creí que iba a pasármela por lo que me apresuré y abrí la mía con los dientes, podía escuchar gritar a mi dentista.
Me senté de piernas cruzadas sobre uno de los banquitos de piedra y miré al pasto como si fuera la cosa las interesante del mundo.

Él le dió un trago a su cerveza sin dejar de mirarme, no se veía como alguien que tomara cerveza, con su conjuntito de camisa y bermuda con estampado clarito, el pelo hacía atrás en unas gafas de sol, parecía algo pero no sabía exactamente el qué.

— Menuda Barbie chunga estás hecha.— Se burló de mí mientras tragaba, hizo cada de asco, no le gustaba la cerveza.

— Callate Ken de Toy's Story.— Yo estaba seria, el pareció reprimir una sonrisa, dejó la cerveza sobre la mesita y se chupó los labios.

— Han pasado los años pero tú sigues siendo la misma, solo que más vieja.— Habló.

— El burro hablando de orejas, me decís vieja a mi cuando ya estás en los treinta.— Me paré de mi banquito con mi cerveza en mano, si seguía un segundo más con él le iba a arrancar los pelos teñidos.— ¿Y vos? ¿Será que seguís igual?—

— Depende a qué te refieras.— Me gritó para que lo escuchara, paré mi marcha antes de pasar por el umbral de la puerta del patio, di media vuelta y lo miré sin expresión.

— ¿Seguís jugando con los sentimientos de nenitas?— Bajó la mirada al piso como derrotado, sabía que iba a tocar el tema en algún momento, sin esperar una respuesta por su parte entre en la casa y me tiré en el sillón de espaldas a él.

Es tarde para arrepentirse.








NOTA DE LA AUTORA:

Actualización de mediodía porque en breve me voy al colegio, otra vez, la puta madre que me re mil parió.

Disfruten las peleas porque se viene el llanto 😈

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Los leo

REFLECTIONS | Misho AmoliWhere stories live. Discover now