Este partido había sido bastante diferente para mí, había optado por usar una camiseta de Ponzio que le había robado a mi hermano antes de viajar. Últimamente me había estado cuestionando cada una de mis acciones, y todas mis conclusiones eran que yo no pertenecía a ese lugar. Sin embargo, como todo argentino, me sentía bastante contenta de tener esa posibilidad y disfrutaba de los partidos a pesar de poner mi mayor esfuerzo por entender lo que ocurría adentro de la cancha.

Como siempre, los pasillos de los vestuarios estaban infestados de gente. Ya sean directores técnicos, personal de limpieza, amigos, familares o el personal de cocina. Todos se contagiaban con la alegría de los chicos que festejaban un logro más.

Cuando Oriana y yo entramos, vimos el desastre que habían hecho. Estaba todo tirado en el piso, había un tacho de basura bastante grande en el medio de los vestuarios y los chicos parecían angelitos sentados en los bancos comiendo milanesas con papas fritas.

—Provecho —hablé yo.

Oriana se fue a sentar en uno de los bancos dejándome un lugar a su lado, la verdad era que las dos estábamos bastante alejadas de los chicos porque estaban almorzando y a penas habían levantado la vista para vernos. Todos tenían las bocas llenas.

—¿Por qué no te pusiste una de las de Argentina? —preguntó Ori en voz baja.

—Estaban sucias —mentí—. Pensé que las había llevado a lavar pero hoy me di cuenta de que no.

Como si fuera una jauría de leones, los chicos se tiraron encima de nosotras a penas terminaron de almorzar. El primero en abrazarme fue el dibu, que casi me aplasta porque de Paul lo había empujado sin querer cuando quiso sumarse al abrazo de Paulo y Oriana.

—Mi chiquitita hermosa —el dibu apretó mis cachetes, haciéndome reír—. Te guarde un chocolate pero te lo doy después, porque estos muertos de hambre te van a querer robar.

—Felicidades, dibujito —sonreí orgullosa—. Te los comiste a todos.

—Mis chicas —Enzo empujó al dibu y se acercó con los brazos abiertos, estaba sin camiseta y por el olor a jabón que percibí en cuanto nos abrazó, supuse que estaba recién bañado—, ¿Por qué no respondiste mis mensajes?

—Se me rompió el celu.

Más mentiras, si había algo que no me gustaba hacer era mentir. Más a las personas que apreciaba, Enzo pareció creerme aunque yo me sentí mal al saber que lo hizo. Le había mentido a la cara.

—¡Sol!

Escuché el grito de Julián y, segundos después, ya lo tenía rodeandome en un abrazo. Me quedé paralizada y tuve una vista panorámica del momento exacto en el que el rostro de Enzo se desfiguró, y también cuando agarró a Oli y se fue a seguir comiendo.

—Felicidades por el partido, Julián.

—Gracias —sonrió—. Sol...¿Estás enojada conmigo o molesta?, ¿Te hice algo?

—No, ¿Por qué?

Arrugó la nariz, indeciso.

—No sé. Te alejaste de repente y pensé que estaba todo bien entre nosotros —rascó su nuca y se acercó unos pasos—, ¿Estamos bien? Si te hice algo, perdón.

—Está todo bien, Ju. Es casi imposible que yo me enoje con alguien —forcé una sonrisa y palmeé su hombro.

Ahí sí había dicho la verdad, no podía permanecer más de diez segundos enojada con alguien porque perdonaba muy fácilmente y eran pocas veces las que en serio me había enojado. No podría estar enojada por más que quisiera, tal vez si perdería la confianza en alguien.

—Que bueno, porque la verdad estuve todos estos días súper nervioso. No podía dormir pensando qué te había hecho.

Hice un sondeo de la habitación, me pareció bastante extraño no ver a nadie que estuviera relacionado con Julián. Estaban las parejas de casi todos los jugadores, y si la novia de Julián venía para este partido, supuse que estaría acá.

Entonces miré a Enzo con duda, el sonreía cada vez que Oli le robaba una papa y la llenaba de besos o le limpiaba la carita con una servilleta.

—¿Y tu novia? —pregunté sin poder evitarlo.

Julián me miró con honesta confusión, y sentí que lo había arruinado.

—¿Qué novia?

—Pensé que tenías novia —intenté dibujar la situación—. Va, en realidad creí que todos tenían novias o parejas. Me pareció raro no verte con nadie.

—Si tuviera novia no te habría invitado a salir, Sol —se encogió de hombros con simpleza—. Tampoco habría hecho que seas mi profesora de inglés solo para pasar tiempo con vos —confesó con un notable sonrojo.

Pero esta vez no había sido como las anteriores, no había sentido una punzada de emoción como cuando él me invitó a salir. Había sentido una punzada de dolor, de traición.

—Pensé que Enzo te había dicho y por eso te habías alejado de mi —añadió.

—¿Enzo?

—Sí, Enzo. Le conté a él el día que te dije de ser mi profesora —explicó—. También le conté todo el día que salimos a penas volví, como son re amigos supuse que te había dicho y por eso tenía miedo. Pero supongo que ya lo sabes.

Entonces Enzo me había mentido.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández✓Место, где живут истории. Откройте их для себя