Facundo termino por robarle la pelota y encestar, él pareció volver en sí y apartó la mirada como si le quemara, desde anteayer que no habíamos hablado, a decir verdad yo no lo buscaba, no podía olvidar las marcas en su cuello aún y cuando me había dicho que me quería.
Andrea me interrogó con la mirada, yo negué con la cabeza.

— Se dicen que se quieren y luego se ignoran, yo no lo entiendo.— Me encongí de hombros y fui a la mesita con comida para agarrar un puñado de chisitos, mi snack favorito aún y cuando no podía ni ver un plato de polenta sin hacer cara de asco.

La fiestita pasó tranquila, nos habíamos sentado a charlar, poníamos música, habíamos obligado a los chicos a hacer karaoke, incluso mi hermano se había puesto a cantar, Andrea y yo hicimos un dueto de una canción de Taylor Swift, había sacado su último álbum hacía relativamente poco y yo estaba obsesionada, jamás pensé poder identificarme tanto con todas sus canciones, había escalado a ser una de mis artistas favoritas en poco tiempo.

La noche cayó de forma rápida, habían comenzado a juntar las cosas para entrarlas, mamá había insistido en que los chicos se quedaran a dormir esta última noche puesto que mañana nos acompañarían al aeropuerto. Una vez los colchones en el salón estuvieron acomodados nos acostamos sobre ellos a charlar, Álvaro y Lucio fueron los primeros en caer, posteriormente mi hermano y cuando me di cuenta Andrea se había dormido a mi lado, yo por otro lado no sentía poder pegar ojo.

Di un par de vueltas en el lugar hasta que me terminé por levantar y de puntillas me fui a la cocina a prepararme un té de tilo.
Calenté el agua y me senté sobre la isla a esperar que esté.

— ¿Tampoco puedes dormir?— Que conveniente, la persona con la que menos quería hablar. Asentí con la cabeza y clavé la mirada en mis piernas.— ¿Hice algo malo?—

Lo miré con los ojos cansados, lo último que quería era hablar de esto a las tantas de la madrugada.— Nada que pueda hecharte en cara.— El frunció el ceño y se acercó a mi.— Vi las marcas en tu cuello. —

Se removió incómodo como recordando algo, se me removió el estómago.— No significan nada.— Llevó una de sus manos a mi hombro y lo acaricio con el pulgar, lo aparté despacio y me bajé de la isla.

— No tenés por qué darme explicaciones.—No quiero escuchar.

— Pero quiero dartelas.— Lo ignoré mientras me preparaba el té.

— Yo no quiero oírlas.— Tomé la taza y salí en dirección al patio.— Basta.—

Él me siguió de cerca y se sentó a mi lado en una de los silloncitos que habíamos dejado fuera.
Llevó una mano a mi rodilla, esta vez no lo aparté, no tenía fuerzas para seguir rechazando su tacto, menos aún cuando lo ansiaba tanto.

— Valentina...— Su llamado era insistente, quería que lo mirara, yo no tenía planes de hacerlo, levantó su mano de mi pierna, ahora la zona se sentía fría sin su calor, me tomó de la barbilla y me obligó a mirarlo.— Háblame, pégame, lo que quieras pero no me ignores.—

Lo miré directamente a los ojos, en ellos podía ver súplica, no me lo hubiera imaginado de él.— Estás jugando conmigo.— Sentencié, el negó con la cabeza y me a acarició la mejilla.

— No me atrevería.— Suspiró, últimamente era lo único que sabíamos hacer.— Te quiero demasiado como para hacer eso.—

Te quiero, te quiero, te quiero... te quiero...

¿Me querés? ¿Por qué me querés? ¿Cuánto me querés? ¿Me querés como yo te quiero? ¿Cómo quieres que te quiera si te quiero y tú no quieres que te quiera como yo quiero quererte? Mi mente rió a carcajadas más mi cara continúo inexpresiva.

— Me querés...— Saboreé las palabras en mi boca, cobraban más sentido y eran más valiosas cuando no las decía borracho.

— Te quiero.—

—¿Lo prometés?— Me sentía tan chiquita, tan estúpida, yo quería que el me quisiera.

— Lo prometo.— Y como aquella noche de verano, con la luz de la luna salpicandole la cara, unió sus labios con los míos en un besito.

Sus besos siempre habían sido diferentes a los demás, no era la primera persona que besaba, sin duda no sería la última, pero probablemente la más memorable. Enterró sus dedos entre mis rizos y yo le llevé manos al cuello, fue sutil, casi que lo acariciaba.
La distancia de los sillones se me hizo incómoda, sin vergüenza alguna me levanté y le rodeé las piernas con las mías, sentándome casi en sus rodillas de costadito.

Nos separamos por falta de aire y allí desde la posición en la que estaba me tomé la libertad de trazarle la cara con los dedos, el simplemente me miraba, era casi imposible saber lo que le pasaba por la cabeza, solo sabía que se sentía bien que me mirara con ese brillo en los ojos.
En la oscuridad de la noche y sin nadie para observarnos le volví a tomar la cara y retomé el beso que habíamos dejado por la mitad, no sería el último que nos dieramos.

Me abrazó la cintura de manera delicada, sus manos me bailaron por lo alta, jugaba con uno de los mechones que me llegaban a mitad de la espalda, luego de un rato nos separamos y yo apoyé mi cabeza en su hombro.
Recogí ambas piernas a mi pecho y me hice bolita en su regazo, el me abrazó fuertemente, podía escuchar su corazón latir tranquilo.

—Vale...— Me llamó, yo no levanté la cabeza, solo asentí para que siguiera hablando.— ¿Tú me quieres?— Sonaba tan. chiquito, vulnerable.

Querer, querer era una palabra fuerte, una palabra intensa que muchas personas usaban mal, no le daban la importancia que debía.

— Te quiero.— Susurré para él, me estrechó más fuerte.

Realmente no usaría la palabra querer para describir lo que sentía por él, me quedaba corta.





NOTA DE LA AUTORA:

Yo sé que Violetta para ese punto no había salido pero bueno.

COMO QUIERES QUE TE QUIERA SI TE QUIERO Y TÚ NO QUIERES QUE TE QUIERA COMO YO QUIERO QUERERTE

COMO QUIERES QUE TE QUIERA SI TE QUIERO Y TÚ NO QUIERES QUE TE QUIERA COMO YO QUIERO QUERERTE

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Se siente raro narrar a Vale chiquita.

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