Two Slow Dancers.

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Bokuto caminaba hacia los camerinos quejándose de sus dolores musculares provocados por el exigente entrenamiento del equipo, sabía que por su edad no tenía que sobre exigirse como sus demás compañeros que eran muchos más jóvenes que él, talvez no estaba tan viejo –apenas había cumplido los 40 hace dos meses–, pero cuándo llevas desde la adolescencia entrenando y llevando tu cuerpo a un extremo, la vejes te golpea muchos más duro que un pelotazo en la cara. Dio un suspiro al aire al veri que había llegado a la habitación y abrió la puerta de los camerinos.

Podía ver a sus compañeros conversar tranquilamente, mientras otros solo se cambian en silencio mientras guardaban sus cosas o se preparaban para darse una ducha. Le copiaría la idea a estos últimos, sabía muy bien que Keiji odiaba cuando llegaba con ese olor fétido de perro muerto –palabras de Keiji–, abrió su casillero y sonrío al ver la foto de su boda pegada en la parte de adentro de la puerta, realmente no podía creer que el día más feliz de su vida fue hace 13 años, cuando tenía 27 años y aún se veía una gran juventud en sus ojos, ese brillo que tanto extrañaba y deseaba poseer de nuevo. Saco sus cosas y pudo ver tres duchas libres, contento ante ese milagro se dirigió hacia una de ellas.

—Si vas a darte una ducha te aviso que no queda agua caliente. Atsumu se la acabo. —Hablo Sakusa a un lado de él. Estaba ya estaba a punto de irse, siempre se bañaba primero solo para no compartir ducha con nadie.

—¡No fui yo! —Pudo ver como Atsumu se sacaba el cabello mientras miraba enojado a su esposo, porque sí, Atsumu Miya y Kiyoomi Sakusa estaban casados, llevaban como 6 años casados, o talvez 8, realmente no lo recordaba. Bokuto solo podía recordar la boda como modesta, pero hermosa, con unos votos matrimoniales que le hicieron votar una lágrima, sin contar que la fiesta de después fue grandiosa –solo la ceremonia fue modesta–, recuerda haber bailado junto a Keiji toda la noche.

—Como si te fuera a creer. Estaba justo en la ducha de al lado. —Atsumu le saco la lengua y cambio su cara de enojo por una sonrisa solo para robarle un beso y salir corriendo entre risas. La cara se Sakusa se puso roja –de vergüenza o ira–, y su cuerpo quedo en un pequeño shock.

Bokuto se rio ante tal acción y haciéndose el tonto le contesto a su compañero.
—Gracias por avisarme, no tengo ningún problema con el agua helada, ¡Nos vemos el lunes!

Y con su típico ánimo se despidió entrando a la ducha, escucho como su compañero se despedía de él y sintió como la puerta de la habitación es cerrada, dejándolo completamente solo, actualmente ya no le molestaba la soledad, había madurado lo suficiente como para aprender a soportarla y entenderla –inclusive amarla–. Finalmente, dejo caer el agua fría sobre su piel, dejando salir un sonido de satisfacción al sentir el frío sobre sus adoloridos brazos, a la vez que una pequeña sensación de relajación se acomodaba en ellos. Y finalmente, en medio de esa paz, su mente recordó lo que había estado evitando toda esa semana.

Keiji le había pedido el divorcio.

Fue el lunes pasado, después de llegar de la práctica, noto de inmediato que algo andaba mal con su esposo, apenas lo miraba y tampoco lo saludo con un beso.

“—Bienvenido a casa, la cena ya está lista.”

“—Gracias…”

Cenaron el silencio hasta que Keiji hablo solo para decir –y romper el corazón de Kotaro–.

“—Quiero el divorcio.”

Sintió el mundo acabarse en ese instante. No podía entender la petición de su marido, ¿Qué es lo que había hecho? ¿No lo amo lo suficiente? ¿No era suficiente? ¿Por fin se aburrió de él? ¿Había alguien más?
Pero no dijo nada de eso. Solo se guardó las palabras y las lágrimas.

Two slow dancers | Bokuaka.Where stories live. Discover now