Prólogo

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Para ese punto de la noche se había bebido más tequilas de los que podía recordar y de los que seguramente debería haber bebido. Y comprobó efectivamente que había superado los niveles de alcohol, cuando notó la presencia de Nikolai en la discoteca y quiso ir a saludarlo con la intención de decirle que llevaba años soñando despierta con él. Era su gran amor platónico, aquel que llevaba casi una década contemplando en silencio.

Nunca le había interesado confesarle aquel interés, porque Niko era el mejor amigo de su hermano, quien le llevaba cinco años. Cuestión que hacía ver, al menos ante los ojos de este hombre, que ella no era más que la hermanita pequeña de Finn.

La cuestión era triste o no tanto, la verdad es que no se sentía angustiada por admirarlo en secreto, aunque esa noche y en ese mismo momento, tenía la gran tentación de ir y decirle todo.

¿Qué le diría él si supiera ese secreto que tanto tiempo llevaba guardando?

Recordaba que tenía tan solo diez años cuando notó a Nikolai de forma romántica. Él tenía solamente quince y ese día estaba ayudándola con la tarea de matemáticas. Finn, su hermano mayor, se había negado a brindarle ayuda porque básicamente solo quería echarse a jugar en su Xbox, pero Nikolai había ofrecido su ayuda de forma amable y con una gran paciencia le había explicado las tan molestas fracciones y más adelante, los aún más fastidiosos cálculos combinados o peor, toda esa cosa absurda del algebra.

Era extraño, como luego de ese día asociaba las matemáticas con él y las expresiones algebraicas eran solo un recuerdo bonito de Nikolai explicándole como resolverlas. Solía fruncir el ceño de forma adorable cuando pensaba, de hecho, todavía lo hacía.

Ya no era un niño, era un hombre de veinticuatro años, uno muy atractivo, con una sonrisa adorable, tierna. Pero también tenía esos ojos tan celestes que parecían un sueño, algo inventado, los cuales podían ser tan amables como seductores.

Lo tenía tan idealizado que a veces pensaba que debía dejar de leer los libros que Olive, su mejor amiga, le prestaba. Definitivamente el romance de época era mágico, pero estaba muy alejado de la realidad actual en la que vivía.

¿Qué haría Nikolai ahí? No veía que estuviera acompañado de Finn o alguno de sus otros amigos. Aunque había hablado con su hermano ese día y le había mencionado que saldrían. Así que, seguramente los había perdido y andaba buscándolos.

Lo cual hacía que fuera un momento más que perfecto para acercarse a él y hablar.

Y tal vez algo más.

¿Un beso?

Se moriría si Nikolai la besara, seguro que soñaría despierta con ese momento en reiteradas ocasiones.

— Niko está aquí —dijo entonces.

Olive, quien bailaba a su lado, tal vez un poco más consiente que ella, la miró y luego siguió la dirección a donde le estaba señalando.

— Debes bailar con él —la incitó.

— ¿Sabes qué debo hacer? —preguntó demasiado eufórica.

— ¿Qué?

— Decirle que siempre lo he amado platónicamente y que quiero acostarme con él.

— ¡Jenna!

Aunque su amiga pretendía regañarla, ambas terminaron estallando en risas.

— ¿Crees que le guste?

— No lo sé, inténtalo, ¿qué es lo peor que podría pasar?

— Cierto —dijo encogiéndose de hombros—. A lo sumo podría rechazarme, pero yo podría fingir demencia y hacer de cuenta que nada pasó.

— Bien, ve —la motivó Olive—. Eres una campeona, recuérdalo.

Jenna rio mientras caminaba rumbo a Nikolai, lo había perdido de vista en cuestión de segundos o tal vez había pasado más tiempo.

No tenía idea.

Así que comenzó a buscarlo por el lugar, con Olive siguiéndola de cerca. Nunca se dejaban sola la una a la otra, a no ser que comprobaran que estaban en buena compañía y seguras.

Después de unos minutos haciéndose paso entre la gente, divisó a Nikolai a lo lejos, aunque no estaba solo, sino con una mujer. Una muy rubia, muy alta y muy todo lo que ella no era.

Jenna ladeó la cabeza contemplando la situación, ambos reían mientras bebían algo. Conversaban tan a gusto que sintió un deseo enorme de interrumpirlos y arruinarles el momento.

Nikolai y ella siempre hablaban a gusto, de hecho, él había pasado tanto con la familia que ya podía considerarlo un propio amigo y no tan solo el de su hermano, pero si había una clara diferencia con esa mujer rubia y ella.

Una enorme.

A la bonita rubia la miraba con chispa y hasta parecía estar coqueteándole, por otra parte, Jenna nunca había recibido ni una mínima sonrisa coqueta.

Que verdadera envidia.

— Aun puedes intentarlo —la animó Olive atrás.

— Bien, los interrumpiré y entonces...

Y entonces nada, se dijo internamente cuando los vio besándose

— Tal vez y ella bese horrible —comentó Olive.

— Es imposible, es hermosa y ni siquiera puedo verla bien con las luces apagadas y a esta distancia —dijo aun mirándola—. Debe hasta sudar con olor a rosas.

— Carajo, pensé que al fin ustedes dos podrían comenzar a salir.

— Claramente al universo no le gustamos como pareja.

— Puede que aún no sea el momento.

— Puede ser que sí, o que no, no lo sé —meditó.

— En fin, vámonos, no necesitamos ver esta situación.

— No, de hecho, no —dijo sonriendo—. Ha sido mi amor secreto por nueve años, puedo seguir viviendo con esto.

— ¡Claro que sí! Además, es solo un beso, no es como que vayan a casarse.

— Exacto.

— Y puedes coquetearle en cualquier momento, ustedes se ven muy seguido.

— Gracias por llenarme de toda tu positividad, pero sé que no voy a coquetearle después, hoy solo tuve el valor por tanto tequila.

— No será la última vez que bebas tequila, lo que seguramente te llevará a hacer muchas estupideces.

— Vaya consuelo.

— Pero yo estaré a tu lado en cada estupidez —aseguró Olive haciéndola reír.

— Bien, ¡vamos por más tequila!

Tomó la mano de Olive y ambas caminaron juntas a la barra. Estaba decepcionaba porque Niko estuviera besándose con otra, pero siempre había sido así, o bueno no siempre, pero no era la primera vez que él estaba con alguna muchacha o que tenía novia.

Además, a pesar de tener aquel enamoramiento por él, ella también había tenido un novio durante su último año en el colegio, lo que hacía que solo fuera algo platónico.

Seguro que siempre sería así, aunque cada año parecía tener más curiosidad por Nikolai. Ya no le alcanzaba con verlo a la distancia o una simple charla entre amigos.

Y también había que tener en cuenta que estaba estudiando exactamente lo mismo que él y no deseaba que sus conversaciones fueran sobre temas relacionados a la universidad. Él era muy amable en ofrecerle su ayuda, la agradecía muchísimo porque ya era un graduado trabajando profesionalmente y siempre era un gran apoyo su conocimiento, pero lo que verdaderamente quería, (en sus arrebatados momentos de locos pensamientos) era lanzar al suelo esos enormes libros que leían en busca de información y saltar sobre él.

Año a año parecía imposible contener el deseo, así que, si no era ese día, lo intentaría otro, si es que encontraba el valor. Tal vez y sus ansias le ganaran a su cobardía.

Ahora o nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora